Una soluci¨®n pol¨ªtica para Catalu?a

S¨ª, la cuesti¨®n catalana reclama una soluci¨®n pol¨ªtica. Pero algunos enhebran esa idea como suced¨¢neo de una salida ilegal, fuera de la Constituci¨®n, unilateral, por la v¨ªa de hecho: que imponga el eco de la nutrida minor¨ªa secesionista muy activa a la mayor¨ªa social. No. Toda soluci¨®n debe encauzarse desde el orden y la ley, incluso para reformarla.

Proclaman que el refer¨¦ndum del 1-O era un mandato. Y al tiempo que hay que celebrar otro. Ergo, no ser¨ªa tal mandato.

Hubo una (estrecha) ventana de oportunidad para una consulta referendaria: la que dise?¨® el malogrado profesor Francisco Rubio Llorente en EL PA?S (Un refer¨¦ndum para Catalu?a, 8-10-2012), mediante la transferencia puntual de la competencia estatal para convocarlo, a la Generalitat. Aunque no concitaba mayor¨ªa entre los constitucionalistas: para unos, no pod¨ªa votarse la ruptura del Estado; otros exig¨ªan consultar a todos los espa?oles.

La rendija dur¨® un suspiro. Cuando Jordi Turull, Josep Rull y Marta Rovira ¡ªlos tres, hoy, en fuera de juego¡ª la plantearon al Congreso (8-4-2014), la idea ya estaba carcomida y era inviable. ?Por qu¨¦?

A causa de la deslealtad del liderazgo soberanista, que apost¨® desde el inicio del proc¨¦s por la opci¨®n ilegal: lo ideal era ¡°primero intentarlo de acuerdo con las leyes, y si no puede ser, hacerlo igualmente¡±, sosten¨ªa Artur Mas a finales de 2012. M¨¢s a¨²n: en diciembre de 2013 ya formul¨® la pregunta de la consulta sin consenso, mientras iniciaba las ¡°estructuras de Estado¡± y creaba el Consell de la Transici¨®.

As¨ª que el refer¨¦ndum jam¨¢s se plante¨® ¡°sobre¡± una opci¨®n de independencia sino ¡°para¡± la misma: lo que aboc¨® a las malhadadas consultas del 9-N de 2014 y el 1-O de 2017, en desaf¨ªo a la legalidad y a su guardi¨¢n, el Tribunal Constitucional

Es as¨ª el ejemplo exactamente contrario al escrupuloso legalismo y pactismo registrados en Quebec y en Escocia.

La propuesta de un nuevo refer¨¦ndum resucitada en esta campa?a carece pues de recorrido. Pero tampoco la pasividad; ni la mera conservaci¨®n del orden p¨²blico ¡ªque es una pol¨ªtica de mayor cuant¨ªa y a veces de perentoria necesidad¡ª; ni menos a¨²n la del subvertidor recorte auton¨®mico injustificado resuelven el malestar pol¨ªtico catal¨¢n. Que no est¨¢ acotado a los dos millones de (respetables) indepes. Ser¨¢nsalidas, no ninguna soluci¨®n de largo plazo.

La mejor propuesta ha sido la de la vuelta al di¨¢logo intracatal¨¢n: a la mesa de partidos en el Parlament, para forjar conclusiones transversales luego trasladables al nivel espa?ol. No solo focaliza bien la prioridad, pues recomponer la cohesi¨®n de la fracturada sociedad catalana es esencial y previo a todo. Sino que devuelve el drama a su origen: si Mas lo export¨® a Madrid fue para acallar mediante el enemigo exterior (¡°Espa?a nos roba¡±) las protestas internas por sus campeon¨ªsimos recortes sociales.

Y claro que hay soluciones: un nuevo Estatut; una adicional a la Constituci¨®n; la ¡°mutaci¨®n¡± de Miguel Herrero de Mi?¨®n; la f¨®rmula Molins/Vila... Mejor autogobierno. M¨¢s responsable.