Nubes

Soy una persona vulgar. He vivido la exhumaci¨®n de Franco como un triunfo personal y una victoria de la democracia. Cuando llegue el momento de discutir el destino de Cuelgamuros ¡ªque, en mi opini¨®n, nunca jam¨¢s, de ninguna manera, puede convertirse en un s¨ªmbolo de reconciliaci¨®n nacional¡ª, defender¨¦ mi postura, pero no consentir¨¦ que las nubes del futuro arruinen el cielo del presente. Quienes critican que la exhumaci¨®n ha sido un acto electoralista, podr¨ªan haberla llevado en su propio programa o facilitar, incluso, la formaci¨®n de un Gobierno que les habr¨ªa permitido colgarse la mitad de esa provechosa medalla. Quienes consideran que el destino de Franco no interesa a los ciudadanos de este pa¨ªs, desprecian los intereses de, al menos, decenas de miles de familias espa?olas que, con toda certeza, se sintieron reconfortadas por lo que pudieron contemplar el pasado jueves. Esas familias, con heridas en la memoria y muertos en las cunetas, habr¨¢n descifrado mejor que nadie la verdadera significaci¨®n del cementerio de Mingorrubio para los descendientes del dictador. Expertos en humillaciones, en derrotas, en fracasos, no se habr¨¢n dejado enga?ar ni por la chuler¨ªa, ni por la est¨¦ril arrogancia, ni por el fosilizado simulacro de los gritos de rigor. Por fin, los Franco han perdido, habr¨¢n entendido, y habr¨¢n entendido bien. Otra cosa es que la situaci¨®n por la que atravesamos haya revestido de urgencia esta operaci¨®n. Porque el 10 de noviembre hay elecciones. Porque existe la posibilidad de que la derecha sume y gobierne. Porque en ese caso, los Franco habr¨ªan vuelto a ganar. Tal vez, la bochornosa actuaci¨®n de los nietos del dictador sirva para incentivar a los votantes de izquierda. No es para menos.