Directo a los ojos
Las protestas en Chile son una respuesta contra la maquinaria invasiva del neoliberalismo
Son d¨ªas tr¨¢gicos. Manifestantes muertos. M¨¢s de doscientas personas con severos traumas oculares, muchos de ellos han perdido la visi¨®n de uno de sus ojos, y?Gustavo Gatica, un joven estudiante, qued¨® ciego por dos disparos. La polic¨ªa apunta sus perdigones con acero directamente a la cabeza. Miles de j¨®venes han pasado por comisar¨ªas y hay denuncias por abusos sexuales.
La revuelta no se detiene. Existe un momento en que lo latente se materializa con una sorprendente exactitud. El llamado de estudiantes secundarios a evadir el pago del pasaje del metro marc¨® el inicio de un tiempo sin precedentes en Chile. Desde mi perspectiva, ese acto moviliz¨® la tensi¨®n dram¨¢tica que aguardaba en el subsuelo y que ese d¨ªa, el d¨ªa 18 de octubre, ascendi¨® a la superficie. Un llamado a no pago, en una sociedad que ya hab¨ªa pagado demasiado, consigui¨® que las energ¨ªas subterr¨¢neas subieran y se rompiera as¨ª el espejismo de la prosperidad que acompa?aba al modelo chileno.
Mientras se cursaba el escenario del descontento y de la angustia, las ¨¦lites pol¨ªticas ca¨ªan en picada escaleras abajo porque hab¨ªan perdido contacto con la ciudadan¨ªa. Los dirigentes de los partidos y el Congreso ya no representaban. Fueron desechados.
El pasaje del metro subi¨® 30 pesos. Pero no son exactamente los 30 pesos, as¨ª lo aseguran los ciudadanos: son 30 a?os o son 46.
La desigualdad fue un factor que el modelo neoliberal, implantado en Chile desde la dictadura, consider¨® como un costo marginal. Pero esa desigualdad siempre creciente invisibiliz¨® a millones de ciudadanos empujados hasta la periferia, donde la gran tarea era sobrevivir a un modelo salvaje. La vida chilena se sostiene a cr¨¦dito porque para un segmento importante de personas, el endeudamiento y sus abusivos intereses les permite acceder a la comida y a los medicamentos. Hay que recordar que la palabra deuda proviene de ¡°d¨¦bita¡±, que significa ¡°tener sin tener¡±.
Actualmente, la acumulaci¨®n de riqueza en manos de unos pocos due?os del mundo, es asombrosa. En Chile tambi¨¦n se acumula con la misma obsesi¨®n. Se trata, pienso, de una especie de mal de Di¨®genes donde el dinero se reproduce por toneladas al interior de una b¨®veda de platino que se incrementa por el sacrificio de millones de cuerpos trabajadores y la depredaci¨®n insaciable del territorio. Los economistas locales apuestan al crecimiento, ?para qui¨¦nes? Hay que pensar que, en Chile, el 1% acumula una riqueza equivalente a m¨¢s de cinco millones de trabajadores. Son cifras, lo s¨¦, pero abrumadoras, porque se trata de vidas concretas, de penurias concretas, de un sistema aterrador. Un sistema que consigui¨® por d¨¦cadas la eliminaci¨®n del nosotros como signo comunitario, imponiendo un yo competitivo preocupado solo de escalar.
Habr¨ªa que incorporar al escenario actual el gran movimiento feminista de las j¨®venes universitarias del a?o 2018 que consigui¨® una adhesi¨®n masiva. La irrupci¨®n del movimiento feminista del siglo XXI reclamaba igualdad y consideraba al aparato neoliberal como una forma extractivista del cuerpo de la mujer, sometida no solo a la diferencia salarial, sino tambi¨¦n a realizar dobles o triples tareas impagas. A diferencia del MeToo, el movimiento pidi¨® el fin del maltrato naturalizado por la suma de poderes que conforman las instituciones, rescat¨® el cuerpo como dispositivo pol¨ªtico y abri¨® di¨¢logos para pensar c¨®mo conseguir un nuevo reparto social. El movimiento feminista participa activamente en marchas y cabildos.
S¨¦ que se est¨¢ produciendo, a pesar de la violencia, las mutilaciones, y la muerte, una forma de emancipaci¨®n. Como escritora s¨¦ tambi¨¦n c¨®mo afect¨® el neoliberalismo a la literatura chilena. Se desencaden¨® una dependencia demasiado acr¨ªtica entre escritores y medios de comunicaci¨®n. En Chile solo existen dos peri¨®dicos. Y de los dos, solo uno de ellos cuenta en su suplemento cultural con un espacio acotado para libros. Los peri¨®dicos digitales, muy valiosos, no han logrado inscribir de modo estable pensamientos que den cuenta del acontecer est¨¦tico. Por otra parte, la moda editorial selfie promovi¨® escrituras del yo, algunas de ellas muy interesantes, pero lo hizo hasta saturar el peque?o mercado y de esa manera se releg¨® la ficci¨®n, que, desde mi punto de vista, puede ser m¨¢s m¨®vil y exc¨¦ntrica.
Las tradicionales pugnas literarias se dejaron caer en las ¨²ltimas d¨¦cadas en la zona de disputa por peque?os poderes. La b¨²squeda planificada del ¨¦xito gast¨® la mayor parte de las energ¨ªas, postergando as¨ª una mirada aguda sobre lo no selfie. La distancia fue posible porque en apariencia todo funcionaba. Se trataba de publicar en todas partes, de ostentar el n¨²mero de traducciones. Se trataba de ser ¡°reconocidos¡±. Lo que quiero se?alar es que el neoliberalismo es una maquinaria invasiva, penetra, segmenta y destruye comunidades, busca normalizar el lucro. Domestica cuerpos y letra. Genera inseguridad. Pero hay escritoras y escritores chilenos que resisten. No solo en la calle, sino en la letra.
Pienso, como siempre, que el ¨²nico verdadero ¨¦xito radica en terminar el libro que se escribe. S¨ª, porque se escribe solo por la necesidad imperiosa de escribir.
Diamela Eltit es escritora chilena.
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