La Rusia m¨¢s all¨¢ del Kremlin
No parece cercano un cambio democr¨¢tico, todav¨ªa queda para que la oposici¨®n ampl¨ªe su base social, supere sus divisiones internas y consiga entrar en las instituciones
Rusia est¨¢ cambiando. Las se?ales del descontento social y de la erosi¨®n del putinismo son m¨²ltiples y llegan discreta, pero regularmente, desde hace algunos a?os, de la extensa geograf¨ªa rusa. El r¨¦gimen hace sist¨¦micamente lo posible para eliminar del tablero pol¨ªtico a los verdaderos representantes de la oposici¨®n ¡ªque no son los figurantes que ocupan esca?os en el Parlamento para exhibir un pluralismo de tapadera¡ª, mientras la polic¨ªa lleva encarcelados a unos 2.700 manifestantes desde junio. Pero, cada vez m¨¢s, estas acciones se vuelven en contra del objetivo buscado, como ha ocurrido en las ¨²ltimas elecciones locales en Mosc¨² y otros lugares. As¨ª, el partido del poder, Rusia Unida, ha perdido hasta un tercio de esca?os en la capital, la ciudad m¨¢s emblem¨¢tica y, con San Petersburgo, la m¨¢s decisiva pol¨ªticamente del pa¨ªs. Como observa el soci¨®logo ruso Denis Volkov, analizando el eco que han despertado en Rusia las protestas de Mosc¨², los acontecimientos de la capital han hecho mella en la actitud de la sociedad hacia el poder y han aupado a nivel federal a nuevas caras pol¨ªticas que el Kremlin quer¨ªa mantener invisibles.
El ¨²nico verdadero desaf¨ªo al orden establecido viene del anhelo democr¨¢tico, no del nacionalismo
Los ciudadanos de Rusia han empezado a utilizar de forma creciente los comicios locales y regionales para expresar su disconformidad, sobre todo por sus condiciones de vida, pero tambi¨¦n, especialmente en las grandes ciudades, por las violaciones de los derechos civiles. En 2018, por ejemplo, cuatro regiones en el Extremo Oriente desestimaron a los candidatos a gobernador del Kremlin. La sorpresa fue may¨²scula por inesperada, y este a?o el Kremlin tom¨®, cre¨ªa, todas las precauciones necesarias. Pero si bien esta vez los resultados de las elecciones en la regi¨®n de Primorski, en el Extremo Oriente, han sido satisfactorios para el candidato oficial, varios centenares de personas ya se concentraron en la capital de la rep¨²blica siberiana de Buriatia para protestar por lo que consideran manipulaciones orquestadas desde Mosc¨².
La Rusia de Putin lleva a?os pretendiendo que le duele no ser considerada por los occidentales un socio igual
En la otra punta del mapa, en Sebastopol, capital de Crimea, otro lugar simb¨®lico de su pol¨ªtica, el putinismo tambi¨¦n ha recibido un rev¨¦s cargado de significado: si en 2014, despu¨¦s de la anexi¨®n ilegal de Crimea a la Federaci¨®n, Rusia Unida hab¨ªa recibido un triunfal 77% de los votos, ahora el apoyo se ha desplomado hasta un 38%. Un sondeo de abril de 2019 del centro de an¨¢lisis de la opini¨®n p¨²blica Levada ¡ªel ¨²nico realmente independiente y registrado por el Ministerio de Justicia en su larga lista de ¡°agentes extranjeros¡±¡ª presenta una imagen m¨¢s realista de la Crimea mitificada por el discurso dominante: si en marzo de 2014, el 60% de su poblaci¨®n consideraba que el pa¨ªs iba en la buena direcci¨®n (y un 26% en la mala), cinco a?os m¨¢s tarde, en marzo de 2019, la cifra cae al 48% (y al 44% en la mala).
La ¡°vertical del poder¡±, espina dorsal del aparato de Estado desde la llegada de Vlad¨ªmir Putin, se est¨¢ resquebrajando. El eslogan Krim nash (¡°Crimea es nuestra¡±) ya no sirve para galvanizar a la gente, ya no basta para compensar una econom¨ªa en declive, el deterioro del nivel de vida, las carreteras y calles destrozadas en las provincias, no en la capital, claro, las pensiones menguantes y a menudo no pagadas, el aumento de la edad de jubilaci¨®n (que diversos analistas rusos han tachado de ruptura del pacto social del Estado con sus ciudadanos), etc¨¦tera. Ya no quedan muchas Crimeas ¡ªy menos a¨²n Sirias¡ª que puedan ayudar a desviar la atenci¨®n de la gente de los problemas sociales. Tan obvia es la importancia que otorga la opini¨®n p¨²blica a estos temas, que incluso los medios afines al r¨¦gimen se ven abocados a reservarles bastante espacio. En abril de 2018, por ejemplo, el diario Vedomosti recog¨ªa una encuesta realizada por la poderosa caja de ahorros rusa, Sberbank, que muestra que solo el 47% de los encuestados se percibe como parte integrante de la clase media, frente al 60% en 2014.
La generaci¨®n Putin, por su parte, los j¨®venes que no han conocido ni el sistema sovi¨¦tico ni otra opci¨®n pol¨ªtica, est¨¢ cambiando. La adhesi¨®n que el presidente ruso despertaba en una mayor¨ªa de la juventud tambi¨¦n da se?ales de desgaste. As¨ª, un 41% de los j¨®venes de Rusia, de entre 18 y 24 a?os, estar¨ªan dispuestos a emigrar para siempre, seg¨²n revela otra encuesta del centro Levada, realizada en diciembre de 2018 en todo el territorio de la federaci¨®n. ¡°Tenemos que prepararnos para el d¨ªa despu¨¦s¡±, me dijo Maxim hace un par de a?os, en un caf¨¦, no lejos de la plaza de Pushkin, uno de los lugares que este verano acogi¨® las multitudinarias manifestaciones de protesta en Mosc¨². Que un ruso, incluso joven como ¨¦l, est¨¦ pensando en qu¨¦ hacer en t¨¦rminos de futuro pol¨ªtico y en c¨®mo estar listo para el momento de cambio resulta sorprendente, y, desde luego, esperanzador, cuando se conoce la mentalidad y la cultura pol¨ªtica rusa postsovi¨¦tica. Es cierto, sin embargo, que el post-Putin puede no resultar m¨¢s democr¨¢tico que el presente, como defienden algunos analistas como Iv¨¢n Krastev. Pero, de momento, el ¨²nico verdadero desaf¨ªo al orden establecido viene del anhelo democr¨¢tico, no del nacionalismo y conservadurismo que anidan en el coraz¨®n del Kremlin.
¡°Y en el cementerio todo est¨¢ muy tranquilito¡¡±, repet¨ªa el estribillo de una canci¨®n de finales de los sesenta del gran cantautor Vlad¨ªmir Vysotsky, haciendo alusi¨®n a la pax sovietica. Algo parecido evoca el estancamiento actual y el inmovilismo del Kremlin. Con la bonanza econ¨®mica y el apoyo social en declive, al r¨¦gimen solo le queda para asegurar su continuidad la mera fuerza (Seguridad, Interior y Defensa) y un oscuro entramado de pr¨®ximos al presidente. Ser¨ªa una lamentable iron¨ªa de la historia que un bal¨®n de ox¨ªgeno le llegue a Putin y a su ideolog¨ªa nacionalista ultraconservadora, cuando no oscurantista, precisamente de la decadente Gayvropa (contracci¨®n de gay y Evropa/Europa en ruso) y del ¡°Occidente podrido¡±. Aquellos que en Bruselas y en los Estados miembros consideran necesario volver a una pol¨ªtica de rapprochement con Rusia, en aras de la estabilidad del continente y para afrontar mejor el reto que representan Estados Unidos y China, no pueden ni deber¨ªan ignorar que diversas variantes de relaci¨®n ¡°estrat¨¦gica¡± (asociaci¨®n, cooperaci¨®n, etc¨¦tera) ya han sido probadas sin que ello haya garantizado en absoluto una mayor seguridad para Europa, como demuestra Crimea, el ¨²nico caso de anexi¨®n por la fuerza en territorio europeo desde la II Guerra Mundial. La Rusia de Putin lleva a?os pretendiendo que le duele no ser considerada por los occidentales como un socio igual, pero, a la vez, siempre se ha quejado de que no se le reconozca un estatus especial.
Pero, si bien el Kremlin es bastante menos fuerte de lo que aparenta, no parece cercano a¨²n el momento de un cambio democr¨¢tico. Todav¨ªa falta un buen trecho para que la oposici¨®n ampl¨ªe su base social, supere sus divisiones internas y consiga entrar en las instituciones. Las condiciones no est¨¢n maduras a¨²n y tal vez tarden en emerger, pero conviene tener muy en cuenta que otra Rusia existe.
Carmen Claud¨ªn es investigadora s¨¦nior asociada del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs).
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