Democracia en llamas
Las protestas se degradan, a puntos en que lo ¨²nico visible es la rabia, la ira de los marchantes de cualquier nacionalidad
En Barcelona, en Hong Kong, en Ecuador y en Colombia, en Par¨ªs. Y en Chile mientras escrib¨ªa esta columna. Todos protestan. Lugares dis¨ªmiles, realidades m¨¢s que diversas, pero muchos aspectos comunes que tienen que ver con el bolsillo de los ciudadanos, la identidad y la ira y la incapacidad para contenerlas desde los diversos gobiernos.
En el Par¨ªs de los chalecos amarillos, cientos de miles le hicieron ver a Emmanuel Macron, despu¨¦s de 200 detenidos y 80 heridos, que el alza de impuestos y el aumento de los combustibles no iba a aceptarse. Le hab¨ªa ocurrido a Fran?ois Holland con los gorros rojos de su ¨¦poca, tambi¨¦n indignados con el impuesto a los camiones. La raz¨®n: dinero, el aumento en los costos de lo que se consume a diario y afecta las finanzas del ciudadano. La protesta fue violenta. Dur¨® 11 d¨ªas. Se vio el arco del triunfo en llamas, los mismos carros volcados y el miedo. Los manifestantes, de todas las vertientes. Resultado: Macron inicia un proceso de consultas por todo el pa¨ªs. Un gran di¨¢logo nacional.
En Hong Kong, j¨®venes y estudiantes, opositores, docentes, abogados con la cara cubierta y la cabeza protegida por sombrillas le reclaman a Carrie Lam contra un proyecto de extradici¨®n en el que quedar¨ªan bajo una justicia china que incluye torturas. La raz¨®n: identidad. Piden m¨¢s democracia y mantener su autonom¨ªa de China, sus derechos, su legislaci¨®n, su econom¨ªa y su libertad de expresi¨®n a pesar de ser una regi¨®n administrativa especial desde que dej¨® de ser colonia brit¨¢nica en 1997. La protesta se inici¨® en marzo con la participaci¨®n del librero Causeway Bay, detenido. Luego vino la marcha silenciosa de mil abogados, y hace poco una marcha de un mill¨®n. Empezaron los choques y los bloqueos y las autoridades llamaron terroristas o violento grupo de separatistas a los manifestantes enmascarados. Resultado: se teme ahora una intervenci¨®n militar tipo Tiananmen o lo deseable, concertaci¨®n.
En Ecuador, el Gobierno de Lenin Moreno retira el subsidio a la gasolina como parte de las medidas que deb¨ªa tomar para reactivar la econom¨ªa, seg¨²n receta del Fondo Monetario Internacional y debido al enorme endeudamiento heredado de su antecesor, Rafael Correa. A la protesta de transportistas e ind¨ªgenas que se tomaron las calles se le sumaron colectivos sindicales y de oposici¨®n, incluso cultivadores de hoja de coca que se alimentan de subsidios en las fronteras con Colombia. La raz¨®n: el bolsillo, el costo de vida, salarios que podr¨ªan verse afectados, d¨ªas de vacaciones recortados y otros m¨¢s de fondo pol¨ªtico. Eran los mismos que en otras protestas tumbaron los gobiernos de Lucio Guti¨¦rrez y Abdal¨¢ Bucaram. Len¨ªn Moreno traslad¨® el gobierno a Guayaquil y luego regres¨®, decret¨® el estado de excepci¨®n. El olor a llantas quemadas, una ciudad destruida, inusitadas im¨¢genes llenas de ira contra iglesias e instituciones sin distingo. Resultado: entr¨® la ONU, proceso de negociaci¨®n y a concertar la gradualidad de las medidas.
En Barcelona, las cosas tienen otra cara. Pero tambi¨¦n hechos comunes, sobre todo en la forma como se transforma la protesta. La raz¨®n: la condena de los independentistas catalanes, incluyendo a uno de los l¨ªderes de la Generalitat, Oriol Junteras, por sedici¨®n, en el proceso de refer¨¦ndum de 2017. Esta zona de Espa?a tiene su propio gobierno. El movimiento separatista ha reaccionado a la decisi¨®n judicial con bloqueos que incluyen la necesidad de cancelar m¨¢s de un centenar de vuelos, e incluso el cl¨¢sico Barcelona-Real Madrid, incendios en edificaciones de estudiantes. Desde Madrid Pedro S¨¢nchez pide tranquilidad y dice que actuar¨¢ con contundencia. Otros le piden tomar el control de Catalu?a. Resultado: Incierto.
Colombia. No hay mes sin protesta. Casi todas estudiantiles. La raz¨®n: algunas por presupuesto para la Universidad P¨²blica, otras contra la corrupci¨®n, m¨¢s recientemente por una reforma laboral en ciernes. Por unas cosas y por todas. Y no han sido pac¨ªficas. Como en otras naciones del mundo, ha ocurrido lo mismo: las protestas se degradan, a puntos en que lo ¨²nico visible es la rabia, la ira de los marchantes de cualquier nacionalidad, y entonces los gobiernos amenazan con reglamentar la protesta, los cuerpos antidisturbios se exceden y los procesos de concertaci¨®n y di¨¢logo aparecen como las ¨²nicas alternativas para recuperar la normalidad.
Discovery acaba de estrenar una serie que se llama ?Por qu¨¦ odiamos?, tratando de encontrar las ra¨ªces del odio, de la ira. El antrop¨®logo Bryan Hare se mete en ese mundo profundo y viejo de las ra¨ªces del odio en la humanidad, de las huellas de la violencia, para entendernos, encontrar salidas desde la comprensi¨®n y lo hace con un tema tan de nuestros d¨ªas, el bullying, en el primer cap¨ªtulo.
Mientras tanto, los analistas y profesores como David Runcinan, cuyo m¨¢s reciente libro recomienda Eduardo Posada Carb¨®, plantea serias reflexiones sobre el mundo que vivimos y c¨®mo pareciera que estamos ante el derrumbe de las democracias muy a pesar de las protestas y las movilizaciones que son la prueba m¨¢s contundente de la buena salud de las mismas.
Es una buena noticia que las mentes brillantes est¨¦n abordando desde la academia y los libros y las series con la claridad sobre las amenazas tecnol¨®gicas, de la inteligencia artificial, las redes y sus fakes, con la capacidad cr¨ªtica desinteresada frente a los elegidos populistas y aut¨®cratas de Venezuela y Estados Unidos y tantas otras partes, para volver ojal¨¢, a reinventar los espacios de discusi¨®n con los ciudadanos. Necesitamos encontrar maneras de darles herramientas para elegir gobernantes id¨®neos, pero tambi¨¦n para formarlos en maneras de imponerse sin violencia para defender sus derechos.
Qu¨¦ debemos hacer ante un acto de violencia. C¨®mo no caer en la propaganda que alimenta el odio, c¨®mo sembrar la capacidad de argumentar y respetar la diferencia. C¨®mo nos defendemos de los que nos abusan sin abusar de los dem¨¢s. C¨®mo tumbamos a los gobiernos sin llevarnos por delante la vida de los otros. La responsabilidad del fin de las democracias, si ese fin es una realidad, es de todos, gobernantes y ciudadanos por igual. Por ahora lo que se ve es una democracia en llamas.
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