Constantes vitales

A VECES ME pregunto cu¨¢ntos difuntos hay en Madrid, no en el cementerio, claro, sino en sus propias casas. Quien dice Madrid dice Barcelona, Valencia, Bilbao, etc¨¦tera. Es mucha la gente que fallece en su domicilio sin que nadie lo advierta hasta pasados unos meses, incluso unos a?os. Guardo en la memoria el caso de una se?ora que se muri¨® en el sof¨¢ del sal¨®n, viendo un programa de Tele 5 sin posibilidad alguna, l¨®gicamente, de cambiar de canal. As¨ª permaneci¨® la pobre todo ese tiempo. Piensa uno que no es lo mismo, aunque est¨¦s difunto, tragarse la programaci¨®n de un canal de pago, con su cine de calidad y tal, que la de uno generalista, con Bel¨¦n Esteban a todo trapo. A lo mejor, el purgatorio consiste en pasar una temporada viendo S¨¢lvame o Supervivientes por cruel que nos parezca. Pero mucho mal tendr¨ªa que haber hecho en vida esa mujer para merecerse tal castigo. Quiz¨¢, en fin, no fuera m¨¢s que un accidente.

El caso es que desde entonces no ha dejado de multiplicarse este tipo de sucesos. El ¨²ltimo ocurri¨® en una vivienda del bloque de pisos de la foto, situado en el distrito de Ciudad Lineal, de Madrid. La muerta tard¨® en ser descubierta 15 a?os. Un r¨¦cord. Gracias a la humedad del cuarto de ba?o, donde se hall¨® su cuerpo, y a un ligero flujo de aire, procedente de una ventana entreabierta, su cuerpo se hab¨ªa momificado. Durante todo ese tiempo sigui¨® cobrando la pensi¨®n de jubilaci¨®n y pagando los recibos de la luz, agua, etc¨¦tera. En otras palabras, sus constantes vitales, desde la l¨®gica capitalista, funcionaban. De ah¨ª que no se le emitiera el certificado de defunci¨®n.