Ecolog¨ªa y libertad
No se trata de ir en contra del crecimiento, sino de unir lo social y lo natural, de equilibrar la relaci¨®n de poder entre autoridades cient¨ªficas y pol¨ªticas
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Hasta el siglo XX, la ecolog¨ªa era la hermana pobre de la cr¨ªtica social. Los debates sobre justicia los acaparaban cuestiones como la descolonizaci¨®n, los derechos humanos o la igualdad econ¨®mica y social. La naturaleza era un recurso. Hoy nos enfrentamos a una crisis clim¨¢tica grave. Eso nos obliga a cambiar de paradigma. Hay que redefinir conceptos como la libertad o la justicia teniendo en cuenta el medio ambiente.
No sirven los mimbres de la Ilustraci¨®n, en la que una sociedad de individuos libres, pr¨®speros e iguales iba de la mano de una industria que alimentaba el progreso. El crecimiento se alentaba, entre otras cosas, porque permit¨ªa las transformaciones sociales. Desde entonces, hemos asumido un acceso casi ilimitado a los recursos de la Tierra. Hasta el punto de que la ecolog¨ªa se asimila a un capital natural, y como tal puede intercambiarse, compensarse, negociarse, al igual que las mercanc¨ªas. Un ejemplo es el mercado de derechos de emisi¨®n de gases de efecto invernadero. Mientras, quienes saben valorar la degradaci¨®n del entorno alertan sobre lo irreversible, y subrayan la importancia de lo cualitativo, de la sostenibilidad, del equilibrio.
El planeta que habitamos hoy no se parece en absoluto al de antes. El futuro que nos imagin¨¢bamos tampoco tendr¨¢ nada que ver con el que viviremos. Para tomar conciencia del cambio clim¨¢tico se nos pide algo complicado: entender que la crisis ecol¨®gica ha provocado una ruptura casi total de los puentes ideol¨®gicos que nos unen al pasado. Como se?ala el fil¨®sofo Pierre Charbonnier en su pr¨®ximo libro Abondance et libert¨¦ (La D¨¦couverte), heredamos un mundo en el que ninguna categor¨ªa pol¨ªtica disponible se concibi¨® para lidiar con esta tarea medioambiental. ?l lo llama ¡°una soledad hist¨®rica¡±.
Hist¨®ricamente, los fil¨®sofos han analizado la libertad del individuo en base a su emancipaci¨®n o a la ausencia de opresi¨®n, injusticia, desigualdad. Ahora debe a?adirse un ingrediente: la ecolog¨ªa. La libertad ya no solo termina donde empieza la del otro, sino que debe tener en cuenta el da?o a la naturaleza. El sujeto ha de encontrar su autonom¨ªa en condiciones nuevas, definidas por el cambio clim¨¢tico.
Se necesita hilar muy fino: no se trata de ir en contra del crecimiento, sino de unir lo social y lo natural, de equilibrar la relaci¨®n de poder entre autoridades cient¨ªficas y pol¨ªticas. La autonom¨ªa del siglo XXI lleva impl¨ªcitas ciertas dosis de contenci¨®n y autolimitaci¨®n. Debemos dejar de aceptar la falsa promesa de crecimiento infinito. Volvernos un poco Bartleby, el personaje enigm¨¢tico que imagin¨® Herman Melville en 1853. Contratado en un bufete de un prestigioso abogado de Wall Street, el escribiente ejerce su m¨¢ximo poder como individuo con su ¡°preferir¨ªa no hacerlo¡±.
@anafuentesf
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