Ideolog¨ªa de trinchera
El problema no son los Trump, Le Pen u Orb¨¢n de turno. El problema es que sus discursos han logrado marcar el debate pol¨ªtico
A medida que el mundo se desoccidentaliza, Occidente se muestra m¨¢s inseguro y desnortado. Una de las causas de la p¨¦rdida de hegemon¨ªa es la emergencia de otros gigantes geopol¨ªticos, como China, lo que crea la falsa percepci¨®n de que la democracia ya no es garant¨ªa de prosperidad o bienestar social. Es el tel¨®n de fondo de la crisis de legitimidad de las democracias: la ruptura del contrato social. Y sin embargo, en lugar de perseguir m¨¢s cohesi¨®n y solidaridad, la reacci¨®n es el repliegue identitario. Las ideolog¨ªas ya no son la fuente de conflicto; hoy, triunfan los partidos y discursos que se ci?en, peligrosamente, a la resignificaci¨®n de la cultura.
?C¨®mo explicar si no las declaraciones de Aznar y Sarkozy sobre el futuro de Europa y su ataque al ¡°multiculturalismo¡± y las ¡°pol¨ªticas de igualdad¡± bajo el subterfugio de las supuestas ¡°ra¨ªces judeocristianas¡± de la Uni¨®n? Este sentido err¨¢tico de lo que somos subyace a los problemas que hoy se presentan bajo ret¨®ricas populistas: necesitamos afirmar nuestra identidad ante el mundo, y lo hacemos negando lo que somos. Europa es una idea tan abierta y m¨®vil que es un grave error encerrarla en una esencia. Goethe la describi¨® como prometeica por su astucia y arrogancia, por su invitaci¨®n constante y sin descanso a interrogarse, a cambiar, a transformarse, a ser aventurera.
Pero la defensa de lo que somos se hace desde el miedo, desde un discurso apocal¨ªptico que ve monstruos por doquier y convierte en chivos expiatorios todo lo que huela a progresismo moral. Incluso la defensa del liberalismo se hace desde el chovinismo cultural. Al parecer, el ¡°orden liberal¡± peligra, amenazado por ¡°poderes neototalitarios¡±, un eufemismo para referirse a los inmigrantes, el feminismo o los valores ilustrados, el centro de nuestra identidad democr¨¢tica. Nuestros jarrones chinos saben que esencializar el liberalismo es el paso previo para alcanzar una concepci¨®n iliberal de la democracia. Y, aun as¨ª, ese es su juego.
?Qu¨¦ tratamos de proteger bajo el mantra del orden liberal, pero con esa forma de pensar tan contraria al propio liberalismo? Convertirlo en una ideolog¨ªa defensiva lo desactiva, mut¨¢ndolo en una fortaleza sin propuestas que se instrumentaliza para preservar el statu quo. Y ya se sabe, empiezas rechazando la igualdad y acabas sacando a tu pa¨ªs de Eurovisi¨®n por ser demasiado ¡°gay¡± y feminizante, como ha hecho Orb¨¢n. Pero no nos llamemos a enga?o: el problema no son los Trump, Le Pen u Orb¨¢n de turno. El problema es que sus discursos han logrado marcar el debate pol¨ªtico para toda una d¨¦cada, trocando al liberalismo en una ideolog¨ªa de trinchera. El gran movimiento reaccionario est¨¢ entre nosotros. Y va ganando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.