Animalesca
Cuando ense?amos a hablar a los p¨¢jaros ponemos en su boca lo que dir¨ªa el Mr. Hyde que cada cual lleva dentro
Me interesan los animales que hablan. No me refiero a mi gato que hace uyuyuyuy o mi gata que, al sorprenderme preparando la maleta, emite un sonido de abierta contrariedad. No me refiero al loro amaestrado que suelta palabrotas. Cuando ense?amos a hablar a los p¨¢jaros ponemos en su boca lo que dir¨ªa el Mr.?Hyde que cada cual lleva dentro. Ese es el punto significativo: c¨®mo se expresan los animales dentro de narraciones y f¨¢bulas; Cipi¨®n y Berganza y La gatomaqu¨ªa; Dingo de Mirbeau o Mr. Bones en Tombuct¨²; los ratoncitos y Aristogatos de Disney; los dibujos animados de leones e hipop¨®tamos ¡ªalgunos mudos, pero muy humanos: la pantera rosa o el coyote¡ª; Babe, el cerdito valiente, que para huir de su destino como costilla asada se recicla como perro pastor; el zorro que sermonea en Anticristo de Von Trier; la hormiga hija de puta y la cigarra estupenda, reinventados en Los lunes al sol, y El Roto, super¨¢ndose a s¨ª mismo cuando una cr¨ªa de ping¨¹ino pregunta: ¡°Mam¨¢, ?d¨®nde est¨¢ el hielo?¡±. ¡°En la nevera¡±. En los Cr¨ªmenes bestiales de Patricia Highsmith ¡ªomnipresente en mis neuronas¡ª, las f¨¢bulas, g¨¦nero did¨¢ctico por antonomasia, se escapan de sus l¨ªmites y ¡°desense?an¡± atacando la m¨¦dula civilizatoria y revelando que la educaci¨®n puede ser una pr¨¢ctica que nos convierte en animales amaestrados.
En el extremo opuesto, ciertas educaciones duelen al reivindicar frente al sistema un lado salvaje y subversivo, o cr¨ªtico y racional, que agota y termina destruyendo a quien lo practica. Es m¨¢s c¨®modo comer unos chipsy beber un refresco azucarado mientras se ve un concurso en la televisi¨®n y se asume que Trump ha querido comprarse Groenlandia. Highsmith denuncia el ordenamiento social y sus codificaciones. Incluyendo las literarias. Frente a la ejemplaridad de los animales de las f¨¢bulas ¡ªant¨ªtesis del animal fabuloso¡ª, presenta ratas, elefantas, chivos que, con sus acciones violentas, expresan rencor de clase, raza, g¨¦nero, especie. Niega la posibilidad moral porque nuestra condici¨®n de seres vivos nos incapacita para desarrollar conductas convivenciales que atenten contra instintos b¨¢sicos; a la vez, la represi¨®n de esos instintos b¨¢sicos, en c¨®digos de Hammurabi, ceba a los poderosos y agrede a los d¨¦biles. Esa es la bestia. Ah¨ª duerme. En compras a cr¨¦dito y en la elecci¨®n ¡°libre¡± de colegios y hospitales privados. En su legitimaci¨®n de ciertos cr¨ªmenes, Highsmith impugna violencias m¨¢s profundas. En su amoralidad, Highsmith es una escritora moral que escribe f¨¢bulas deformadas para preguntarnos cosas que no nos hemos preguntado nunca porque nos da miedo¡
Los animales parlanchines, desde su mirada extra?ada, nos ponen en contacto con nuestra naturaleza bestial y a la vez subrayan la delgada l¨ªnea que divide domesticaci¨®n de educaci¨®n. Mientras tanto, el leopardo que se mimetiza con el paisaje pone en juego nuestra agudeza visual en Internet y, por morbo o mala conciencia franciscana, contemplamos la escualidez de los osos del Canad¨¢, los perros con el hocico atado, los linces abatidos y los gatos abrasados con salfum¨¢n por propietarios que cuidan la limpieza de sus chal¨¦s en Bunyola. Cuando leo estas noticias, pienso que merecemos ataques coordinados de p¨¢jaros en formaci¨®n. Gaviotas, cuervos. No ser¨ªa una mala respuesta a la pregunta pol¨ªtica que el acalorado ping¨¹inito le formula a su mam¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.