R¨ªo revuelto (Barrio Veracruz, Bogot¨¢)
Siguen los cacerolazos para que sea obvio que ya no nos rige el miedo, ni la rabia, sino el derecho al pa¨ªs de todos de la Constituci¨®n de 1991

Mientras escribo, un helic¨®ptero sobrevuela este barrio pac¨ªfico, y com¨²n y corriente, que lo ¨²nico que hizo anoche fue cantar al ritmo de las cacerolas: ¡°Despierte, Duque, despierte, mire que ya amaneci¨®...¡±. Y es claro que hoy en d¨ªa no hay un eufemismo mejor que ¡°las autoridades¡±. Pues han sido ¡°las autoridades¡± las que se han negado a reconocer que las protestas sociales de estos d¨ªas ¨Cque empezaron el jueves pasado con el gigantesco paro nacional¨C han seguido siendo manifestaciones alegres y valientes y justas a pesar de los saboteos de los encapuchados a sueldo, los saqueadores por oficio, los agentes bestiales de la polic¨ªa antimotines y los caudillos megal¨®manos e imperdonables que han querido pescar en r¨ªo revuelto el predominio que perdieron en las pasadas elecciones.
Si hubiera que resumir en una frase las elecciones regionales del domingo 27 de octubre, como puede resumirse una buena historia, dir¨ªa que fueron una esperanzadora derrota de los viejos fundamentalismos colombianos: ¡°Yo o cat¨¢strofe¡±. Si uno se fija con cuidado en los hechos de esta semana, ve que fueron los pol¨ªticos vencidos en las urnas, amos y se?ores de cultos de una sola mente, quienes trataron de apropiarse tanto de la indignaci¨®n de los manifestantes como del p¨¢nico de los atrincherados en sus casas. Creo que les sali¨® al rev¨¦s. Creo, sobre todo, que los escalofriantes aliados del Gobierno se lo apostaron todo a convertir al paro en el enemigo que hab¨ªan estado buscando. Pero que les sali¨® mal porque la ciudadan¨ªa puso en evidencia sus mentiras ¨Ccon tel¨¦fonos y corajes¨C una y otra vez.
Ya no sirven los clich¨¦s de ¡°las autoridades¡± como ¡°crearemos una comisi¨®n¡± o ¡°investigaremos hasta las ¨²ltimas consecuencias¡± porque en las redes est¨¢n ¨Cpor ejemplo¨C el fino tuit con el que un gobernador desmiente las noticias falsas de un expresidente; la burda estrategia para llenar de p¨¢nico a la ciudadan¨ªa durante el toque de queda del viernes; el asesinato del estudiante Dilan Cruz en el barrio Veracruz de Bogot¨¢; la verificaci¨®n, de Amnist¨ªa Internacional, de las agresiones salvajes a ciertos manifestantes por parte de ciertos miembros del escuadr¨®n antidisturbios, y el video tembloroso en el que un polic¨ªa cabizbajo se para en un and¨¦n con un celular en el que se lee ¡°sin violencia¡± y ¡°lo sentimos¡±: ¡°Gracias por protestar por nosotros¡±, les dice, atrapado en el juego de ¡°las autoridades¡±, a un par de muchachos de su edad.
¡°Somos un Gobierno que escucha¡±, ha dicho el presidente, como si escuchar fuera repetir un condescendiente ¡°aj¨¢¡±, mientras pasan frente a sus narices los peores vicios de la historia de Colombia ¨Cla represi¨®n, la intimidaci¨®n, la estigmatizaci¨®n¨C para que no quepa duda de que aqu¨ª el poder no ha sido poder, sino violencia. Solo queda la fuerza cuando se pierde la autoridad. Solo se recobra el mando, as¨ª se tenga una respuesta para todo, cuando se consigue leer ¨Cy reconocer¨C lo que la sociedad est¨¢ diciendo. Se vot¨® en octubre contra refundadores de la patria, metedores de miedo y soberbios. Y, en una escena nueva para un pa¨ªs en el que la protesta son¨® siempre a ¡°toma comunista¡±, siguen los cacerolazos alegres para que sea obvio que ya no nos rige el miedo, ni la rabia, sino el derecho al pa¨ªs de todos de la Constituci¨®n de 1991.
Eso ha pasado en este barrio. Que la gente, que no es de ¡°la izquierda¡± ni de ¡°el centro¡± ni de ¡°la derecha¡±, le est¨¢ exigiendo a este Gobierno incipiente ¨Cy a este Estado rezagado e impasible¨C lo m¨ªnimo: la vida, la voz, el trabajo, la lucha, la paz de cada quien. Y que el cacerolazo que empez¨® aquel jueves, tac, tac, tac, tac, tac, solo va a acabarse si ¡°las autoridades¡± asumen un pacto social que les quite las comillas.
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