El resac¨®n de la democracia
S¨¢nchez, a quien correspond¨ªa hacer Gobierno porque no hab¨ªa otra opci¨®n, no ha querido; tal vez tampoco ha podido
Hay algo, al menos algo, que probablemente nos vamos a ahorrar en esta repetici¨®n electoral: nadie va a definir el 10-N como ¡°la fiesta de la democracia¡±. Esa expresi¨®n habitual desde los ochenta, con la candidez emocionante de las primeras urnas libres en la Transici¨®n, se ha conservado como una letan¨ªa pero definitivamente esta vez ya no sirve. El 10-N no es la fiesta de la democracia sino m¨¢s bien un mal resac¨®n de la fiesta de la democracia; uno de esos despertares turbulentos del d¨ªa despu¨¦s, la desasosegante vuelta a la realidad despu¨¦s de la fiesta del 28-A, que se ha prolongado 150 d¨ªas. No va a haber suficientes blodimerispara que la ciudadan¨ªa sobrelleve el malestar, ni esl¨®ganes de campa?a. La inercia de 2015 est¨¢ muy agotada.
Como suele suceder con los resacones, se sabe perfectamente c¨®mo se ha acabado as¨ª. Nadie ignora, al despertar, cu¨¢les fueron los excesos; y al despertar del 28-A, nadie dudar¨¢ qu¨¦ malos combinados han impedido un buen final: S¨¢nchez-Iglesias, con un peligroso desprecio de los 42 esca?os del otro sin admitir nunca que con 123 no se puede tener un Gobierno a la carta; el c¨®ctel explosivo Rivera-S¨¢nchez, con una animadversi¨®n sobreactuada despreciando el centro para seducir a la derecha, sin aceptar reunirse siquiera hasta que el calendario result¨® ag¨®nico; el Casado-S¨¢nchez, con el tacticismo de regresar al bipartidismo ignorando la realidad multipartidista; el Iglesias-S¨¢nchez de un ego¡ Con todo esto, ?qu¨¦ pod¨ªa salir¡ bien? Pues la oferta para regresar a las urnas es la misma.
S¨¢nchez, a quien correspond¨ªa hacer Gobierno porque no hab¨ªa otra opci¨®n, no ha querido; tal vez tampoco ha podido, pero desde luego no ha querido. Y no querer es no poder. Sin duda resulta exagerado el apodo de yonquis electorales para ¨¦l e Iv¨¢n Redondo, pero la suya es un apuesta llena de v¨¦rtigo. En el jugador, como en el retrato dostoievskiano, hay una pasi¨®n peligrosamente autodestructiva, y ese es un temor que hoy recorre las filas socialistas: si S¨¢nchez, en cierto modo como Matteo Salvini con su fantas¨ªa estival de bloquear el Gobierno e ir a las urnas a pescar en r¨ªo revuelto, arriesga demasiado. Ah¨ª han naufragado muchos l¨ªderes. S¨¢nchez merec¨ªa gobernar despu¨¦s del 28-A, pero cu¨¢ntos pensar¨¢n ahora que ya no merece gobernar tras lo sucedido. Claro que tal vez le favorezca el n¨²mero de quienes puedan pensar que tampoco lo merecen cualesquiera de los otros, aunque ese no es precisamente un argumento muy estimulante.
Nadie va a esta cita como a la ¡°fiesta de la democracia¡±. Si algo no apetece a nadie en lo peor de un resac¨®n es que le llamen para repetir. Pero esa es la oferta, llena de riesgo: convocar a las tribus con el mismo tam-tam, sin ensayar siquiera mensajes bals¨¢micos de autocr¨ªtica a una ciudadan¨ªa que ve c¨®mo sus problemas, del paro y la desigualdad a la reforma educativa o fiscal, han de esperar por estrategias personalistas en la batalla del relato. Es verdad, como sosten¨ªa Edgar Morin, que la pol¨ªtica es el arte de lo incierto, pero la gesti¨®n del hast¨ªo es un terreno muy peligroso.
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