Una paz lejana
La paz sigue siendo un objetivo remoto en Afganist¨¢n, pese a que se celebran elecciones como las presidenciales del s¨¢bado
Votar en Afganist¨¢n es un acto de hero¨ªsmo. Pese a los ataques de los radicales, los afganos lo llevan haciendo de forma tozuda y valiente desde las elecciones de 2004, tres a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de los talibanes. Y el s¨¢bado volvieron a acudir a las urnas para votar en unas presidenciales, desafiando las amenazas y los ataques que provocaron 4 muertos y 80 heridos (una cifra de v¨ªctimas inferior a la de las legislativas de hace un a?o, en las que fueron asesinadas 60 personas). Sin embargo, las elecciones son un espejismo porque este pa¨ªs de Asia Central, que encadena conflictos desde la invasi¨®n sovi¨¦tica de 1979, se encuentra muy lejos de haber logrado una democracia consolidada. Ahogado por la violencia, los afganos necesitan antes que nada la paz y esta sola se puede lograr a trav¨¦s de una soluci¨®n negociada, que actualmente parece muy lejana.
En uno de sus caracter¨ªsticos virajes en pol¨ªtica exterior, el presidente de EE?UU, Donald Trump, rompi¨® este mes unilateralmente ¡ªy por Twitter¡ª las conversaciones de paz que iban a mantener, bajo los auspicios estadounidenses, las autoridades afganas y representantes de los talibanes. La milicia radical controla una parte importante del pa¨ªs y ha demostrado que tiene capacidad para atentar en cualquier sitio. Para EE?UU, la guerra de Afganist¨¢n dura ya 18 a?os y ha quedado claro que no es capaz de derrotar a los talibanes, pero tampoco estos han vencido a los estadounidenses. En medio, la poblaci¨®n civil paga un precio terrible: en 24 de las 36 provincias del pa¨ªs se producen combates casi a diario y los muertos semanales se cuentan por decenas.
Sin embargo, pese a la violencia rampante, se siguen celebrando elecciones. Las l¨ªneas divisorias entre los pol¨ªticos son m¨¢s ¨¦tnicas y tribales que ideol¨®gicas. Entre los 18 candidatos, se han presentado se?ores de la guerra como el siniestro Gulbuddin Hekmatyar. Sin embargo, solo dos cuentan con posibilidades reales: el presidente, Ashraf Ghani, y el veterano Abdullah Abdullah, que ya se enfrentaron en las ¨²ltimas presidenciales. Abdullah es el primer ministro de un fr¨¢gil Gobierno de unidad nacional, que forzaron los estadounidenses hace cinco a?os, cuando las acusaciones de fraude estuvieron a punto de desencadenar un conflicto interno.
Las elecciones se han celebrado en un ambiente que no puede ser menos propicio: unos 2.500 de los 7.000 centros de votaci¨®n ni siquiera pudieron abrirse porque el Estado no pod¨ªa garantizar la seguridad. La participaci¨®n rond¨® el 20% y los resultados se esperan dentro de varias semanas. Aun as¨ª, unos dos millones de afganos superaron las amenazas para acudir a las urnas. La valent¨ªa y sed de democracia merece que la comunidad internacional busque activamente una salida a estos 40 a?os de guerras y que por fin puedan vivir, y votar, en paz.
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