Lluvia torrencial
Una deficiente planificaci¨®n aumenta la devastaci¨®n de fen¨®menos recurrentes
Episodios clim¨¢ticos como el que estos d¨ªas ha azotado el sureste espa?ol no son infrecuentes, pero la virulencia de las lluvias y los da?os humanos y materiales causados han alcanzado una dimensi¨®n inusual. Hasta ayer se hab¨ªan contabilizado seis fallecidos por los efectos del devastador temporal y las consecuencias sociales y econ¨®micas resultan todav¨ªa dif¨ªciles de cuantificar. La depresi¨®n aislada en niveles altos o gota fr¨ªa ha dejado amplias zonas completamente anegadas en las provincias de Valencia, Alicante, Murcia y Almer¨ªa, que han llegado a registrar 450 litros por metro cuadrado en apenas 48 horas. La intensidad del fen¨®meno ha dejado poblaciones aisladas y sin electricidad, decenas de carreteras cortadas y varias redes ferroviarias inoperativas. Algunos dirigentes auton¨®micos han planteado la necesidad de abordar un Plan Marshall para afrontar las graves consecuencias en las viviendas y la agricultura.
Al margen de la imposibilidad de controlar las recurrentes crisis meteorol¨®gicas en determinadas zonas, conviene examinar hasta qu¨¦ punto la acci¨®n humana contribuye a incrementar el alcance del desastre. Construir viviendas en los cauces de los r¨ªos y levantar urbanizaciones en ramblas o lugares con alto riego de ser inundadas no deja de suponer una temeridad. Las organizaciones ecologistas llevan tiempo alertando de que en Espa?a hay alrededor de 50.000 construcciones, ya sean viviendas, polideportivos o centros de mayores, en zonas f¨¢cilmente anegables. A la vista de los efectos destructivos de las riadas, a la Administraci¨®n le corresponde actuar con contundencia para evitar que se edifique en ¨¢reas susceptibles de ser engullidas por el agua cuando arrecian las lluvias.
Tambi¨¦n convendr¨ªa que las confederaciones hidrogr¨¢ficas revisaran sus protocolos para mantener de forma adecuada los cauces de los r¨ªos y mitigar as¨ª los efectos de los desbordamientos, como ha ocurrido en el Segura a su paso por varias localidades. No parece razonable que existan poblaciones ubicadas en zonas m¨¢s bajas que el cauce fluvial. Revisar los planes urban¨ªsticos y contar con el dictamen de ge¨®grafos e ingenieros son medidas necesarias para intentar que la acci¨®n humana no incremente la voracidad de fen¨®menos meteorol¨®gicos como la gota fr¨ªa.
Atribuir al cambio clim¨¢tico situaciones que de forma recurrente se registran a principios del oto?o en el sureste es tan precipitado como enga?oso. Pero existen muchas probabilidades de que los gases de efecto invernadero contribuyan a que temporales de esta magnitud resulten cada vez m¨¢s frecuentes y de mayor intensidad. El calentamiento global propicia agudas olas de calor y prolongadas sequ¨ªas seguidas de virulentas inundaciones, situaciones que adem¨¢s de afectar gravemente a la agricultura suponen un desaf¨ªo para la cadena de producci¨®n de alimentos y para el propio medio ambiente.
Pese a que los servicios meteorol¨®gicos ven¨ªan anunciando la llegada de lluvias torrenciales con antelaci¨®n, la devastaci¨®n ha sido enorme. De ah¨ª la encomiable labor de evacuaci¨®n y rescate y las tareas de contenci¨®n de los torrentes realizadas por Protecci¨®n Civil, fuerzas de seguridad y el Ej¨¦rcito, obligados a desplegar un dispositivo sin precedentes.
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