A espaldas del Parlamento
Los tribunales llevan cuatro siglos, por lo menos, rechazando las aspiraciones de los reyes a disponer de un poder absoluto. (¡) Aunque el acuerdo hist¨®rico de 1688-1689, que nos proporcion¨® la actual monarqu¨ªa constitucional brit¨¢nica, haya dejado un amplio margen a sus prerrogativas, todas ellas est¨¢n sujetas a dos principios: que no pueden ampliarse y que su utilizaci¨®n est¨¢ sometida al control judicial. Si el Estado de derecho significa algo, ha de ser esto.
Que la suspensi¨®n del Parlamento haya desatado esta crisis se debe a que la Corona dej¨® de gobernar a trav¨¦s de los ministros (¡) y son los ministros quienes gobiernan a trav¨¦s de la Corona. (¡) Todos los ministros del Gobierno tienen la condici¨®n de miembros del Consejo Privado de la Reina y como tales pueden hablar con ella, quien por convenci¨®n firma lo que le presentan para su aprobaci¨®n. Y eso es lo que ocurri¨® con la suspensi¨®n del periodo de sesiones parlamentarias. Como este proceso se hizo sin que lo supiera ni el Parlamento ni el pueblo, la primera noticia de que se suspend¨ªan las actividades parlamentarias, decisi¨®n revocada m¨¢s tarde por el Tribunal Supremo, se recibi¨® como un hecho consumado. (¡) No son formas de proceder en democracia.
Lo m¨¢s espectacular es la argumentaci¨®n de fondo. En esencia, dice que los efectos de la suspensi¨®n no eran los previstos constitucionalmente: se consegu¨ªa un il¨ªcito par¨®n parlamentario, largo e injustificado, sin importar la raz¨®n. No es f¨¢cil imaginar mayor indicio de mala praxis pol¨ªtica y es dif¨ªcil pensar en un momento m¨¢s adecuado para que el primer ministro implicado sintiera que su deber era dimitir. (¡)
La argumentaci¨®n del Gobierno de que este era un asunto exclusivamente pol¨ªtico y ajeno al poder judicial se convirti¨® en un gol en propia puerta al llegar al Supremo, que le respondi¨® que saltarse la ley por razones pol¨ªticas segu¨ªa siendo saltarse la ley. (¡) A la pretensi¨®n de que se estaban cuestionando procedimientos parlamentarios, los magistrados pacientemente le respondieron que el meollo era que se rechazaban actuaciones desarrolladas no en el Parlamento, sino a sus espaldas. (¡)
N¨²mero del 10 de octubre. Stephen Sedley fue juez del Tribunal de Apelaci¨®n de Inglaterra y Gales.
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