Adi¨®s a Margarita Seisdedos, la gran matriarca ¡®trash¡¯ que cambi¨® nuestra forma de entender la fama
La madre de la cantante Yurena (antes Tamara) ha fallecido a los 91 a?os y con ella desaparece una de esas figuras de la televisi¨®n de los primeros 2000 que cambiaron el panorama del coraz¨®n y calaron m¨¢s hondo de lo que parece
Margarita Seisdedos ha muerto a los 91 a?os. Reflejo alterado de la figura matriarcal que acompa?aba a su hija folcl¨®rica y le arrastraba los ba¨²les, la diferencia entre aquella escena flamenca y la de Margarita y su hija, Mar¨ªa del Mar Cuena (primero Tamara y actualmente Yurena) es que no se recorrieron tablaos, teatros ni salas de conciertos, sino los plat¨®s de televisi¨®n de una Espa?a que, en pleno a?o 2.000, estaba sentando las bases de como nos relacionar¨ªamos con la fama en el siglo XXI. Y esas bases las sentaron ellas dos.
La historia de Tamara en televisi¨®n es larga y digna de un guion que resultar¨ªa dif¨ªcil rodar, porque ning¨²n productor lo dar¨ªa por veros¨ªmil. Ilusionada desde joven por triunfar en el mundo de la canci¨®n, lleg¨® a Madrid a finales de los noventa con sus maquetas bajo el brazo y dio con una pandilla de aspirantes a famosos que entraron como un torrente en la parrilla televisiva de las televisiones privadas en el a?o 2000. Leonardo Dant¨¦s, Tony Gentil, Loly ?lvarez, Arlequ¨ªn¡ y en medio Tamara, una mujer que solo quer¨ªa cantar.
Hoy nadie cuestiona ese tipo de fama de Tamara y su madre: desde las Kardashian en Estados Unidos a los Matamoros en Espa?a, la fama por la fama cotiza, se valora y tiene su propia entrada en Wikipedia sin que nadie frunza el ce?o
Si Tamara perdur¨® mientras todos aquellos otros personajes cayeron en el olvido es porque hab¨ªa algo en ella que desarmaba: se lo cre¨ªa de verdad. Mientras todos los dem¨¢s se presentaban como hienas en busca de horas en televisi¨®n, Tamara se prestaba inocente y c¨¢ndida a lo que fuese esperando que, a cambio, le dejasen cantar alguno de sus ¨¦xitos (ning¨²n lector de m¨¢s de treinta a?os podr¨¢ negar que se sabe los estribillos de No cambi¨¦ o A por ti de memoria).
Su forma de hablar, de moverse y de vocalizar y un aspecto a medio camino entre un bautizo en Santurce y una impersonator de Leigh Bowery espant¨® al p¨²blico biempensante que compraba discos de Alejandro Sanz. Pero fascin¨® al resto: nunca hab¨ªamos visto a nadie as¨ª en televisi¨®n. Figuras como Alaska, Carlos Berlanga, Boris Izaguirre o Agatha Ruiz de la Prada la auparon a los cielos de la modernidad, en el underground madrile?o se le dedic¨® una exposici¨®n y La Luna de El Mundo o la revista Zero le dieron sus portadas. Hab¨ªa nacido el tamarismo, una corriente de pensamiento que dec¨ªa que no ten¨ªas que tener un talento especial para ser famoso, ¨²nicamente carisma.
Parte imprescindible de que todo aquello superase la condici¨®n de puro trash y tomase visos de fen¨®meno de culto fue la aparici¨®n de su madre, Margarita Seisdedos (su padre, que aparec¨ªa mucho menos en sus aventuras, respond¨ªa al encantador nombre de Floreal). Margarita comenz¨® como un sidecar que la acompa?aba en los plat¨®s a ser parte central de sus avatares.
Tamara/Yurena (se cambi¨® el nombre en 2006 por problemas legales con Tamara Valc¨¢rcel, la cantante de boleros) no solo profetiz¨® la fama del siglo XXI por ser famosa ¨²nicamente por su personalidad extra?a, tierna y cautivadora, sino porque su madre ayud¨® a romper la cuarta pared. Hoy damos ese m¨¦rito a S¨¢lvame, cuyas c¨¢maras entran y salen del estudio como si fuesen animales con s¨ªndrome de d¨¦ficit de atenci¨®n, pero si el espectador medio espa?ol supo c¨®mo era un plato por detr¨¢s fue gracias a Margarita Seisdedos, una persona tan magn¨¦tica que las c¨¢maras se giraban y se sal¨ªan del decorado para grabar sus reacciones cada vez que su hija se enfrentaba a una entrevista.
Seisdedos no era una mujer precisamente discreta. Salmantina recia y protectora, era habitual que los programas de coraz¨®n que invitaban a Tamara/Yurena se viesen interrumpidos cuando ella entraba en plano como un elefante en una cacharrer¨ªa para poner orden si los periodistas se propasaban con su hija. En un car¨¢cter muy de madre, que conectaba de forma espectacular con las madres que estaban en casa, ella no solo daba estopa para los colaboradores: a su propia hija tambi¨¦n. ¡°?T¨² no has venido aqu¨ª a esto!¡±, le grit¨® una vez mientras tiraba del brazo izquierdo de Yurena.
Era la televisi¨®n del a?o 2000: la barrera entre fama y anonimato ca¨ªa definitivamente. Nadie sab¨ªa por qu¨¦ Tamara y su madre eran famosas: no eran hijas, hermanas ni mujeres de nadie conocido
Mientras, de su brazo derecho tiraba un colaborador para que no se fuese. El espectador, claro, vibraba. Era la televisi¨®n del a?o 2000: la barrera entre fama y anonimato ca¨ªa definitivamente. Nadie sab¨ªa por qu¨¦ Tamara y su madre eran famosas: no eran hijas, hermanas ni mujeres de nadie conocido. Hoy nadie cuestiona ese tipo de fama: desde las Kardashian en Estados Unidos a los Matamoros en Espa?a, la fama por la fama cotiza, se valora y tiene su propia entrada en Wikipedia sin que nadie frunza el ce?o.
Tamara/Yurena fascinaba porque se cre¨ªa ese sue?o de verdad, ?pero por qu¨¦ despertaba tanto inter¨¦s su madre? Un poco por lo mismo: porque su cabreo siempre era aut¨¦ntico. Margarita, como ha contado infinidad de veces su hija, dej¨® su vida tranquila en Santurce (y se alej¨® tambi¨¦n de su marido) para acompa?ar a su hija y ayudarla a cumplir su sue?o de triunfar como cantante en la capital. Actuando como guardiana de los anhelos de su hija (como dec¨ªa W. W. Jacobs: "Ten cuidado con lo que deseas...") azotaba con su bolso a los enemigos de Yurena ¨Cseg¨²n la leyenda, nunca confirmada por la madre ni por la hija, con un ladrillo dentro¨C, les chillaba, les cerraba el portal en las narices. Y todo ese episodio contempor¨¢neo de slapstick era real. Si aquella extra?a pareja interesaba tanto era porque debajo de los gritos y los bolsazos hab¨ªa un amor maternofilial firme como unos cimientos. Y porque nada funciona en televisi¨®n como un sentimiento genuino.
En un car¨¢cter muy de madre, que conectaba de forma espectacular con las madres que estaban en casa, ella no solo daba estopa para los colaboradores: a su propia hija tambi¨¦n: ¡°?T¨² no has venido aqu¨ª a esto!¡±
Madre e hija desaparecieron temporalmente del ojo p¨²blico a mediados de la d¨¦cada pasada. Yurena, ya con su nuevo nombre y aparcando temporalmente su carrera musical, abri¨® un bar en el centro de Madrid. Los que fuesen a Glam Street, situado en la calle Manuela Malasa?a y hoy ya cerrado, recordar¨¢n que su gran atracci¨®n no era solo ver a Yurena, amable anfitriona que charlaba con todos los clientes, sino a su madre, que esperaba mano sobre mano en el almac¨¦n hasta altas horas a que el bar cerrase y acompa?ar a su hija a casa. Su ¨²ltima aparici¨®n en televisi¨®n tuvo lugar en 2012. Desde entonces Yurena, que ha participado en Supervivientes y Gran Hermano D¨²o y lleva una carrera bastante s¨®lida en el g¨¦nero dance que nadie hubiese predicho hace quince a?os, la ha recordado siempre en televisi¨®n y ha hablado sin tapujos del Alzheimer que sufr¨ªa.
Esta ma?ana Yurena anunci¨® la muerte de Margarita en sus redes sociales con un trist¨ªsimo mensaje. "Hoy mi vida ha estallado por los aires en millones de pedazos imposibles de recomponer", escribi¨® rota de dolor. Apenas horas despu¨¦s, lleva m¨¢s de 2.400 mensajes de apoyo y la noticia ha sido recogida por los principales medios de comunicaci¨®n. El adi¨®s a Margarita es inaudito para una mujer que llevaba siete a?os sin aparecer en televisi¨®n y que, cuando lo hac¨ªa, solo provocaba hilaridad. Hoy ya nadie se r¨ªe.
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