El Bob Dylan de los apologetas del genocidio
Peter Handke, el ganador del Premio Nobel de Literatura de este a?o, es un defensor de Slobodan Milosevic, el presidente de Serbia que alent¨® una operaci¨®n genocida contra los musulmanes bosnios
Cuando viv¨ªa en Sarajevo, en Bosnia y Herzegovina, le¨ª los libros del escritor austriaco Peter Handke, me qued¨¦ agradablemente desconcertado por sus obras de teatro y vi las pel¨ªculas que escrib¨ªa. Me encant¨® el brillante vac¨ªo de su novela El miedo del portero al penalti. Me fascin¨® la belleza de la obra maestra de Wim Wenders Cielo sobre Berl¨ªn, en cuyo guion trabaj¨® ¨¦l.
A finales de los a?os ochenta, yo era joven y me obsesionaba la b¨²squeda de la inteligencia y la modernidad. Handke no solo parec¨ªa inteligente y moderno sino que adem¨¢s, como autor, estaba ampliando las fronteras de la literatura. Era el tipo de escritor en el que yo deseaba convertirme.
Sin embargo, las cosas cambiaron para ¨¦l y para m¨ª en 1991, cuando Eslovenia y Croacia se separaron de Yugoslavia. Ante el llamamiento del presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, el Ej¨¦rcito Popular Yugoslavo emprendi¨® una breve guerra en Eslovenia y luego otra mucho m¨¢s larga y sangrienta en Croacia, en la que arras¨® ciudades y cometi¨® todo tipo de atrocidades.
Reacios a permanecer en Yugoslavia, los habitantes de Bosnia y Herzegovina decidieron por mayor¨ªa proclamar la independencia en un refer¨¦ndum celebrado en 1992. Milosevic estall¨®. Su ambici¨®n nacionalista de crear una ¡°gran Serbia¡± requiri¨® una operaci¨®n genocida contra los musulmanes bosnios. Radovan Karadzic, uno de los colaboradores de Milosevic en Bosnia, llev¨® a cabo una campa?a de ¡°limpieza ¨¦tnica¡±, es decir, violaciones y asesinatos, expulsiones en masa, campos de concentraci¨®n y asedios. El Estado de Milosevic proporcion¨® toda la ayuda econ¨®mica y militar necesaria.
En julio de 1995, los serbios entraron en Srebrenica, una ciudad en el este de Bosnia, que hab¨ªa sido declarada zona segura y, en teor¨ªa, estaba protegida por un batall¨®n holand¨¦s bajo la bandera de Naciones Unidas. El general Ratko Mladic, jefe del Ej¨¦rcito serbobosnio, estuvo all¨ª celebrando la toma de la ciudad y declar¨® que era la victoria m¨¢s reciente en los 500 a?os de guerra contra ¡°los turcos¡±, un t¨¦rmino racista para designar a los musulmanes bosnios. Unas d¨ªas m¨¢s tarde, los soldados de Mladic asesinaron a 8.000 musulmanes bosnios y los enterraron en fosas comunes sin identificar.
La elecci¨®n del autor austriaco implica una concepci¨®n de la literatura a resguardo de los infortunios de la historia
No recuerdo c¨®mo ni cu¨¢ndo me enter¨¦ de que Peter Handke, cuya madre era eslovena, hab¨ªa decidido que las verdaderas v¨ªctimas de las guerras yugoslavas eran los serbios y que los Gobiernos y los periodistas occidentales ment¨ªan sobre ellos por odio.
Es posible que mi reacci¨®n inicial fuera de mera incredulidad ante la idea de que el escritor que hab¨ªa imaginado a los ¨¢ngeles en el cielo sobre Berl¨ªn cuidando de sus ciudadanos en la pel¨ªcula de Wenders pudiera pensar que los ¡°musulmanes¡± de la multi¨¦tnica Sarajevo estuvieran mat¨¢ndose a s¨ª mismos para culpar a los serbios y que las atrocidades en Srebrenica fueran responsabilidad de los dos bandos. Handke insist¨ªa en que el n¨²mero de bosnios asesinados se exageraba y los serbios estaban sufriendo tanto como los jud¨ªos en la ¨¦poca de los nazis.
Poco despu¨¦s de que terminara la guerra en 1996, Handke public¨® un libro titulado Un viaje de invierno a los r¨ªos Danubio, Save, Morava y Drina o Justicia para Serbia. Hab¨ªa descubierto una especie de pureza de dos mil a?os de antig¨¹edad en Serbia y la Rep¨²blica Srpska (la entidad serbia que se estableci¨® despu¨¦s de la limpieza ¨¦tnica dentro de Bosnia como consecuencia de loa Acuerdos de Paz de Dayton) y hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que la verdadera Europa solo exist¨ªa all¨ª.
Milosevic ten¨ªa tanto afecto a Handke que le otorg¨® la Orden del Caballero de Serbia por su compromiso con la causa. Incluso despu¨¦s de que el inmenso volumen de pruebas de los cr¨ªmenes cometidos por los serbios en Croacia y Bosnia (y, desde 1999, en Kosovo) condujera a la detenci¨®n y el procesamiento de Milosevic y sus secuaces tras la guerra, el apoyo de Peter Handke al carnicero de los Balcanes no remiti¨® jam¨¢s.
Milosevic le pidi¨® que testificara en su juicio en La Haya, pero Handke rechaz¨® amablemente la petici¨®n, aunque acudi¨® al juicio m¨¢s de una vez. Cuando muri¨® Milosevic, en 2006, Handke habl¨® en su funeral, ante un p¨²blico de 20.000 patriotas afligidos. En Belgrado lo consideran ¡°el amigo que los serbios no necesitaron comprar¡±.
Tras hablar en el funeral de Milosevic, en Belgrado lo consideran ¡°el amigo que los serbios no necesitaron comprar¡±
Fuera de las tierras puras de Serbia y la cabeza del se?or Handke, la responsabilidad de Milosevic y sus adl¨¢teres qued¨® establecida m¨¢s all¨¢ de toda duda razonable: Karadzic y Mladic fueron condenados a cadena perpetua por cr¨ªmenes contra la humanidad, cr¨ªmenes de guerra y genocidio.
Podr¨ªa tener la tentaci¨®n de pensar que aquellos cr¨ªmenes se han convertido ya en historia imposible de negar, pero los bosnios hemos aprendido por las malas que ¡°?Nunca m¨¢s!¡±, normalmente, quiere decir ¡°?Nunca m¨¢s, hasta la pr¨®xima vez!¡±. Es frecuente que nos encontremos con gente que no sabe nada, no quiere saber nada, piensa que es demasiado complicado o niega directamente lo que sucedi¨® en Bosnia y qui¨¦n tuvo la culpa.
Cualquier superviviente de un genocidio dice que no creerle o despreciar su experiencia es una forma de prolongar ese genocidio. El que niega el genocidio est¨¢ favoreciendo que vuelva a ocurrir. En cuanto a Handke, The Irish Times cont¨® as¨ª su reacci¨®n: ¡°Cuando los que le criticaban se?alaron que los cuerpos de las v¨ªctimas eran pruebas de las atrocidades serbias, el escritor respondi¨®: ¡®?Pod¨¦is meteros vuestros cad¨¢veres por el culo!¡±.
Tal vez los delirios inmorales del se?or Handke est¨¦n relacionados con su est¨¦tica literaria, su falta de confianza en la capacidad del lenguaje para representar la verdad, que acaba desembocando en la idea de que todo es igualmente cierto o falso. Su fracaso moral tambi¨¦n podr¨ªa interpretarse en el contexto de la interminable islamofobia europea, o del ¡°y t¨² m¨¢s¡± que considera que todas las partes de la antigua Yugoslavia fueron igualmente responsables de su desaparici¨®n, una teor¨ªa que encajaba muy bien con la aversi¨®n instintiva al imperialismo de Occidente que, en los sangrientos a?os noventa, nublaba las mentes m¨¢s excelsas de muchos c¨ªrculos europeos.
Ahora bien, incluso aunque se pudiera explicar el descarrilamiento moral de Peter Handke por su escepticismo intelectual o por su sentimentalizaci¨®n acr¨ªtica de los Balcanes, ligada a su historia familiar, cuesta comprender qu¨¦ pudo hacer que idolatrara a un monstruo como Milosevic.
Milosevic, un hombre gris del aparato cuya ambici¨®n estaba a la altura de su car¨¢cter sanguinario, se apoyaba en la maquinaria opresora de su polic¨ªa, su servicio secreto y sus paramilitares. Ten¨ªa la costumbre de ordenar el asesinato de sus rivales pol¨ªticos. Convirti¨® Serbia en una cleptocracia adicta a la guerra, arruin¨® su econom¨ªa, perdi¨® todas las guerras que libr¨® y fue derrocado por su propio pueblo en el a?o 2000. Para Handke, era ¡°un hombre m¨¢s bien tr¨¢gico¡± que hizo lo que habr¨ªa hecho cualquiera en su situaci¨®n.
Desde que Peter Handke decidi¨® entregarse a la causa perdida de Milosevic y Serbia, no he sido capaz de leer sus obras. Como buen bosnio, no soy tan europeo como los sabios suecos del Comit¨¦ del Nobel que le han otorgado el Premio Nobel de Literatura. Por eso me resulta imposible, una y otra vez, no buscar la conexi¨®n entre lo que escribe, por ejemplo, sobre un portero que padece ansiedad ante el penalti y su convicci¨®n de que los defensores de Sarajevo arrojaron una bomba sobre el mercado abarrotado para poder echar la culpa a los serbios.
Es evidente que no saber la verdad sobre Milosevic y el genocidio no ha sido un problema para el Comit¨¦ del Nobel
Las ideas pol¨ªticas de Handke invalidaron irreversiblemente sus ideas est¨¦ticas, y su adoraci¨®n por Milosevic invalid¨® sus principios ¨¦ticos. En el funeral proclam¨®: ¡°El mundo, el llamado mundo, lo sabe todo de Yugoslavia y de Serbia. El mundo, el llamado mundo, lo sabe todo de Slobodan Milosevic. El llamado mundo sabe la verdad... Yo no s¨¦ la verdad. Pero miro. Escucho. Siento. Por eso estoy hoy aqu¨ª, cerca de Yugoslavia, cerca de Serbia, cerca de Slobodan Milosevic¡±. Un escritor capaz de decir esas palabras no puede tener nada valioso que decir.
Es evidente que no saber la verdad sobre Milosevic y el genocidio no ha sido un problema para el Comit¨¦ del Nobel, que tiene el mandato, instituido por Alfred Nobel, de recompensar ¡°a la persona que haya producido en el campo de la literatura la obra m¨¢s sobresaliente en una direcci¨®n ideal¡±. Quiz¨¢ la literatura comprometida de la gran Olga Tokarczuk no sea, para ellos, m¨¢s que una m¨¢s entre muchas opciones est¨¦ticas y ¨¦ticas, del mismo valor que la obra de Handke.
Es posible que los respetados miembros del Comit¨¦ del Nobel est¨¦n tan dedicados a preservar la civilizaci¨®n occidental que, para ellos, una p¨¢gina de Peter Handke valga lo mismo que mil vidas musulmanas. O que en los exclusivos salones de Estocolmo, el portero ansioso de Handke resulte mucho m¨¢s real que una mujer de Srebrenica cuya familia fue aniquilada en la masacre.
La elecci¨®n de Peter Handke implica una concepci¨®n de la literatura a resguardo de los infortunios de la historia y las realidades de la vida y la muerte humanas. La guerra y el genocidio, Milosevic y Srebrenica, el valor de las palabras y los actos de un escritor en este momento hist¨®rico, pueden ser interesantes para los toscos plebeyos que han sufrido asesinatos y desplazamientos, pero no para quienes saben valorar ¡°un ingenio ling¨¹¨ªstico [QUE]ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana¡±. Para ellos, el genocidio pasa, pero la literatura es eterna.
En medio de una epidemia mundial de islamofobia y nacionalismos blancos, el Premio Nobel de Handke ha validado una est¨¦tica que no se inmuta por cuestiones de decencia, un proyecto literario cuyo valor deber¨ªa disolverse como un cuerpo en ¨¢cido ante la magnitud de los cr¨ªmenes que su autor a negado repetidamente y, por tanto ha respaldado. Handke es el Bob Dylan de los apologetas del genocidio. El Comit¨¦ del Nobel ha demostrado que sabe poco sobre la literatura y su verdadero lugar en este llamado mundo.
Aleksandr Hemon es escritor. Su ¨²ltima obra traducida en Espa?a es C¨®mo se hizo ¡®La guerra de los zombies¡¯. (Libros del Asteroide). Es profesor en la Universidad de Princeton.
? 2019 The New York Times Company
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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