?ltima oportunidad para la nueva generaci¨®n de pol¨ªticos
La gente no quiere que se la movilice en contra de nadie, quiere que se le resuelvan sus problemas
Hoy toca cumplir con el deber de votar. Costar¨¢, porque hemos sido arrastrados a unas elecciones que casi nadie deseaba. Nos queda el vano consuelo de que quienes nos han llevado hasta aqu¨ª ya deben de estar arrepentidos de no haber hecho m¨¢s por evitarlo. Siempre seg¨²n las encuestas, ni Pedro S¨¢nchez ni Pablo Iglesias obtendr¨¢n el resultado esperado, y Albert Rivera se enfrenta a un escenario que puede arruinar su fulgurante carrera pol¨ªtica. Incluso Pablo Casado, quien parec¨ªa que s¨ª iba a tener motivos para la alegr¨ªa, al final acabar¨¢ maldiciendo la frivolidad con la que apoy¨® la normalizaci¨®n de Vox. Porque, muy probablemente, en el ¨²nico lugar en el que esta noche se celebrar¨¢ el resultado electoral ser¨¢ en los cuarteles de este partido. Volver a las urnas para que el vencedor relativo acabe siendo la extrema derecha es hacer un pan como unas tortas.
El hecho objetivo es que la regeneraci¨®n de los liderazgos pol¨ªticos de la Espa?a poscrisis presenta un balance en claros n¨²meros rojos. Y no lo digo solo por su incapacidad para facilitar la gobernabilidad. No recuerdo ning¨²n otro momento desde la Transici¨®n en el que la polarizaci¨®n entre facciones pol¨ªticas haya copado de tal manera la esfera p¨²blica. Desde mi percepci¨®n como ciudadano de a pie, y dejando de lado el conflicto catal¨¢n, esto no se traslada para nada a la gente corriente. En la calle, en los grupos de amigos o en los centros de trabajo se podr¨¢ debatir con m¨¢s o menos ah¨ªnco, pero no hay esa confrontaci¨®n guerracivilista que nos escenifican los actores pol¨ªticos. Con la excepci¨®n, claro est¨¢, de las redes sociales, donde hay verdaderos profesionales de la confrontaci¨®n.
Puede ser una percepci¨®n falsa, pero la gente no quiere que se la movilice en contra de nadie, quiere que se le resuelvan sus problemas; o sea, que se gobierne. Lo que obtiene, por el contrario, es un manual de guerra cotidiano sobre c¨®mo encontrar motivos para odiar al adversario.
Perseguir el inter¨¦s general, eso que deber¨ªa incumbir a todos, ha quedado como una aspiraci¨®n anacr¨®nica. Parece como si la pol¨ªtica no consistiera en eso, en buscar el adecuado ajuste entre intereses contrapuestos. Se trata m¨¢s bien de que las opciones de unos machaquen a las de los otros; que no se respete a quienes no compartan nuestras opiniones; que, en suma, no haya victoria sin derrota. El problema es que nadie, ning¨²n bloque, va a conseguir la mayor¨ªa suficiente para poder aplastar al contrario. Y esto es lo que volver¨¢ a sacarles de quicio, en un sentido literal: esta generaci¨®n de pol¨ªticos no sabe hacer pol¨ªtica que no sea adversaria. Si no son capaces de aprenderlo, que hagan mutis por el foro, pero que no vuelvan a delegar en nosotros su propia incompetencia.
Pero yo no soy nadie para pronunciarme en nombre de los ciudadanos. Son ellos a los que hoy habremos de escuchar. Uno de esos raros momentos en los que les toca ser protagonistas, no a quienes se arrogan el hablar en su nombre. Raz¨®n de m¨¢s para no quedarse en casa. ?Vote!
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