?Qu¨¦ queremos de nuestros oc¨¦anos?
La gesti¨®n de la pesca podr¨ªa ser muy eficaz. Sin ella, resultar¨¢ m¨¢s dif¨ªcil proteger los mares

He aqu¨ª una pregunta que debemos hacernos, pero antes de responder tendremos que reconocer la diversidad de expectativas y anhelos que tenemos para con los oc¨¦anos, que cubren m¨¢s de dos tercios de la superficie del planeta.
Todos necesitamos comer, y la comida no sale de la chistera de un mago. Tiene que ser recolectada en tierra o en el agua, en formas que casi siempre implican una transformaci¨®n del medio ambiente silvestre. La panacea que todos buscamos es llegar a un acuerdo sobre los compromisos necesarios para garantizar el suministro de alimentos para las generaciones actuales y futuras.
Seg¨²n la FAO, el 60% de todas las poblaciones de peces explotadas lo son en niveles que alcanzan su m¨¢ximo rendimiento. Este es el nivel ideal, tal como se acord¨® en muchos acuerdos internacionales. El problema es que el 33% de las poblaciones de peces est¨¢n sobreexplotadas, es decir, podr¨ªan producir m¨¢s si se les permite recuperar la biomasa adecuada.
No debemos olvidar el cambio clim¨¢tico, el mayor desaf¨ªo de nuestro tiempo, y su impacto en el suministro y la composici¨®n de los alimentos procedentes de nuestros oc¨¦anos
Optimizar la explotaci¨®n sostenible de nuestros recursos pesqueros tiene consideraciones m¨¢s amplias. Contar sobre los ecosistemas terrestres para aportar el 60% m¨¢s de alimentos necesarios para nutrir la poblaci¨®n mundial en 2050 implica una tarea pesada.
La sostenibilidad es fundamental. La FAO advierte que la sobreexplotaci¨®n de la pesca est¨¢ aumentando en las regiones en desarrollo, donde la pobreza, el hambre y la falta de inversiones en sistemas de gesti¨®n pesquera empeoran la situaci¨®n. Que, por el contrario, est¨¢ mejorando notablemente en las regiones desarrolladas: el 91% de las poblaciones de peces de Estados Unidos no est¨¢n sometidas a sobrepesca, mientras que en Australia ese porcentaje es del 83%. Al mismo tiempo, la reducci¨®n de la presi¨®n pesquera en las aguas atl¨¢nticas de Europa desde 2002 ha permitido que la mayor¨ªa de las poblaciones de peces se capturen ahora de forma sostenible.
Con voluntad pol¨ªtica, la gesti¨®n de la pesca podr¨ªa ser muy eficaz. Sin ella, resultar¨¢ m¨¢s dif¨ªcil proteger los oc¨¦anos, adem¨¢s que alimentar al planeta.
No debemos olvidar el cambio clim¨¢tico, el mayor desaf¨ªo de nuestro tiempo, y su impacto en el suministro y la composici¨®n de los alimentos procedentes de nuestros oc¨¦anos.
La mejor estimaci¨®n es que el potencial m¨¢ximo de captura en las pesquer¨ªas del mundo se disminuya entre un 2,3% y un 12,1% para 2050, dependiendo de la eficacia de los esfuerzos de mitigaci¨®n de los gases de efecto invernadero. Pero los medios son una trampa: sabemos los efectos m¨¢s perjudiciales ocurran en los tr¨®picos y en los peque?os Estados insulares del Pac¨ªfico, donde viven algunas de las comunidades m¨¢s pobres del mundo y m¨¢s dependientes de los peces, y donde las normas sobre la pesca se aplican de manera desigual.
Dado que muchas especies de peces pueden migrar libremente, el calentamiento de los oc¨¦anos provocar¨¢ la reorganizaci¨®n de los ecosistemas, a veces muy negativas. Cuando el pez le¨®n se traslad¨® al Caribe, provoc¨® una fuerte disminuci¨®n de las peces nativos. El pez le¨®n est¨¢ ahora en el Mediterr¨¢neo, donde prospera gracias a la sobrepesca de un potencial rival, el mero.
A medida que las especies se desplazan, los sistemas de gesti¨®n pesquera tendr¨¢n que adaptarse y evolucionar. Esto implicar¨¢ cada vez m¨¢s negociaciones entre los pa¨ªses, as¨ª como flotas y estrategias pesqueras flexibles. Las iniciativas de no intervenci¨®n ¡ªcomo las zonas marinas protegidas¡ª, tienen escaso impacto en el aumento de la temperatura y los niveles de acidificaci¨®n, y es posible que no aumenten las poblaciones tanto como se esperaba. Necesitamos m¨¢s y mejor gesti¨®n, no menos.
Como siempre, hay que trabajar en la cocina. La anchoa y el salmonete, muy apreciados en el Mediterr¨¢neo, no son muy populares en Reino Unido, donde es cada vez m¨¢s f¨¢cil encontrarlos. En Cape Cod ¡ªun lugar de vacaciones de ¨¦lite en EE UU¡ª, se importa ahora bacalao desde Islandia, mientras que el caz¨®n capturado localmente se termina siendo exportado: todo ello mientras que para el paladar local ambos no reconoce la diferencia.
Es imperativo adoptar ¡ªcomo han hecho muchas culturas¡ª una mentalidad abierta sobre lo que es comestible. Y eso tambi¨¦n es perfectamente posible; considere c¨®mo las langostas norteamericanas evolucionaron de ¡°comida basura¡± con la que se alimentaba a los reclusos a un icono de la alta cocina. En particular, deber¨ªamos fomentar la valoraci¨®n de los peces m¨¢s peque?os, que son fuentes muy ricas de micronutrientes que, parad¨®jicamente, a menudo escasean en los pa¨ªses tropicales que los exportan.
Una forma abreviada de lograr una visi¨®n mejor y m¨¢s aceptable de la funci¨®n de los oc¨¦anos como proveedores de alimentos es considerar la pesca como parte del sistema alimentario mundial, y gestionar los compromisos.
Los oc¨¦anos ocupan el 71% de la superficie del planeta, pero nos aportan solo el 2% de nuestra ingesta de calor¨ªas. La comunidad internacional que se encuentra en Espa?a para la cumbre COP25 sobre el clima deben saber que no haremos que el hambre pase a formar parte de la Historia si no cambiamos esta proporci¨®n.
Manuel Barange es director de la Divisi¨®n de Pol¨ªticas y Recursos de Pesca y Acuicultura de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO).
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