La sociedad de la falsa intensidad y el misterio del final
Resulta que hablar de la muerte es de mal gusto
Publicaba el pasado jueves este peri¨®dico una maravillosa carta a la directora donde una persona mayor, con una prosa y un humor envidiables ¡ªcombinaci¨®n desafortunadamente cada vez m¨¢s rara¡ª, hablaba de esta tendencia actual a adoptar medidas con el fin de posponer lo inevitable: la muerte.
En esta sociedad de paradojas se discute mucho sobre c¨®mo morir pero al mismo tiempo se evita hablar sobre la muerte en s¨ª misma. Resulta que es de mal gusto. Una vulgaridad. Un t¨¦rmino fuera de lugar que estropea la fiesta. Sobre la mesa est¨¢ el asunto de si podemos decidir cu¨¢ndo y c¨®mo, pero aun siendo una discusi¨®n importante, no deja de ser algo secundario respecto al hecho en s¨ª mismo y sobre todo en cuanto a su significado. Es curioso que se discuta enconadamente de algo sobre lo que la mayor¨ªa no decidir¨¢ por mucho que las leyes lo permitan. La otra reflexi¨®n, la del final en s¨ª mismo y qu¨¦ sentido le damos, es la verdaderamente importante pero nuestra civilizaci¨®n de colorines la esconde permanentemente.
Seamos conscientes o no, el final marca toda la existencia. El carpe diem romano no significa que vivamos como si fu¨¦ramos eternos sino que aprovechemos hasta el ¨²ltimo segundo. En la mentalidad de videojuego siempre hay otra partida, pero en nuestro universo eso no existe. Pocas frases son tan falsas como ¡°tienes toda la vida por delante¡±. No. La vida es ahora, que cantaba Baglioni. Las decisiones se toman ahora. El riesgo hay que correrlo ahora.
Ser conscientes de la propia muerte pone en perspectiva la vida y coloca en su sitio situaciones que pueden asfixiarnos en nuestro d¨ªa a d¨ªa. En nuestro ahora: esos problemas important¨ªsimos, esas obligaciones urgent¨ªsimas y esas afrentas imperdonables. Esa falsa intensidad de vivir en la que somos sumergidos pero que en realidad es ahogarse en un vaso de agua. Saber que hay un final es una percepci¨®n que nos hace libres y nos permite establecer una jerarqu¨ªa no distorsionada de nuestras preocupaciones y vivir el presente. Parece una contradicci¨®n pero nos deja vivir.
Tolkien escribi¨®: ¡°No nos toca a nosotros decidir qu¨¦ tiempo vivir, solo podemos elegir qu¨¦ hacer con el tiempo que se nos ha dado¡±. Y, aunque hablaba de amor ¡ªque, sin duda, es lo mejor de la vida¡ª, Carlos Go?i sentenci¨®: ¡°Uno siempre sabe d¨®nde est¨¢ el final¡±.
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