M¨¢s que soluciones, tratamientos
El pueblo catal¨¢n tiene derecho a la autodeterminaci¨®n, pero no a la secesi¨®n
Los problemas pol¨ªticos no tienen soluci¨®n, entendida esta como verdad que convence, por mucho que echemos mano de la ¨¦tica del discurso. Son insolubles. Como mucho, tienen alg¨²n arreglo, siempre inestable e insatisfactorio. Es decir, tienen tratamiento. Por eso, proclamar que ¡°esa no es la soluci¨®n¡± es una obviedad pedestre disfrazada de pensamiento, y encima sugiere que s¨ª existe una. Facil¨®n.
Si hay violencia hay conflicto. Y si hay conflicto hay que dialogar. A calz¨®n quitado. No hay que aplicar la ley ni judicializar. Malo. L¨®gica caprichosa que se aplica cuando conviene al intelectual de turno. Y todav¨ªa quedan. Muchos. A pesar de ETA.
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Pacta sunt servanda: hay que respetar lo acordado. Se clasifique esta afirmaci¨®n perentoria como Derecho, como Pol¨ªtica o como ?tica, la consecuencia es la misma. Sin ese suelo no hay arreglo posible salvo el que proporcionan las v¨ªas de hecho. Y por esas v¨ªas comparece siempre Carl Schmitt. Mala compa?¨ªa. Volver a hablar de Weimar. Ominoso. Pero hablamos. Por algo.
Dado que la identidad nacional es una construcci¨®n social, las sociedades y los individuos pueden sumar y mezclar identidades en su almario y ser plurinacionales. El nacionalismo lo niega y dice que solo se puede tener una. O que solo se debe, que para ¨¦l es lo mismo. Confunde su propia prescripci¨®n prejuiciosa con una descripci¨®n emp¨ªrica de su sociedad. Por eso es reduccionista y denigratorio, dec¨ªa Amartya Sen.
Los l¨ªmites del lenguaje son los l¨ªmites de la reflexi¨®n. Por eso esta no avanza cuando los m¨¢s se empe?an en hablar de Catalu?a o Espa?a como sin¨¦cdoques de millones de personas diversas. Un razonamiento pol¨ªtico con un exceso de met¨¢foras en un mal discurso pol¨ªtico salvo que solo se desee confundir, sugestionar y enardecer al respetable. Lo advirti¨® Locke.
La Constituci¨®n vigente arregl¨® de forma razonable para una buena temporada la cuesti¨®n de la plurinacionalidad en Espa?a. Claro que no pudo contentar a los que nunca querr¨¢n ser contentados, pero s¨ª abri¨® un amplio terreno de libre reconocimiento para la variopinta sociedad que vive en este territorio.
El nacionalismo catal¨¢n no encuentra arreglo para la plurinacionalidad de su sociedad porque no la reconoce, o no le gusta, que viene a ser lo mismo. Ese es su conflicto, que pretende transformar en conflicto de todos. Con bastante ¨¦xito, por cierto. Ahora tenemos a Vox.
Reducir el conflicto a su ¨¢mbito y su l¨ªmite propios es condici¨®n para poder pensar en su arreglo. Transformarlo en un conflicto del resto de la sociedad espa?ola es la tentaci¨®n en que caen una y otra vez unas derechas e izquierdas espa?olas a la b¨²squeda de argumentos para desprestigiarse mutuamente. Simplemente bobos. Autodestructivos.
El nacionalismo catal¨¢n ha intentado con porf¨ªa y durante treinta a?os homogeneizar culturalmente a su poblaci¨®n para crear una pista de despegue a la independencia. Que la mitad de esa sociedad rechace la independencia todav¨ªa hoy es una prueba de la fuerza del gusto por la libertad del ser humano. O del capricho. O de la inercia resiliente de lo hispano.
El error del sistema auton¨®mico espa?ol en su desarrollo fue el de igualar por el m¨¢ximo a todos los autogobiernos, cegando la v¨ªa m¨¢s f¨¢cil para dar satisfacci¨®n parcial a los nacionalismos fuertes, la de reconocerles una diferencia de grado de gobierno. En su descargo puede decirse que cedi¨® a la pasi¨®n por la igualdad, un gusto siempre noble. Ahora tiene mal arreglo.
Ceder, ceder algo. Pero el privilegio entendido en su etimolog¨ªa primera (ley particular) termina por producir privilegio en su sentido m¨¢s moderno (ventaja arbitraria); de ah¨ª el peligro de adentrarse por esa v¨ªa de arreglo, la de los derechos hist¨®ricos y las mutaciones constitucionales. V¨¦ase Euskal Herria.
La tentaci¨®n de los bellos dise?os. Pero es que construir modelos normativos de federalismo sim¨¦trico, asim¨¦trico, o mediopensionista es muy f¨¢cil. Como de segundo de Pol¨ªticas. Lo dif¨ªcil es compatibilizar el federalismo con el soberanismo y con la deslealtad. La verit¨¢ effettuale della cosa, ese es el reto. Siempre lo ha sido.
El pueblo catal¨¢n tiene derecho a la autodeterminaci¨®n, c¨®mo no. Todos los pueblos lo tienen. Lo dicen los textos internacionales b¨¢sicos. Pero tambi¨¦n dicen que ese derecho no incluye el de secesi¨®n. Lo sabe ya hasta el m¨¢s tonto. Hacer desde un Gobierno en ejercicio como que no es as¨ª es una noble mentira de las de Plat¨®n. Aunque no tan bien intencionada.
Que la secesi¨®n no sea un derecho no implica necesariamente que no deban explorarse sus condiciones de posibilidad en una sociedad abierta. Pero esto no suceder¨¢ nunca bajo amenaza y mientras no se generen islas de confianza, como dec¨ªa Hannah Arendt que necesitaba el futuro de cualquier sociedad. Y la promesa convertida en ley es la mayor isla de confianza que la humanidad ha inventado para sobrevivir en libertad.
As¨ª que¡ de vuelta al Derecho.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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