Sin excusas

Diversos colectivos independentistas vienen amenazando durante las ¨²ltimas semanas con provocar disturbios en Catalu?a, y tal vez en el resto de Espa?a, coincidiendo con la jornada de reflexi¨®n previa a las elecciones generales que se celebran el pr¨®ximo domingo. Los planes podr¨ªan contemplar, incluso, la ocupaci¨®n de colegios electorales. Lleguen a materializarse estas amenazas o no, el simple hecho de dejarlas circular entre los ciudadanos convocados a las urnas constituye un ataque al sistema democr¨¢tico. No solo porque lo que se pretende es que el miedo est¨¦ presente en unas jornadas que deber¨ªan transcurrir libres de toda coacci¨®n, sino tambi¨¦n porque lo que queda demostrado es que para el secesionismo existen objetivos pol¨ªticos que pasan por encima de la voluntad de los ciudadanos. Dicho en sus propios t¨¦rminos: si amenazan con alterar un proceso electoral regulado por leyes que obligan a todos es porque esto no va de democracia, sino de independencia. Y va de independencia por las buenas o por las malas.

Ante una amenaza de estas caracter¨ªsticas, no es concebible que la oposici¨®n haga responsable al Gobierno de los eventuales disturbios, intentando capitalizar como apoyo electoral para su opci¨®n el riesgo al que se podr¨ªan enfrentar las elecciones mismas. Adoptar esta posici¨®n equivale a llevar el ventajismo hasta extremos en los que resulta imposible distinguirlo de la deslealtad con el sistema constitucional. Los responsables de cualquier ataque contra instituciones y procedimientos democr¨¢ticos son ¨²nica y exclusivamente quienes lo perpetran, y nada justifica buscar excusas para no cumplir con el propio deber en la suposici¨®n de que, si lo necesita, el Partido Socialista hoy en el Gobierno alcanzar¨¢ pactos pol¨ªticos con fuerzas partidarias de la secesi¨®n para revalidar su mandato. Si, en opini¨®n de la oposici¨®n, estos pactos potenciales son el mayor peligro que acecha al sistema constitucional, en su mano estuvo haberlo conjurado sin necesidad de llegar a estas nuevas elecciones. En el caso de Ciudadanos bastaba con no haberse enrocado en la obsesi¨®n de quim¨¦ricos sorpassos, y en el del Partido Popular con haber ofrecido desde su posici¨®n minoritaria la abstenci¨®n que reclamaba desde la mayoritaria.

El hecho de albergar dudas sobre la respuesta de un Govern presidido por Quim Torra, y sostenido por la ambig¨¹edad de ERC, cuyas declaraciones no mantienen correspondencia con sus acciones, no es tampoco excusa para fingir que no existe, obviando la obligaci¨®n pol¨ªtica de interpelarlo en el Parlament y en los actos de campa?a. En este caso, no se trata solo de que le corresponda la competencia de orden p¨²blico en Catalu?a, sino tambi¨¦n de que los disturbios con los que amenazan los grupos con los que comparte el objetivo pol¨ªtico de la secesi¨®n buscan interferir unas elecciones. Desde el momento en que los partidos que sostienen el Govern tambi¨¦n concurren a ellas, est¨¢n obligados a dejar muy claro si mantienen el compromiso de hacerlo en las mismas condiciones que los dem¨¢s o, por el contrario, est¨¢n dispuestos a aceptar la ayuda de quienes amenazan la jornada de reflexi¨®n y tal vez los colegios electorales. Para el Govern, el dilema no es cuesti¨®n de palabras, sino de dar instrucciones precisas a los Mossos y de respaldarlos y ampararlos una vez que act¨²en.