El eterno retorno del peronismo
El nuevo presidente argentino tendr¨¢ que encontrar un modelo estable de desarrollo econ¨®mico
Dentro de una semana, Cristina Kirchner podr¨ªa convertirse en la l¨ªder pol¨ªtica m¨¢s exitosa de la historia argentina. Despu¨¦s de completar dos mandatos presidenciales, proeza solo conseguida por Julio Roca y Carlos Menem, Cristina ser¨¢ elegida como vicepresidenta de la rep¨²blica. Su compa?ero de f¨®rmula, Alberto Fern¨¢ndez, fue designado por ella misma como candidato presidencial. La pregunta que atosiga a electores e inversores es: ?cu¨¢l de los dos gobernar¨¢?
La historia comparada ofrece algunas pistas. En Brasil, una rep¨²blica presidencialista y federal como la Argentina, la tradici¨®n ha sido que los vicepresidentes asciendan. Desde 1889, cuando se aboli¨® el imperio, ocho vicepresidentes se han tornado presidentes por renuncia o muerte de su superior. En Argentina, en cambio, la tradici¨®n es que los vicepresidentes renuncien. Aunque unos pocos han ascendido a la presidencia, otros han dimitido antes o al mismo tiempo que el presidente. Esto se produjo, por ejemplo, bajo las presidencias de los radicales Arturo Frondizi, Ra¨²l Alfons¨ªn y Fernando de la R¨²a. Brasil se ha caracterizado por tener presidentes ef¨ªmeros y vicepresidentes raudos; Argentina, al rev¨¦s. La naturaleza del peronismo, siempre vital y turbulento pero disciplinado detr¨¢s del poder, tambi¨¦n abona la hip¨®tesis de que el presidente ser¨¢ el jefe de gobierno real.
De ganar las elecciones, Alberto Fern¨¢ndez enfrentar¨¢ tres grandes desaf¨ªos. El primero es urgente: renegociar con los acreedores internacionales una deuda p¨²blica insustentable. El segundo es cr¨®nico: encontrar el modelo de desarrollo que le permita a Argentina aumentar la inversi¨®n y reducir la inflaci¨®n para superar su estancamiento secular. El tercero es pol¨ªtico: evitar que los dos desaf¨ªos anteriores deriven en estallidos sociales como los que asolan a Sudam¨¦rica estos d¨ªas. Esto demandar¨¢ un capital pol¨ªtico del que Fern¨¢ndez a¨²n carece. Para construirlo deber¨¢ satisfacer m¨²ltiples demandas financieras: la del FMI, que exigir¨¢ super¨¢vit fiscal; la de los gobernadores, que exigir¨¢n mantener sus fondos federales; la del kirchnerismo, que gobernar¨¢ la endeudada e hipertrofiada provincia de Buenos Aires (38% de la poblaci¨®n nacional), y la de la calle, que podr¨¢ sublevarse ante el 35% de pobreza y el 50% de inflaci¨®n que hoy se registra.
Pese a su fragilidad econ¨®mica, Argentina registra n¨²meros m¨¢s halag¨¹e?os en otras ¨¢reas. Es, despu¨¦s de Chile, el pa¨ªs menos violento de Am¨¦rica Latina. Sus 5 homicidios anuales cada 100.000 habitantes, la misma tasa que Estados Unidos, resplandecen frente a Uruguay (el doble), M¨¦xico (cuatro veces m¨¢s) y Brasil (seis veces m¨¢s). En Argentina, adem¨¢s, la violencia pol¨ªtica est¨¢ cercana a cero, en contraste con pa¨ªses como Colombia y M¨¦xico donde el asesinato de activistas y periodistas es moneda corriente. Argentina, adem¨¢s, sigue atrayendo inmigraci¨®n extranjera: aunque Bolivia, Paraguay y Per¨² tienen mayores tasas de crecimiento, bolivianos, paraguayos y peruanos siguen emigrando a Argentina ¡ªy no al rev¨¦s¡ª. Esto para no hablar de la paradoja venezolana, cuya di¨¢spora de baja calificaci¨®n laboral genera inestabilidad en los pa¨ªses contiguos mientras su emigraci¨®n calificada eleva el capital humano en los pa¨ªses del cono sur.
El contraste entre una Argentina socialmente apetecible y otra econ¨®micamente fracasada no puede durar para siempre
El contraste entre una Argentina socialmente apetecible y otra econ¨®micamente fracasada no puede durar para siempre. Hay dos opciones: o la econom¨ªa vuelve a alimentar el sue?o de un pa¨ªs de clases medias o el sue?o se romper¨¢, lanzando a la Argentina al precipicio de la desigualdad que caracteriza al resto del subcontinente. Si los estallidos en Ecuador y Chile muestran los l¨ªmites del crecimiento sin inclusi¨®n, la Argentina ya lleg¨® al l¨ªmite de la inclusi¨®n sin crecimiento. Y hasta los m¨¢s optimistas de los economistas admiten que de ese l¨ªmite no habr¨¢ regreso sin turbulencias. En 2020, si no antes, los costos del ajuste se har¨¢n sentir. El nuevo gobierno deber¨¢ crear amortiguadores sociales mediante acuerdos pol¨ªticos.
Aunque Fern¨¢ndez tiene fama de h¨¢bil negociador (o rosquero, como se llama en Argentina), enfrenta un escenario complicado. Deber¨¢, simult¨¢neamente, afirmar su liderazgo en el peronismo, dialogar con una oposici¨®n cuyo antiperonismo Macri ha exacerbado y mantener la paz social, para lo cual debe combinar la dosis justa de pol¨ªtica social, concesiones pol¨ªticas y autoridad policial. Cualquier exceso o error de c¨¢lculo podr¨¢ derivar en manifestaciones callejeras que, en Am¨¦rica Latina, son un factor permanente de inestabilidad presidencial.
El 10 de diciembre se cerrar¨¢ un ciclo hist¨®rico en Argentina: ser¨¢ la primera vez en 90 a?os que un presidente ni peronista ni militar termina su mandato constitucional. Detr¨¢s de esta buena noticia se esconde mucha incertidumbre y una sola certeza: si el peronismo es inevitable, demonizarlo es parte del problema y no de la soluci¨®n.
Andr¨¦s Malamud es investigador Principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa
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