Cuento Grinch de Navidad
Echar la vista atr¨¢s, aunque sea por un a?o, es un ejercicio saludable de visi¨®n en perspectiva
![Fotograma de 'El Grinch'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GGCJGLJD4PXWGCA7WITJGNG7KY.jpg?auth=afda76d8b9183050321af59636d0e9781c91e307498949ccb1466801e377cf3b&width=414)
Estas navidades se impone el Grinch en el argot adolescente. Eres de lo m¨¢s Grinch, no seas Grinch, paso de tu Grinch. Viene a significar navid¨®fobo, ese subtipo de homo sapiens caracterizado por su alergia aguda a estas fechas, tal vez porque sea un ateo y deteste sus resonancias religiosas, o porque est¨¦ m¨¢s solo que la una y le aflijan los estridentes grumos humanos que forman los dem¨¢s o, simplemente, porque est¨¢ de baj¨ªo y aborrece la felicidad ajena. La palabra tiene pedigr¨ª, porque proviene del libro infantil ?C¨®mo el Grinch rob¨® la Navidad?, publicado en 1957 por Theodor Seuss, m¨¢s conocido como el Dr. Seuss. Una complicada sucesi¨®n de versiones para televisi¨®n y cine, la ¨²ltima del a?o pasado, ha convertido al Grinch en un icono navide?o para los ni?atos en la edad de los granos. A m¨ª el mu?eco me parece bastante mono, la verdad, pero el caso es que ser un Grinch lo est¨¢ petando.
Es probable que el lector sea un Grinch, porque yo dir¨ªa que la mayor¨ªa de mis amigos lo son, y eso solo puede significar dos cosas: o que tengo im¨¢n para ese tipo de personas, o que hay un verdadero mont¨®n de gente que es as¨ª. En cualquiera de los dos casos, el lector lleva muchas papeletas de ser un Grinch. Y es curioso, porque a m¨ª me gustan los grinches, lo confieso espont¨¢neamente, pero yo no creo ser uno de ellos. Llamadme infantiloide, pero me relaja el soniquete dodecaf¨®nico de la loter¨ªa, me hipnotiza la decoraci¨®n de las calles y hasta obtengo un placer morboso cenando con los cu?ados, lo que seguramente ya es de frenop¨¢tico. No, no estoy a la moda. No me he ganado el t¨ªtulo de Grinch. Una mancha en mi curr¨ªculo.
Pero me estoy enredando con mi autobiograf¨ªa, como jam¨¢s debe hacer un columnista. De lo que quer¨ªa escribir era de una de las tradiciones m¨¢s manidas de las navidades, que son los res¨²menes del a?o. Tampoco en esto me parezco al Grinch, porque soy un entregado consumidor de ese g¨¦nero. Nos pasamos el a?o tratando de sacar la cabeza del r¨ªo turbulento que nos arrastra d¨ªa a d¨ªa, hora a hora, desde un instante pasado que no comprendemos a un momento futuro que no podemos predecir, intentando tomar aire para aguantar un d¨ªa m¨¢s, una hora m¨¢s, bajo la superficie tenaz del tiempo inapelable. Echar la vista atr¨¢s, aunque sea por un a?o, es un ejercicio saludable de visi¨®n en perspectiva, como tomar una foto que capture el tiempo.
Este a?o hemos conocido, por ejemplo, que los niveles de CO2 en la atm¨®sfera han alcanzado un r¨¦cord desconocido en los ¨²ltimos tres millones de a?os, y que los dos pa¨ªses m¨¢s emisores, Estados Unidos y China, no est¨¢n por labor de reducirlos. Hemos fotografiado un agujero negro, lo que en s¨ª mismo parece una contradicci¨®n filos¨®fica, y hemos sabido as¨ª que nuestras teor¨ªas f¨ªsicas m¨¢s apreciadas tienen una capacidad predictiva inimaginable. Hemos visto a dos mujeres pasear por el espacio sin la compa?¨ªa de un hombre, lo que deber¨ªa darnos verg¨¹enza por no haberlo hecho antes. Y nuestra capacidad para transformar el genoma humano ha alcanzado un punto cr¨ªtico que demanda una reflexi¨®n ¨¦tica. No seas Grinch.
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