Problemas perros
Las autoridades en M¨¦xico nunca han actuado de un modo congruente y pr¨¢ctico ante la proliferaci¨®n de perros callejeros
Leo en la revista City Journal un art¨ªculo en el que Michael Hendrix, directivo del Manhattan Institute (uno de los m¨¢s reconocidos think tanks en materia de pol¨ªticas urbanas), se alarma de que en ciudades importantes de Estados Unidos, como San Francisco o Seattle, el n¨²mero de perros rebase al de ni?os en los hogares. Los estadounidenses, denuncia Hendrix, gastaron m¨¢s el a?o pasado en sus mascotas que en cuidados infantiles. Su texto cuestiona a esos j¨®venes profesionales que no tienen hijos pero se prodigan en consentir a un chihuahue?o y critica que las ciudades se conviertan en refugios de solteros con perrito en vez de ser espacios para familias con hijos.
Claro: esto puede ser muy cierto en sus rumbos, pero en M¨¦xico la cosa es diferente. Tenemos varios de esos que no quieren hijos sino mascotas entre nuestros j¨®venes profesionales, desde luego, pero ni hay tantos como en Estados Unidos (cosa de ver las cifras econ¨®micas), ni la situaci¨®n de los animales dom¨¦sticos en nuestro pa¨ªs puede compararse a la que propicia el boom de sobreprotecci¨®n estadounidense.
Seg¨²n el Inegi, en M¨¦xico viven alrededor de 18 millones de perros. De ellos, solo un tercio tienen casa y sustento. Los dem¨¢s son callejeros, ya sea porque sus due?os los echaron o abandonaron o porque ya nacieron en el arroyo. Eso nos deja una cifra impresionante, de m¨¢s o menos 12,6 millones de callejeros sueltos. Si vivieran todos juntos, representar¨ªan la segunda masa de seres vivos m¨¢s grande del pa¨ªs, solo por detr¨¢s de los habitantes de la Ciudad de M¨¦xico y muy por encima de cualquier otra comunidad.
Pero el problema no es solo ese n¨²mero estratosf¨¦rico, sino la certeza de sus p¨¦simas condiciones de vida. Los callejeros son animales que padecen, por lo general, existencias peligrosas y llenas de privaciones en comparaci¨®n con las que sobrellevan las mascotas, incluso aquellas condenadas a residir solo en azoteas o cocheras. Es decir, que est¨¢n dejados a sus medios, como animales salvajes, pero sin serlo. No debemos perder de vista que los perros no evolucionaron como los dem¨¢s mam¨ªferos. Se trata de una especie en cuya conformaci¨®n y expansi¨®n mundial los humanos hemos tenido una influencia absoluta. Y que, al ser abandonados, viven en un ecosistema en el que ocupan el lugar de par¨¢sitos (que se alimentan de sobras y basura) y de v¨ªctimas (de maltratos, atropellamientos y toda clase de crueldades). Claro que hay excepciones: esos legendarios perros que no son de nadie pero acaban, por simp¨¢ticos y diligentes, siendo cuidados por comunidades solidarias (vecindarios, escuelas, etc¨¦tera). Pero se trata solo de rarezas.
Las autoridades en M¨¦xico nunca han actuado de un modo congruente y pr¨¢ctico ante la proliferaci¨®n de perros callejeros. Abrumados por obligaciones m¨¢s acuciantes (que no faltan en un pa¨ªs en donde la mayor¨ªa de la poblaci¨®n sufre carencias), o sencillamente desinteresados, nuestros gobernantes no han pasado de intentar tibias campa?as de esterilizaci¨®n y, en algunos casos, hasta han cometido la salvajada de ordenar matanzas para ver si se quitan el problema de encima. La ¨²nica medida ¨²til, hasta ahora, la ha tomado la gente de a pie. Y hablo, s¨ª, de la creciente cultura de rescate y adopci¨®n, posibilitada y articulada por miles de particulares y algunas decenas de organizaciones civiles.
Resulta tan f¨¢cil criticarlos que a eso se dedica, todos los d¨ªas, una legi¨®n de troles en las redes, que reprochan el inter¨¦s de estas personas por rescatar animales "en vez de ni?os". Pero, claro, como quienes lo dicen tampoco rescatan ni?os (y porque en ese tema tambi¨¦n hay una ausencia hist¨®rica de acci¨®n oficial), el argumento no tiene mayor sentido. El d¨ªa en que un urbanista, en M¨¦xico, encuentre elementos para preocuparse de que tenemos demasiados perros bien cuidados y muy pocos ni?os en las ciudades parece francamente lejano. Entretanto, la gente que rescata animales y aumenta la conciencia que tenemos sobre ellos merece todo nuestro reconocimiento.
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