Elegir campo

La constituci¨®n oficial de las C¨¢maras, el pr¨®ximo martes, exigir¨¢ de los partidos pol¨ªticos con representaci¨®n parlamentaria una relevante decisi¨®n sobre la composici¨®n de las Mesas. En concreto, sobre la posibilidad de que una fuerza como Vox obtenga un puesto en el ¨®rgano de direcci¨®n del Congreso de los Diputados. El momento de elegir las Mesas llega apenas d¨ªas despu¨¦s de que Vox aprovechara el D¨ªa Internacional contra la Violencia de G¨¦nero no solo para reafirmarse en sus posiciones contrarias a las pol¨ªticas adoptadas para erradicarla, sino tambi¨¦n para llamar obscenamente la atenci¨®n en un acto celebrado en el Ayuntamiento de Madrid en presencia de algunas v¨ªctimas de esta lacra. No es, con todo, la primera vez que Vox lo hace en la capital, ni tampoco la ¨²nica huella de su activismo propagand¨ªstico para relativizar la violencia contra las mujeres.

La estrategia de Vox pasa por hacer de espect¨¢culos como los de Madrid, en los que el ventajismo pol¨ªtico se precipita en la indecencia, una prueba fehaciente de que no es un partido como los dem¨¢s, sino una fuerza que se coloca deliberadamente al margen de los consensos b¨¢sicos en todas las sociedades democr¨¢ticas y que busca medrar electoralmente a trav¨¦s de su deliberada destrucci¨®n. Hablar de cordones sanitarios para impedir que un partido de estas caracter¨ªsticas tenga un lugar en la Mesa del Congreso traslada al terreno de las especulaciones estrat¨¦gicas unas razones que son estrictamente pol¨ªticas. La pregunta espec¨ªfica a la que tienen que responder los partidos que han obtenido representaci¨®n parlamentaria no responde a una reflexi¨®n te¨®rica de c¨®mo actuar frente a la ultraderecha, sino al requerimiento inmediato de si prestar¨¢n o no sus votos para que Vox pueda superar el rechazo de otras fuerzas a las que amenaza con la ilegalizaci¨®n o con llevar a los tribunales en el caso de que alcancen determinados acuerdos pol¨ªticos.

El Partido Popular parece sumido en un debate sobre la conveniencia de facilitar o no el acceso de Vox a la Mesa del Congreso. Los dirigentes que se oponen evitan manifestarse p¨²blicamente, mientras que los partidarios de prestar a Vox los votos que requiere para estar en la Mesa argumentan que se trata de una fuerza constitucionalista. Con este razonamiento no solo se arrogan la prerrogativa de decidir qui¨¦n est¨¢ del lado de la Constituci¨®n, sino que, adem¨¢s, ponen de manifiesto el oportunismo con el que pretenden ejercerla: constitucionalistas son las formaciones que necesita el Partido Popular para alcanzar mayor¨ªas de gobierno y no lo son todas las dem¨¢s.

La proporcionalidad que desde 1978 han venido observando los grupos parlamentarios a la hora de elegir la composici¨®n de la Mesa del Congreso no deriva de una exigencia del reglamento, sino de una pr¨¢ctica acordada desde el respeto y consolidada por el tiempo. Es ese respeto el que Vox est¨¢ menoscabando porque en eso consiste su programa: en despreciar como producto de una supuesta ¡°dictadura progre¡± los avances pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales que experiment¨® Espa?a al dejar atr¨¢s otra dictadura, esta s¨ª verdadera, por la que, sin embargo, Vox siente irredimible nostalgia. Al Partido Popular, y tambi¨¦n a Ciudadanos, corresponde una vez m¨¢s elegir con sus votos qu¨¦ campo es el suyo.