El futuro ya est¨¢ ocurriendo
Llamar a la acci¨®n es el ruido que solemos cometer cuando nos mueve m¨¢s el deseo de pronunciarnos que la pausa de escuchar
Hab¨ªa escuchado la advertencia de los fil¨®sofos contempor¨¢neos, pero no hab¨ªa reparado en ella: algo seguir¨¢ transmut¨¢ndose, en nuestra experiencia del mundo, en la medida en que intensifiquemos la mediaci¨®n de esa relaci¨®n con el mundo a trav¨¦s de los bits.
Ante el mazazo que signific¨® para el proceso de paz en Colombia despertar el 29 de agosto con la noticia de un pu?ado de excomandantes de las FARC anunciando su regreso a las armas, la sociedad digital ¡ªque a veces parece la opini¨®n p¨²blica¡ª y la opini¨®n p¨²blica ¡ªque a veces parece la sociedad digital¡ª corrimos a enunciar nuestros diagn¨®sticos y remedios:
Nombramos responsables, clamamos por la intervenci¨®n internacional, gritamos lo hecho y deshecho por nuestros pol¨ªticos de cabecera y nuestros pol¨ªticos antagonistas, replicamos los insultos y se?alamientos entre congresistas y resaltamos, sobre todo, aquello que ¡ªseg¨²n nuestros lentes ideol¨®gicos¡ª consideramos heroico o miserable en estos largos a?os de intentos o estallidos alrededor de la paz.
En los remedios, por supuesto, el com¨²n denominador militante: llamar a la acci¨®n. Pero, ?qu¨¦ hay detr¨¢s de tales llamados a la acci¨®n?
En estas circunstancias, llamamos a la acci¨®n porque desconocemos las acciones ya en curso. Llamar a la acci¨®n es el ruido que solemos cometer cuando nos mueve m¨¢s el deseo de pronunciarnos que la pausa de escuchar. Ah, la antigua alharaca del yo.
En estas circunstancias se nos llena la boca de adjetivos para definir qu¨¦ sentimientos aprobamos y cu¨¢les no, se nos ciegan los ojos de tanto echarle luz a los traumas que declaramos aprobados o no, se nos taponan los o¨ªdos de tanto decirnos, a nosotros y nuestros teclados-activos, ¡°mira qu¨¦ linda te est¨¢ quedando la articulaci¨®n de tu opini¨®n¡±.
Nos convertimos ¡ªcon el llamado de la reacci¨®n¡ª en la polic¨ªa de las emociones.
Empec¨¦ a redactar un texto al d¨ªa siguiente de la noticia con el ¨¢nimo de relatar mis encuentros de la semana anterior, como investigador del Instituto Caro y Cuervo, con tres excombatientes y dos socios de ellos del proyecto productivo NC Producciones, cooperativa de comunicaciones que trabaja como productora musical y casa editorial orientada a publicar y circular propuestas musicales o narrativas de sujetos reincorporados a la vida civil.
Nos encontramos porque estamos pensando juntos un laboratorio creativo para 2020 en donde 15 excombatientes pasen por el proceso cr¨ªtico y creativo de concebir, escribir, editar y publicar, en asocio con una editorial comercial independiente, un volumen de relatos de no ficci¨®n sobre distintos ecosistemas y territorios comprendidos como v¨ªctimas del conflicto armado.
Era mi manera de pedir espacio para el futuro cegando el futuro; mi propio diagn¨®stico y remedio: una alharaca m¨¢s del yo.
Sin embargo, por fortuna, despu¨¦s de un d¨ªa fallido de intentos de redacci¨®n, me cruc¨¦ con un hilo en Twitter del periodista Andr¨¦s Berm¨²dez Li¨¦vano, donde recoge veinte historias que traducen su trabajo de los ¨²ltimos tres a?os reporteando y relatando esfuerzos de v¨ªctimas y victimarios por salir de la l¨®gica de la guerra e inventar proyectos de vida.
El hilo, su tejido de historias, es asombroso; y es as¨ª, tengo la sospecha, porque reconoce las acciones en curso. Son los hermanos Torres, tres hijos arhuacos del pueblo talanquera de Umuriwa, dedicados al levantamiento de potencia para ser deportistas de alto rendimiento y sanar en ese recorrido las heridas f¨ªsicas y emocionales que les signific¨® la violencia en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Son los bosques del Caquet¨¢, enfrentados hoy a la urgencia de detener su deforestaci¨®n creciente luego del Acuerdo de Paz en 2016. All¨ª el sector privado casi no existe. Un grupo de eco-empresario construy¨®, sin embargo, decenas de estanques para criar un pez nativo de la Amazon¨ªa ¡ªla arawana plateada¡ª apreciado en la China como pez ornamental.
Son las manos de mujeres en el sur de Nari?o que han aprendido la t¨¦cnica de ¡°la reparaci¨®n de la vasija¡± para ayudar a sanar las heridas de v¨ªctimas de minas antipersonales. Son los miles de hect¨¢reas de municipios de Antioquia donde se adelantan programas intensivos de desminado humanitario. Son los ojos, turbados y alerta, de las investigadoras extrajudiciales de la Unidad de B¨²squeda de Personas Desaparecidas.
Es el futuro que ya est¨¢ ocurriendo.
Los sentimientos, incluso cuando son expresiones del trauma, son tambi¨¦n acciones en curso.
Actuar no es solo militar, por fortuna. Y menos en la crisis de la democracia representativa contempor¨¢nea, donde las acciones sociales y democr¨¢ticas ocurren cada vez m¨¢s en barrios y comunidades y no en los sermones del yo digital.
En estas circunstancias, el desprecio por la pausa del escucha y las expresiones de dolor es tambi¨¦n una manera de relacionarnos con el mundo: llamar a la acci¨®n y a la reacci¨®n; desconocer las acciones civiles en curso.
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