Por qu¨¦ el mundo est¨¢ en llamas
El mismo catalizador inmediato de la protesta puede terminar por sustituirla hasta volverla inocua en el largo plazo
El titular de esta columna se responde a s¨ª mismo. Chile, Hong Kong, Puerto Rico, L¨ªbano, Colombia... Es tentador poner en paralelo protestas con ra¨ªces y contextos distintos pero etiquetas similares (¡°corrupci¨®n¡±, ¡°desigualdad¡±, ¡°democracia¡±). Los medios obtienen de ello una historia espectacular y llamativa aunque est¨¦ forzada. Pero si este tipo de titulares es efectivo es porque la audiencia compra con gusto la idea que venden: para asustarse, o para decir ¡°nosotros tambi¨¦n podemos¡±.
Los motivos que nos sacan a protestar tienen normalmente dos or¨ªgenes complementarios. A las razones concretas de movilizaci¨®n pol¨ªtica se le suma la aspiraci¨®n a participar de un hecho colectivo. No nos equivoquemos: un selfie en una manifestaci¨®n en las calles de Santiago de Chile o de Beirut no es un acto de frivolidad, sino una manera de sentirse parte de algo. Sin esa aspiraci¨®n comunitaria no hay contagio en la movilizaci¨®n.
El polit¨®logo Mancur Olson ya enunci¨® en su d¨ªa esta ley b¨¢sica: para que una protesta tenga ¨¦xito de convocatoria debe ser visible para todos que otros van a participar en ella. Es m¨¢s factible cumplir con esta condici¨®n en un contexto de m¨¢xima conectividad, guerras de titulares como el que ocupa esta p¨¢gina, y falta de legitimidad de las instituciones tradicionales. Pero antes, cuando las barreras para ponerse en marcha eran mayores, quienes lo consegu¨ªan tend¨ªan a conservar las plataformas movilizadas como un tesoro. Ahora, la misma facilidad de convocatoria inicial encierra el riesgo de minusvalorar la necesidad de permanencia.
Las nuevas formas de movilizaci¨®n tratan de cerrar esta brecha entre el nost¨¢lgico ¡°yo estuve all¨ª¡± y el imperecedero ¡°estamos aqu¨ª¡±. La receta b¨¢sica no ha cambiado: escoger objetivos que mantengan un equilibrio b¨¢sico entre especificidad e identificaci¨®n de demandas sociales, de manera que se construya en torno a ellos un grupo lo suficientemente nutrido y cohesionado. Lo que no acaba de quedar claro es c¨®mo hacerlo cuando uno puede conectarse con mucha m¨¢s facilidad y velocidad a una comunidad identitaria sin necesidad de pasar por los costes de la movilizaci¨®n de largo aliento. Porque el mismo catalizador inmediato de la protesta puede terminar por sustituirla hasta volverla inocua en el largo plazo. No vaya a ser que lo que est¨¢ en llamas no es el mundo, no son las calles, sino simplemente nuestro timeline. @jorgegalindo
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