La pacifista que valida la violencia
La actual presidenta de la ANC acaba de traspasar la raya que deslinda la civilizaci¨®n de la criminalidad discursiva
Conocemos a Jordi S¨¢nchez. Y sabemos, sin que nadie nos lo diga, que duerme mal. No por residir en la c¨¢rcel, sino por culpa de su sucesora en la presidencia de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie.
Jordi proclama desde siempre su religi¨®n pacifista. A fe que es deseable que pueda disfrutar de ella con los suyos con la escudella i carn d¡¯olla de Nadal hecha en casa. Como la abrumadora mayor¨ªa de sus consocios, que tambi¨¦n proclaman ¡°som gent de pau¡±. Al contrario, al alabar las consecuencias de la violencia, Elisenda, su actual presidenta, acaba de traspasar la raya que deslinda la civilizaci¨®n de la criminalidad discursiva.
Lo hace al modo c¨ªnico e inmoral de Quim Torra: apelando a la bondad de las movilizaciones ¡°en clave no violenta¡±. Para, acto seguido y sin reparar en la contradicci¨®n, ensalzar los ben¨¦ficos efectos de la violencia puesto que ¡°hace visible el conflicto en el exterior¡±: siempre, claro, que a quien le rompan la cabeza sea un humilde mosso o un discreto militante de base. Ni a ella, ni al presunto president.
Paluzie ensalza, jalea y aplaude la violencia en tanto que valida sus resultados seg¨²n el teorema maquiav¨¦lico de que el fin justifica los medios. Aunque Nicol¨¢s de Maquiavelo fue anterior al Estado de derecho, desde el que nada de lo que viole la ley ¡ªy menos mediante el uso de la fuerza no leg¨ªtima, que es toda, salvo la del Estado¡ª es permisible.
La violencia pol¨ªtica solo se despliega si los dirigentes sociales y pol¨ªticos la propugnan, amparan o la ¡°explican y entienden¡±, insiste el ensayista Nick Cohen. Y si, adem¨¢s, las fuerzas del orden se debilitan: como esto no sucede y como ning¨²n mosso temblar¨¢ si debiere arrestar legalmente a la ayatol¨¢ de la ANC, el ¨²nico peligro para la sanidad mental ciudadana es que ella y sus colegas subvencionados se dediquen a justificar hoy a violentos, ma?ana a sus mentores y luego a lo peor de esa ralea.
Ella y Torra rebasan ya toda decencia y todo l¨ªmite de la flexibilidad pol¨ªtica democr¨¢tica. Relajan el umbral de intolerancia social con los violentos. Normalizan la preeminencia protocolaria de batasunos como Arnaldo Otegi en el pati dels tarongers del Palau de la Generalitat, qu¨¦ blasfemia. Salieron en tromba contra la supuesta ¡°criminalizaci¨®n¡± por el Estado de unos presuntos fabricantes de artefactos explosivos acogidos a las sulfurosas siglas CDR. Y alaban el modelo secesionista esloveno, que procur¨® casi un centenar de muertos. Hozan en la desgracia letal ajena para procurar ventaja propia.
Por fortuna no exhiben el arrojo de colgar con esparadrapo en el pecho de cada discrepante una bomba explosiva con detonador, como frecuentaban aquellos terroristas del universo Terra Lliure que tambi¨¦n hac¨ªan visible el conflicto en el exterior, el ¨²ltimo escal¨®n en la escala a los infiernos de la miseria moral. Contrar¨ªan al conjunto de los catalanes, tambi¨¦n a sus seguidores bondadosos.
Los ofenden y humillan. Los gu¨ªan hacia un agujero negro, mortuorio y f¨²nebre.
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