Volver a empezar
La competici¨®n pol¨ªtica dura m¨¢s de lo deseado, la gente ya est¨¢ harta
Entre hoy y ma?ana millones de personas dejar¨¢n sus lugares de vacaciones para volver a sus residencias y a sus trabajos, abandonados durante varias semanas o d¨ªas. Como en el juego de la oca, quien m¨¢s quien menos regresar¨¢ a la casilla de salida para volver a empezar un juego que es el de la vida misma: luchar, superar obst¨¢culos, saltar de puente en puente e ir quemando casillas para, al final, llegar otra vez a unas vacaciones que nos permitan volver a experimentar esa sensaci¨®n de libertad y falta de obligaciones que es inherente a ellas, pero, ?ay!, tan fugaz como el verano.
Durante varias semanas, millones de personas hemos gozado de esa libertad que est¨¢ en la naturaleza del hombre, pero que en pocos momentos de nuestras vidas podemos disfrutar con plenitud. El trabajo y otras servidumbres nos condicionan desde que nacemos, salvo a algunos privilegiados, que son las excepciones. Los dem¨¢s, cada uno en su medida, nos vemos obligados a seguir jugando a ese juego extra?o que consiste en volver a comenzar cuando se ha llegado a la meta, como esos ratones que dan vueltas a una rueda hasta que se quedan sin fuerzas para seguir haci¨¦ndolo. Entonces llega la jubilaci¨®n, que es el final del juego, con todo lo que eso significa.
Paralelamente a esa vuelta al juego de la vida, o consustancial a ella, regresa el de la pol¨ªtica, que hab¨ªa quedado en suspenso tambi¨¦n, o al menos reducido a su m¨ªnima expresi¨®n, y que vuelve con toda la virulencia acumulada durante el per¨ªodo de tregua o de laxitud obligadas por las vacaciones de los jugadores. En el caso de Espa?a, donde la partida qued¨® aplazada por agotamiento de estos, pero tambi¨¦n de los espectadores, es de temer que se reanudar¨¢ en el punto exacto en el que qued¨®, como si, m¨¢s que un juego de envite, fuera uno de resistencia, al estilo de esas competiciones ciclistas en las que el que pierde es el que llega antes a la meta por su incapacidad para permanecer inm¨®vil y en equilibrio sobre la bicicleta. Lo malo es que la competici¨®n ya dura m¨¢s de lo deseado, y que la gente que el lunes vuelve a trabajar est¨¢ ya harta de asistir a ella. Cuanto m¨¢s de que se vuelva a repetir y de que, adem¨¢s de empujar la rueda de sus trabajos y de sus vidas, tengan que votar de nuevo para ver qui¨¦n es el que queda campe¨®n.
Comprendo, pues, su contrariedad mientras regresan hoy y ma?ana a sus lugares de residencia, como comprendo su melancol¨ªa, fruto de la nostalgia que les invadir¨¢ al llegar a ellos y, sobre todo, al volver al trabajo el lunes escuchando por la radio nuevamente las voces de los pol¨ªticos volviendo a decir lo mismo que dec¨ªan antes de las vacaciones. Por eso, les aconsejo que la desconecten y que, en su lugar, pongan la canci¨®n que Cole Porter compuso para esas situaciones: ¡°When they begin the beguine,/ it brings back the sound of music so tender,/ it brings back a night of tropical splendor,/ it brings back a memory ever green!/ I'm with you once more under the starts,/ and down by the shore an orchestra's playing/ And even the palms seem to be swaying/ When they begin the beguine¡±. (Cuando empiezan el beguine,/ devuelve el sonido de la m¨²sica tan tierna,/ devuelve la noche de esplendor tropical, ?devuelve un recuerdo perenne!/ Estoy contigo una vez m¨¢s bajo las estrellas/ y abajo, junto a la orilla, una orquesta tocando/ Incluso las palmas parecen balancearse/ ?Cuando empieza el beguine!...).
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