Palabras de cine
Durante largo tiempo en Espa?a los diferentes acentos se aceptaban solo en la comedia. A partir de los setenta comenz¨® un cambio que muestra c¨®mo el espa?ol es m¨¢s amplio, libre y rico
Durante alg¨²n tiempo se nos hizo creer que el habla com¨²n de Espa?a y Latinoam¨¦rica ser¨ªa una ventaja para el cine. Pero la opini¨®n de los due?os del habla no siempre es la misma que la de los due?os de las cosas.
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Quiz¨¢ haya que reflexionar, antes que nada, sobre el reflejo que han tenido en las propias producciones espa?olas las variadas modalidades del espa?ol ¡ªpronunciaci¨®n, giros, l¨¦xico¡ª de las distintas comunidades y regiones. Esto nos sirve para calibrar la recepci¨®n de las pel¨ªculas dentro del ¨¢mbito mayor de toda la comunidad hispanohablante. En Espa?a, durante largo tiempo, los acentos solo se aceptaban en la comedia, no en las pel¨ªculas ¡°serias¡±. Una fon¨¦tica con ecos catalanes solo se pod¨ªa tolerar si un Jos¨¦ Sazatornil, Saza, hac¨ªa de representante de pa?os de Tarrasa; la pronunciaci¨®n con tintes galaicos o asturianos se admit¨ªa si un Xan das Bolas hac¨ªa de sereno o de tabernero. El acento andaluz solo serv¨ªa para el gracioso de turno. Las comedias con vizca¨ªno, de nuestros siglos dorados, ya eran motivo festivo para el p¨²blico por la manera de hablar del personaje. En nuestro cine, frases como ¡°te quiero¡±, o ¡°tu madre ha muerto¡± pod¨ªan producir risa si eran pronunciadas con el m¨¢s leve acento que no fuera el del espa?ol oficial y de pronunciaci¨®n ¨²nica. En los doblajes de pel¨ªculas extranjeras tambi¨¦n se establec¨ªan diferencias espec¨ªficas, a veces dif¨ªciles de trasvasar de la lengua original; as¨ª, a la gente de color que aparec¨ªa en pel¨ªculas como Lo que el viento se llev¨® se la doblaba en una jerga que recordaba al cubano o venezolano con un leve toque musical mel¨®dico: ¡°Se?orita Ecarlata, un se?¨® et¨¢ ah¨ª y pregunta por uht¨¦¡±.
Excepcionalmente, un actor popular romp¨ªa todos los esquemas y las pel¨ªculas que interpretara pod¨ªan resultar un ¨¦xito panhisp¨¢nico. Tal es el caso de Cantinflas, que incluso ha dado una entrada al diccionario de la lengua espa?ola, el t¨¦rmino ¡°cantinflear¡±, como forma de hablar disparatada e incongruente. Cantinflas fue un fen¨®meno popular, pero tambi¨¦n una manera de ser y, por tanto, de hablar. Transcendi¨® sus propias pel¨ªculas y se convirti¨® en un s¨ªmbolo social desgarrado. Un personaje asocial, c¨ªnico y, a la vez, generoso. Un ¡°pelado¡± de barrio. Pero sobre todo dotado de una manera de hablar destructiva, una trituradora de la l¨®gica imperante. Los ni?os y j¨®venes escolares de la ¨¦poca imit¨¢bamos la parla ingeniosa de Cantinflas para intentar liberarnos de la presi¨®n de los profesores, o de la obediencia familiar, tambi¨¦n para utilizarla en discusiones sobre cualquier tema. As¨ª, en la pel¨ªcula El bombero at¨®mico, para definir la corrupci¨®n y el soborno, Cantinflas aclaraba ante sus compa?eros polic¨ªas que era ¡°un quiero y no quiero, pero s¨ª quiero, que si agarro y no agarro, pero agarro¡±. En la misma escena da una definici¨®n de cohecho a la altura de la de un catedr¨¢tico penalista: ¡°Cohecho es un hecho contrahecho al que no hay derecho porque es checho¡±.
Para los espectadores mexicanos, Dios los curas y?los hacendados hablaban en el espa?ol de Espa?a
En la manera de hablar de Cantinflas se plantea una demolici¨®n del sentido de algo inaceptable para el hablante por motivos de injusticia, de exclusi¨®n social, de inaccesibilidad cultural. Se sustituyen los significantes, pero se mantiene una intencionalidad de significados. Son las razones del loco, del marginado, que llevan a una de las mayores rebeld¨ªas, como es creer que todos los lenguajes son una jerga que se puede sustituir por otra. Cantinflas no solo utiliza la confusi¨®n bab¨¦lica para lograr lo que se propone, sino que es capaz de contagiar el caos. As¨ª, en lo que es una de sus pel¨ªculas m¨¢s caracter¨ªsticas, Ah¨ª est¨¢ el detalle (1940), a Cantinflas se le juzga por el supuesto asesinato de un chantajista. ?l se defiende del fiscal, pero tampoco acepta el discurso de su abogado defensor, que pretende salvarle de la pena capital. Destruye las intervenciones de ambos por formar parte de un mismo lenguaje, el lenguaje forense. Y termina por contagiar al propio juez, y todos terminan en un sinsentido. La justicia no parece encontrar las palabras adecuadas para impartir justicia. Finalmente, el lenguaje se recompone, como no pod¨ªa ser de otra manera: Cantinflas es absuelto, y el defensor, el fiscal y el juez hacen las paces. Pero la sensaci¨®n que nos queda es que el significado de las palabras ha podido suspenderse por unos momentos, y que el hecho de reanudarse solo supone que el juego ¡ªo el pacto, o la farsa¡ª puede continuar.
He sido testigo de c¨®mo las pel¨ªculas de la movida madrile?a ten¨ªan excelente acogida en el p¨²blico joven de Am¨¦rica Latina. Expresiones como ¡°mola mazo¡± o ¡°mola mogoll¨®n¡± se contagiaron en el habla de muchachas y muchachos argentinos, peruanos o colombianos de manera habitual. Pregunt¨¦ a alguno de los que empleaban esas expresiones si sab¨ªan qu¨¦ significaban. Confesaron que no, pero que les sonaba bien, y que s¨ª, que sol¨ªan venir a cuento cuando las empleaban. Como una jaculatoria, m¨¢s o menos.
Las pel¨ªculas de la movida madrile?a ten¨ªan excelente acogida en el p¨²blico joven de Am¨¦rica Latina
En direcci¨®n a Am¨¦rica, el espa?ol peninsular ha tenido ¡ªcomo Cantinflas en direcci¨®n contraria¡ª actores que tambi¨¦n han creado arquetipos. As¨ª, en M¨¦xico, el actor espa?ol Enrique Rambal interpret¨® una exitosa pel¨ªcula, El?m¨¢rtir del calvario, en el papel de Jesucristo, dirigida por Miguel Morayta en 1952. Para los espectadores mexicanos ¡ªla pel¨ªcula se sol¨ªa reponer en Semana Santa¡ª, Dios hablaba en el espa?ol de Espa?a. El mismo acento ten¨ªan los curas y los hacendados ricos que sal¨ªan en la pantalla. ?Ay, la voz! ?Siempre parece revelar algo que no est¨¢ en el guion!
Hasta los a?os setenta, pel¨ªculas como Los inocentes (1963), de Juan Antonio Bardem, o La boutique (1967), de Luis G. Berlanga, se doblaron al ¡°espa?ol¡± para suprimir el acento argentino de los personajes en su paso por las pantallas de nuestro pa¨ªs.
La llegada de actores exiliados de la dictadura argentina en los ¨²ltimos a?os setenta propici¨® una presencia importante de esos int¨¦rpretes en las producciones espa?olas: Marilina Ross, H¨¦ctor Alterio, Luis Politti, Walter Vidarte¡ Luego siguieron Ricardo Dar¨ªn, Federico Luppi y muchos otros. Eso hizo estallar los estrechos esquemas de distribuci¨®n.
En mi recuerdo personal, fueron pel¨ªculas como La tregua (1974), o La Raulito (1975), o Fresa y chocolate (1993) las que abrieron de par en par los o¨ªdos a toda clase de acentos latinos. Me refiero a pel¨ªculas que no eran solo musicales o con personajes estrictamente de comedia, o producciones televisivas. Eran cine. Y adem¨¢s supon¨ªan un ensanchamiento de la cultura. El espa?ol desde entonces fue m¨¢s amplio, m¨¢s libre, m¨¢s rico.
Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n es cineasta y escritor.
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