Rep¨²blica o monarqu¨ªa
Donald Trump est¨¢ ya en la corta lista de presidentes sometidos a un procedimiento de destituci¨®n aprobado por la C¨¢mara de Representantes
Donald Trump est¨¢ ya en la corta lista de presidentes sometidos a un procedimiento de destituci¨®n aprobado por la C¨¢mara de Representantes, la instituci¨®n que ejerce las funciones de juez instructor y de fiscal en un juicio pol¨ªtico que termina con la sentencia a cargo del Senado, constituido como jurado. Los dos ¨²nicos antecedentes son los de Andrew Johnson en 1868 y Bill Clinton en 1998. El primero fue enjuiciado por la destituci¨®n de un miembro del gabinete sin la entonces preceptiva autorizaci¨®n de la C¨¢mara alta, es decir, un conflicto constitucional entre el ejecutivo y el legislativo. El segundo fue acusado de perjurio y de obstrucci¨®n a la justicia.
El mejor impeachment es el que no llega a celebrarse. Este fue el caso de Richard Nixon, que dimiti¨® antes de someterse a la humillaci¨®n de ser primero acusado y luego destituido en votaciones perdidas de antemano, despu¨¦s de que los suyos, los republicanos, le abandonaran, a diferencia de lo que est¨¢n haciendo ahora con Trump. Su caso lleg¨® al Comit¨¦ de Asuntos Judiciales, que le acus¨® de obstrucci¨®n a la justicia y abuso de poder, pero no al pleno de la C¨¢mara, como sucedi¨® ayer con Trump, porque el presidente tir¨® antes la toalla y pas¨® el testigo al vicepresidente Gerald Ford, no sin antes negociar el indulto por los delitos cometidos en el caso Watergate de espionaje al cuartel electoral del Partido Dem¨®crata.
Clinton fue el primer presidente electo sometido al impeachment, un procedimiento de excepci¨®n que corrige parlamentariamente un nombramiento emanado del voto popular. Como Nixon, la iniciativa para destituirle surgi¨® en su segundo mandato, sin posibilidad por tanto de presentarse de nuevo con el lastre de la destituci¨®n fracasada, aunque afect¨® en ambos casos a los candidatos de sus respectivos partidos. En la elecci¨®n presidencial de 1976, el republicano Gerald Ford no habr¨ªa perdido ni el dem¨®crata Jimmy Carter vencido sin la ca¨ªda escandalosa de Nixon. La sombra de Clinton tambi¨¦n lastr¨® la candidatura de Al Gore, su vicepresidente, en la pol¨¦mica elecci¨®n de 2000, finalmente zanjada por el Supremo en favor de Bush.
El pionero del impeachment, Andrew Johnson, fue elegido vicepresidente en la candidatura de Abraham Lincoln, y no contaba ni siquiera como hipot¨¦tico candidato para su partido, el republicano, para la siguiente elecci¨®n. Trump, en cambio, es el segundo presidente electo sometido a la destituci¨®n y, en el caso altamente probable de que la supere, ser¨¢ el primero que podr¨¢ presentarse de nuevo a la elecci¨®n presidencial, de forma que el voto republicano valdr¨¢ como una desautorizaci¨®n del Partido Dem¨®crata que ha querido destituirle.
De ah¨ª que todo se juegue en la elecci¨®n presidencial del 3 de noviembre, el d¨ªa en que los dem¨®cratas tienen la obligaci¨®n de vencer a Trump en las urnas, las ¨²nicas que pueden corroborar la acusaci¨®n lanzada por la C¨¢mara de Representantes, vista la imposibilidad de una mayor¨ªa de 67 senadores sobre 100 imprescindible para la destituci¨®n. El envite afecta a los dos grandes partidos, que se juegan su futuro a cara o cruz. De ganar la elecci¨®n un presidente dem¨®crata, el Partido Republicano deber¨¢ evitar que Trump le arrastre en la ca¨ªda. Si Trump repite, no ser¨¢ el Partido Dem¨®crata el ¨²nico lesionado grave sino el sistema pol¨ªtico entero.
Nada podr¨¢ parar entonces al presidente, blindado ante las pretensiones de control del Congreso y protegido por los nombramientos de jueces conservadores en todos los altos tribunales del pa¨ªs, incluido el Supremo. Con la instituci¨®n del impeachment inutilizada, la rep¨²blica americana estar¨¢ muy cerca de la monarqu¨ªa electiva en la que el soberano est¨¢ por encima de ley y no responde ante los otros poderes del Estado.
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