Decepci¨®n
La cumbre de Madrid no consigue reforzar los compromisos clim¨¢ticos
Se present¨® como la cumbre de la ambici¨®n, pero la conferencia de la ONU sobre el cambio clim¨¢tico, que ayer cerr¨® sus puertas en Madrid tras dos d¨ªas de pr¨®rroga, no ha conseguido culminar con ¨¦xito su gran objetivo: reforzar los planes de reducci¨®n de emisiones. La COP25, que deb¨ªa haberse celebrado en Chile, es ya historia, y sus resultados no dejan de ser decepcionantes. Los delegados de los casi 200 pa¨ªses participantes han evitado sellar compromisos firmes para reducir los gases de efecto invernadero y tampoco han sido capaces de abordar eficazmente uno de los flecos del Acuerdo de Par¨ªs, el art¨ªculo 6, que hace referencia al mercado de intercambio de derechos de emisiones. La resoluci¨®n de este espinoso asunto queda pospuesta hasta la cita del pr¨®ximo a?o en Glasgow.
Las dificultades para alcanzar un consenso de m¨ªnimos han impedido siquiera un t¨ªmido avance a la hora de fijar las reglas de funcionamiento de los futuros mercados de carbono entre pa¨ªses y empresas, un proceso que debe contar con sistemas de verificaci¨®n y normas claras para evitar la doble contabilidad, es decir, que las reducciones de gases contaminantes se las anoten simult¨¢neamente el pa¨ªs que compra y el que vende. Las negociaciones han puesto de relieve la brecha entre la Uni¨®n Europea, partidaria de un mercado transparente, y potencias como China, Estados Unidos y Brasil, contrarias a asumir controles m¨¢s duros.
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La COP25 ha perseguido de manera infatigable que los Gobiernos asumieran la necesidad de llevar a cabo una revisi¨®n al alza de sus contribuciones para evitar el calentamiento global. Si se quiere que la temperatura del planeta no suba este siglo m¨¢s de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales, los cient¨ªficos han advertido de que son necesarias acciones adicionales a las previstas en Par¨ªs. Mirar hacia otro lado solo contribuir¨ªa a agravar la crisis clim¨¢tica a la que irremediablemente se enfrenta la humanidad. Los Estados tienen la obligaci¨®n de velar por la salud del planeta. A estas alturas del siglo, pocos pueden dudar de que el coste de no hacer nada ser¨¢ muy superior al que supone actuar. Son las medidas concretas, y no la palabrer¨ªa, las que permitir¨¢n calibrar la voluntad pol¨ªtica en la lucha contra el cambio clim¨¢tico.
Si algo ha evidenciado la cumbre de Madrid es la distancia existente entre los pa¨ªses preparados para multiplicar sus esfuerzos y aquellos que no est¨¢n dispuestos a asumir compromisos extra. En el primer bloque se sit¨²a de forma muy destacada la Uni¨®n Europea y su plan para alcanzar cero emisiones en 2050, apoyado en una inversi¨®n de 100.000 millones de euros. Conseguir la descarbonizaci¨®n de la econom¨ªa, no solo en el territorio de la Uni¨®n, sino en el resto del mundo, exige una reconversi¨®n industrial y tecnol¨®gica, muy complicada, y requiere que la transici¨®n se realice no solo de manera equilibrada, sino adem¨¢s justa.
Al margen del escaso balance pol¨ªtico de la cumbre, lo m¨¢s interesante de estas jornadas ha sido constatar c¨®mo la presi¨®n ejercida por la comunidad cient¨ªfica y por los movimientos ecologistas y colectivos civiles, con las generaciones m¨¢s j¨®venes como ariete, adquiere cada d¨ªa m¨¢s intensidad y visibilidad. De esa presi¨®n y de esa convicci¨®n terminar¨¢n surgiendo los acuerdos necesarios.
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