El falso dilema de la estabilizaci¨®n
Las protestas sociales en nuestros vecinos del sur reflejan que autoritarismo no equivale a estabilidad
Cada vez que la situaci¨®n se tensa en la ribera sur del Mediterr¨¢neo, nuestros l¨ªderes se ven obligados a enfrentarse a una inc¨®moda interrogaci¨®n que ha definido gran parte de la pol¨ªtica exterior de pa¨ªses europeos a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. La semana pasada, en un clima de renovadas protestas contra la corrupci¨®n y el autoritarismo en Egipto, el presidente del Gobierno en funciones se reuni¨® en el marco de la Asamblea General de la ONU con el presidente del pa¨ªs ¨¢rabe. Las cr¨ªticas vertidas al respecto invitan a repensar nuestras preferencias, como pa¨ªs ribere?o, en el Mare Nostrum.
Espa?a y la Uni¨®n Europea llevan a?os, incluso d¨¦cadas, justificando su estrategia en el Mediterr¨¢neo Sur haciendo uso ¡ªy abuso¡ª del falso dilema entre estabilidad y democracia. Sus pol¨ªticas han sido censuradas como muestras de connivencia con reg¨ªmenes antidemocr¨¢ticos. Finalizada, al menos desde el punto de vista formal, la ¨¦poca de colonizaci¨®n, los hombres fuertes de los pa¨ªses vecinos articularon con relativo ¨¦xito dos f¨®rmulas insostenibles.
En el ¨¢mbito dom¨¦stico, los ciudadanos se compromet¨ªan a no exigir democracia a cambio de bienestar, en una suerte de contrato social impuesto desde el poder y, por tanto, nunca negociado. Hoy, estos reg¨ªmenes se muestran incapaces de satisfacer las necesidades b¨¢sicas de su poblaci¨®n: el Estado es omnipresente desde el punto de vista de represi¨®n, pero no cuando de provisi¨®n de servicios se trata. Las reformas, si las hay, son cosm¨¦ticas. Las ¨¦lites ¡ªmilitares o no, pero siempre con v¨ªnculos con Occidente como consecuencia de procesos globales de acumulaci¨®n de capital¡ª se benefician de lo poco o mucho que genera cada ineficiente econom¨ªa. El contrato autoritario ha pasado de supervivencia a cambio de silencio a muerte si no hay silencio.
En su di¨¢logo con los socios del Norte, los cirujanos de hierro aseguraban poder garantizar la estabilidad en el pa¨ªs y la regi¨®n. Los mecanismos que utilizaban para alcanzarla no ser¨ªan menester de Occidente. Ayer y hoy, la quietud de las costas y fronteras de estos pa¨ªses representa una obsesi¨®n. La prioridad es reforzar las instituciones de estos pa¨ªses: buen gobierno efectivo, no necesariamente buen gobierno participativo, siempre que las fuerzas de seguridad sean ejecutoras. Predomina el paradigma de paz liberal, que privilegia la creaci¨®n y refuerzo de instituciones con el objetivo te¨®rico de cimentar democracias. Nunca ha sido corroborada su validez. S¨ª que ha sido comprobado, no obstante, el efecto nocivo en funci¨®n de desigualdad cr¨®nica de las reformas neoliberales en el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo.
La err¨®neamente denominada primavera ¨¢rabe cuestion¨® la veracidad de ambas f¨®rmulas autoritarias. Tras meses de titubeos, la UE prometi¨® apoyar los procesos de democratizaci¨®n en el Mediterr¨¢neo Sur, con un particular ¨¦nfasis en sus sociedades civiles y en las verdaderas necesidades de las poblaciones. La enso?aci¨®n fue breve, y a medida que aumentaban las voces de Casandra en torno a ataques terroristas y fen¨®menos migratorios, se labraba una narrativa de securitizaci¨®n que priorizaba lo que Europa percib¨ªa como amenazas a su seguridad, a expensas de la dignidad y la seguridad humana de los residentes en reg¨ªmenes antidemocr¨¢ticos. La renovada popularidad del discurso de choque de civilizaciones reforzaba una visi¨®n descaradamente euroc¨¦ntrica y puramente reactiva.
La UE se ha escudado en la necesidad de un enfoque pragm¨¢tico cuando ha intentado justificar la pasividad frente a desmanes ajenos. ¡°Se habla de derechos humanos a puerta cerrada¡±, es la respuesta est¨¢ndar, que pocos cuestionan, conscientes de la importancia de la diplomacia multidimensional. Lo que cuestionan, sin embargo, cada vez m¨¢s expertos en pol¨ªticas euromediterr¨¢neas es la verdadera efectividad, coherencia y prioridad de aquellos mecanismos que los socios europeos destinan a la protecci¨®n de derechos fundamentales. Muy particularmente si contrastamos estos programas con las negociaciones en otros ¨¢mbitos, como el control de fronteras o la seguridad energ¨¦tica, que s¨ª son presentados y ejecutados como preferentes. Las cantidades de ayuda humanitaria que acaban en manos de reg¨ªmenes no democr¨¢ticos ponen en evidencia el archiconocido abismo entre ret¨®rica y pr¨¢ctica que persigue a Bruselas y otras capitales.
Las protestas en pa¨ªses como Argelia o Egipto, entre otras, nos obligan a abrir los ojos de nuevo a la realidad de que autoritarismo no equivale a estabilidad, mucho menos en el medio y largo plazo. Nos demuestran que los ciudadanos de nuestro vecindario no cesar¨¢n de exigir una justicia social que reg¨ªmenes reaccionarios, clientelistas e incapaces de reformarse no son capaces de certificar. Algo de lo que ya ser¨ªamos conscientes si prest¨¢ramos m¨¢s atenci¨®n y respeto a las sociedades y menos a la geopol¨ªtica y asunciones paternalistas. Otra de las lecciones que deber¨ªamos haber aprendido es que nuestro modelo puede no resultar atractivo o un¨ªvoco, raz¨®n de m¨¢s para atender a las demandas de nuestros vecinos del Sur. Ser¨ªa un grave error seguir percibiendo los descontentos y movilizaciones ajenos como muestras de inestabilidad social, no como se?ales de que el dilema es hoy entre l¨ªderes autoritarios y sostenibilidad.
Itxaso Dom¨ªnguez de Olaz¨¢bal es coordinadora del Panel de Oriente Pr¨®ximo y Norte de ?frica en la Fundaci¨®n Alternativas.
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