El triunfo de la mentira
Este pa¨ªs no saldr¨¢ adelante si no mejora las condiciones de vida de esa generaci¨®n de j¨®venes a la que la crisis dej¨® colgada
"Esta es la generaci¨®n m¨¢s preparada de la historia¡±. No s¨¦ qui¨¦n acu?¨® la archimanida frase. Se empez¨® a decir en referencia a la juventud de har¨¢ como una d¨¦cada, as¨ª que los protagonistas a los que se refer¨ªa tan discutible afirmaci¨®n han sumado diez a?os y andan por la treintena. Tambi¨¦n nos inventamos para ellos aquello del ¡°emprendimiento¡±, un t¨¦rmino luminoso que enmascara un concepto del que se ha servido el capitalismo toda la vida de Dios, sobre todo el americano, para responsabilizar al individuo de su ¨¦xito o su fracaso. El ¨¦xito como consecuencia de la imaginaci¨®n: si tienes una gran idea y la materializas con entusiasmo ten por seguro que triunfas, y si no triunfas, reinv¨¦ntate, si fracasas de nuevo, mira, chico, eres un torpe. Compramos esa preciosa palabra, ¡°excelencia¡±, sin advertir que quien defend¨ªa aquello de que con talento y esfuerzo se llega donde uno se lo proponga, obviaba la desigualdad en la casilla de salida. A los de la generaci¨®n m¨¢s preparada de la historia tambi¨¦n se la colaron con eso del ¡°meritoriaje¡±, y los padres, pobres, animaron a practicar esa vieja t¨¢ctica que a ellos les hab¨ªa servido: ¡°T¨² mete la cabeza aunque no te paguen de momento, y ya ver¨¢s¡±. Y ya ver¨¢s qu¨¦. El meritoriaje se convirti¨® en un eterno becariado, con suerte la becaria se transformaba en falsa aut¨®noma, que es un rango ilusoriamente superior. Autonom¨ªa, poca, porque para pagar los impuestos que crujen el presupuesto de los trabajadores por su cuenta y riesgo, los padres han de aportar algo a las vidas de esos hijos que tienen edad de sobra para ser independientes. O para tener hijos. Esos ni?os que habr¨¢n de llamarse generaci¨®n milagro, porque ser¨¢n pocos y de madres en el filo de su infertilidad. Tambi¨¦n sostuvimos la idea de que si una joven se lo propone sale adelante con un beb¨¦ colgado del pecho, sin considerar que los sueldos se han precarizado, que no hay alquileres razonables, que una mujer hoy desea conciliar maternidad e inquietudes profesionales, que el soporte familiar es escaso o nulo, que en el aire se respira desesperanza.
Primero, los envanecimos, sosteniendo esa idiotez de que nunca hab¨ªa existido generaci¨®n tan preparada: en parte, porque vivimos en la ¨¦poca de halago hueco a lo juvenil; en parte, porque al ser nuestros hijos colm¨¢bamos una vanidad por delegaci¨®n. Y tras elevarlos absurdamente por las nubes les dejamos caer a plomo sobre una realidad que no tiene nada que ver con las expectativas en las que se hab¨ªan criado. La realidad es que este pa¨ªs no saldr¨¢ adelante si no mejora las condiciones de vida de esa generaci¨®n a la que la crisis dej¨® colgada. Esta precariedad sin horizonte solo generar¨¢ rabia y resentimiento. Y qu¨¦ quieren que les diga, pensar que el n¨²cleo de las negociaciones para formar Gobierno son los sentimientos identitarios me parece una estafa. Para los viejos y los maduros, que vivimos una irritaci¨®n cr¨®nica, y para esos j¨®venes que, desencantados, han aceptado sin m¨¢s su destino. Incluso para esos otros j¨®venes que salen a la calle poniendo su fe en una bandera y a los que no les hemos sabido transmitir que el origen social, las penalidades econ¨®micas y el desamparo unen m¨¢s que el sentido de pertenencia a un pueblo. Es un fracaso de la verdad, o un triunfo de los mentirosos.
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