En busca de (nuevos) votantes
La socialdemocracia tendr¨¢ que acostumbrarse a niveles de apoyo inferiores, pero no se convertir¨¢ en irrelevante
De acuerdo a los datos recopilados por Simon Hix y sus coautores, el porcentaje de votos emitidos a partidos socialdem¨®cratas en Europa alcanz¨® su cenit alrededor de 1950, cuando uno de cada tres europeos que votaban lo hac¨ªan por estos partidos. Esta cifra permaneci¨® relativamente estable hasta la llegada de la gran recesi¨®n de 2007. En 2017, el ¨²ltimo a?o cubierto por su base de datos, solo uno de cada cuatro europeos vot¨® socialdem¨®crata.
Es f¨¢cil culpar a la gran recesi¨®n ¡ªo a las pol¨ªticas con las que los Gobiernos la acompa?aron¡ª del (moderado) desencanto de las ciudadan¨ªas europeas con la socialdemocracia. De hecho, aquellos que fueron vistos como corresponsables de la crisis (los griegos del Pasok, por ejemplo) est¨¢n entre los que m¨¢s apoyos perdieron, mientras que los que fueron capaces de presentarse ante sus votantes como contrarios a las pol¨ªticas de austeridad (el PS portugu¨¦s) parecen resistir mejor en este ¨²ltimo ciclo electoral.
Pero es muy probable que las causas ¨²ltimas del declive socialdem¨®crata tengan ra¨ªces algo m¨¢s profundas. Las bases sociales tradicionales socialdem¨®cratas se han empeque?ecido: la progresiva desindustrializaci¨®n hace que cada vez haya menos trabajadores de cuello azul en nuestras sociedades, y los Estados hoy no pueden o no quieren acompa?ar esta transformaci¨®n econ¨®mica con una expansi¨®n de la sanidad, educaci¨®n y servicios sociales que justifique un mayor empleo p¨²blico, otra de las bases tradicionales de estos partidos.
Tendemos a culpar del declive de la socialdemocracia a la deseconomizaci¨®n del debate pol¨ªtico. Muchos defienden que es el ¨¦nfasis en pol¨ªticas de identidad (centrar el debate en el reconocimiento o la cr¨ªtica de ciertas formas de vida) lo que ha descolocado a la socialdemocracia, que ha perdido as¨ª la br¨²jula que le daba sentido: la b¨²squeda de una sociedad m¨¢s igualitaria en la que el Estado limitaba o correg¨ªa los de los mercados. Pero esta visi¨®n simplista olvida que lo que pone en cuesti¨®n la agenda socialdem¨®crata no es la aparici¨®n de ecologistas, feministas o minor¨ªas sexuales o ¨¦tnicas en el debate, sino un cambio en las condiciones objetivas en las que opera. Nuestras econom¨ªas son m¨¢s heterog¨¦neas, crecen menos r¨¢pido y est¨¢n m¨¢s divididas entre trabajadores cualificados y no cualificados.
En este contexto, las pol¨ªticas socialdem¨®cratas cl¨¢sicas (regular los mercados, imponer impuestos progresivos, expandir la provisi¨®n p¨²blica de servicios) son m¨¢s dif¨ªciles de vender pol¨ªticamente a grandes capas de la sociedad. Y cuando se opta por satisfacer a unos, inevitablemente se deja insatisfecho a otros. Como muestran los trabajos de la polit¨®loga Silja Haussermann, si la competici¨®n pol¨ªtica futura pasa a estar estructurada por un conflicto entre pol¨ªticas de inversi¨®n social (favorecidas por los votantes de partidos verdes y liberales) y pol¨ªticas pasivas de protecci¨®n (preferidas por las bases sociales de los populistas de derecha y de la izquierda tradicional), los partidos socialdem¨®cratas se van a encontrar inc¨®modamente partidos por la mitad.
Es este delicado equilibrio el que mejor explica los problemas actuales de la socialdemocracia, y es as¨ª como hay que interpretar el aparente viraje izquierdista del SPD, las bases dem¨®cratas estadounidenses o los laboristas brit¨¢nicos. Son intentos de conquistar ciertos electorados que su apuesta centrista en el pasado ha dejado desatendidos o desilusionados. Cuando se analiza el atractivo demosc¨®pico de estas propuestas, aparece una regularidad: los partidos que se embarcan en ellas se vuelven m¨¢s atractivos entre los j¨®venes, pero a costa de tensionar sus envejecidos electorados tradicionales. No es por tanto evidente que estas apuestas acaben siendo exitosas. Depender¨¢ en buena medida del contexto que enfrenten ¡ªno es lo mismo competir contra Trump que contra una mir¨ªada de partidos verdes, liberales y de populistas¡ª. Y en todo caso, los problemas estructurales que dificultan un id¨ªlico retorno a una hegemon¨ªa socialdem¨®crata (que por cierto nunca existi¨®) por no van a desaparecer.
En todo caso, ser¨ªa un error interpretar este complejo panorama econ¨®mico como necesariamente destructivo para la socialdemocracia. Seguramente tendr¨¢ que acostumbrarse a niveles de apoyo inferiores a los de la posguerra, pero eso no significa que se convertir¨¢ en irrelevante. Al contrario, en este contexto pol¨ªtico fragmentado y vol¨¢til, los socialdem¨®cratas gozan de ciertos activos (su papel pivotal en la conformaci¨®n de gobiernos, su flexibilidad program¨¢tica, su resistencia organizativa¡) de los que sus competidores adolecen. De que aprendan a explotarlos depender¨¢ su futuro.
Jos¨¦ Fern¨¢ndez Albertos es polit¨®logo en el Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos del CSIC.
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