Podr¨ªamos comenzar por sacar a las mujeres de la c¨¢rcel
Cuantas m¨¢s personas metemos en prisi¨®n y m¨¢s ¡°operativos¡± se implementan, m¨¢s violento se vuelve M¨¦xico
Sabe que cometi¨® un delito.
Mira de frente y reconoce: vend¨ª drogas fuera de mi casa. Narcomenudeo, pues. Mi marido estaba endeudado hasta la coronilla. Y era adicto. O es, que tras la c¨¢rcel los tiempos se funden. Me puse a vender drogas, en el port¨®n de la casa. Es lo que hab¨ªa. Hasta que me agarraron. Qui¨¦n sabe c¨®mo ni lo que me dijeron. Ah¨ª estuve, dije que s¨ª cuando era no o s¨ª cuando era s¨ª. Y pasaron los a?os. Ahora trata de rehacerse.
Sabe que cometi¨® un delito. Pero tambi¨¦n intuye que fue v¨ªctima de relatos m¨²ltiples en una sociedad en que la impunidad reina y donde las capas de inequidad se apretujan hasta extirparle la savia a la vida. Solo que no sabe c¨®mo decirlo.
Hagamos un alto. La guerra contra las drogas, contra el crimen organizado, contra los malosos y los maloras, ha sido una tragedia de sangre que no ha resuelto un carajo. Si acaso ha hecho de M¨¦xico una fosa eterna llena de pedazos humanos cada vez menos identificables y ha atiborrado la c¨¢rcel de seres olvidados por su propia estirpe. Entre m¨¢s personas metemos a la c¨¢rcel y m¨¢s ¡°operativos¡± se implementan, m¨¢s violento se vuelve el pa¨ªs. Como que algo no cuadra, ?no? Esto ya deber¨ªa quedarles claro hasta a los m¨¢s fan¨¢ticos de la prohibici¨®n punitiva.
M¨¢s del autor
Tiene cerca de 60 a?os y sin escolaridad. Madre soltera de hijos ya crecidos. Vende le?a, lava ajeno. Un d¨ªa llega la fuerza del orden a patear puertas, entrar sin pedir permiso ni mostrar los oficiales. Gritan y destrozan y golpean al hijo. Luego se la llevan. Un abogado de oficio al que nunca le mira la cara la defiende desde la trastienda de sus prioridades. Al final, termina ¡°firmando¡± una declaraci¨®n, ella que no sabe leer. Presa y culpable, de algo, de su propia ignorancia.
Sabemos por trascendidos interesados que en M¨¦xico se cocina una ley de amnist¨ªa. Desde la campa?a electoral, L¨®pez Obrador y su equipo han insistido en la necesidad de un viraje conceptual en el combate a la delincuencia organizada. Se parte de lo que solo los obtusos pueden negar: lo hecho hasta ahora ha sido un Fracaso, con may¨²scula, con muchas may¨²sculas: FRACASO. Por eso dicen que viene ahora s¨ª una ley de amnist¨ªa.
?Cu¨¢l? ?C¨®mo? ?A qui¨¦nes s¨ª perdonar y a qui¨¦nes no? ?Qu¨¦ estrategias de reconciliaci¨®n se plantean? ?Y de perd¨®n? ?Qu¨¦ figura moral puede convocar a una conversaci¨®n nacional sobre la necesidad de dejarnos de matar los unos a los otros? ?Y de comenzar a mirarnos? ?Desde qu¨¦ l¨®gica inclusiva se busca unir al pa¨ªs en torno a la paz? ?C¨®mo se logra que nos pongamos a hablar, primero de lo que nos pasa y luego con aquellos que nos lo hicieron? ?Qui¨¦n asumir¨¢ la labor de encontrar los denominadores comunes que permitan unir a los mexicanos? ?C¨®mo asumir el riesgo de legitimar a los delincuentes al sentarlos a la mesa? ?C¨®mo se emprender¨¢ una necesaria pedagog¨ªa p¨²blica en la materia? ?Qu¨¦ fibras tocamos para que finalmente la paz tome la palabra?
Para que la paz tome la palabra.
Paso a pasito, dir¨ªan algunos. Y en ese andar resalto una gran iniciativa para amnistiar a las mujeres que est¨¢n presas por delitos contra la salud y que, en la mayor¨ªa de los casos, son v¨ªctimas de acumulados de discriminaci¨®n e inequidad: desconocimiento de derechos, sometimiento por g¨¦nero o por ser ind¨ªgenas o pobres o todo junto, imposici¨®n de roles sociales que las obligan a hacer. Lo canijo que significa ser mujer en el reino de la impunidad que es M¨¦xico, pues.
Equis Justicia por las Mujeres plantea, y en ello tiene ya acompa?amiento legislativo, establecer un mecanismo para la liberaci¨®n de las mujeres v¨ªctimas de la pol¨ªtica de drogas, con medidas de reinserci¨®n social: #LiberarlasEsJusticia.
Apoyo la iniciativa.
Porque no, no se trata de negar que alguien cometi¨® un delito. Lo que urge es un giro narrativo para salir de esta espiral de sangre.
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