Palabrera
Reivindico la lexicograf¨ªa, el Scrabble y la acci¨®n p¨²blica de empollar
Deconstrucci¨®n no es una palabra pomposa, sino necesaria. Abogo por aumentar el n¨²mero de entradas de nuestros lexicones y no avergonzarnos de usar t¨¦rminos como lexicones, saponificaci¨®n o tergiversar, un verbo que se trasgiversa mucho. Con palabras se nombra la realidad y se comprende. Nos hace falta designar emociones, partes del cuerpo y ¨¢rboles. Aprender palabras ensancha el campo visual, y ensanchar el campo visual enriquece el acervo l¨¦xico. Construimos realidad y pensamiento. Limpiamos la casa y a la vez emborronamos sus l¨ªmites: esos son los peligros de nombres, verbos, met¨¢foras y silogismos. Alpendre, escorrent¨ªa, epanadiplosis, flebitis, m¨²sica... Reivindico la lexicograf¨ªa, el Scrabble y la acci¨®n p¨²blica de empollar. Lo cierto es que la gente redicha es ign¨ªfuga y resistente: no se puede andar por la vida con una mochila ¡ªcomo dicen ahora¡ª de 1.200 palabras. Por eso, quiero hablar del profesor Andreu Navarra, que ha publicado Devaluaci¨®n continua, libro en el que aprendemos qu¨¦ es el ciberproletariado. Me encanta. En el ¨¢mbito de las ciencias humanas, dar con la combinaci¨®n de t¨¦rminos o con el compuesto o derivado iluminadores es fundamental: fin de la historia, sociedad l¨ªquida, literatura can¨ªbal¡ Luego discutimos sobre la pertinencia ideol¨®gica de los constructos. Con su neologismo, Navarra alude a una generaci¨®n que se est¨¢ quedando sin l¨¦xico y, lo que resulta parad¨®jico, sin datos: quiz¨¢ por el exceso de est¨ªmulos, el descr¨¦dito de la memoria y por una falta de concentraci¨®n que se vincula con nuevos soportes, nuevos modos de lectura, la hegemon¨ªa audiovisual, pero tambi¨¦n con la desnutrici¨®n. Con la confusi¨®n entre el perfil pedag¨®gico y el psicoterap¨¦utico, y la necesidad de satisfacer instant¨¢neamente el placer. La entrevista que le concedi¨® a Berna Gonz¨¢lez Harbour plantea una inquietud que comparto: la de que cultura y educaci¨®n hayan dejado de ser ascensores sociales. Donde est¨¦ un buen culo, una lengua b¨ªfida o una metralleta, que se quite todo lo dem¨¢s. Intento no ser apocal¨ªptica, pero sentirme integrada atenta contra mi esencial optimismo transformador.
La segunda palabrer¨ªa es m¨¢s confortable. La Caja de las Letras del Instituto Cervantes acoge una exposici¨®n sobre palabras perdidas. El futuro aparentemente se acelera y las academias hacen el pino puente para adaptarse a laptops y whatsapps, mientras otras palabras se arrumban, y en ese arrumbamiento, m¨¢s all¨¢ de melancol¨ªas, hay una p¨¦rdida de realidad y sentido. Mar¨ªa S¨¢nchez lo cuenta en Tierra de mujeres colocando el foco sobre trabajadoras del medio rural, sus espacios, herramientas, cuidados. Los due?os de las palabras siempre han sido los otros ¡ªmodelos de virtud humana y profesional¡ª, y quiz¨¢ en el rescate de ciertos vocablos descubramos lo poco que han importado las cosas de mujeres. La exposici¨®n de las palabras perdidas nace de la artista zaragozana Marta P. Campo, que recoge cu?adez, cocadriz (femenino de cocodrilo) o bajotraer (abatimiento, humillaci¨®n). La muestra se cierra el 29 de septiembre. Yo, que me siento un poco bajotra¨ªda, saldr¨¦ de mis dormisqueos y me amalar¨¦ el noema. Porque, adem¨¢s, de incorporar novedades anglas y jugar con las piezas del museo, quienes usamos el lenguaje ¡ª?alguien se ha quedado fuera?¡ª tenemos derecho a mostrar lo mucho que nos importa, inventari¨¢ndolo, aprendi¨¦ndolo, acumul¨¢ndolo e invent¨¢ndonoslo, con mayor o menor fortuna, para hablar de sexo, iluminar lo no dicho, hacer pol¨ªtica o, incluso, circensemente, circunvalar la verdad.
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