Euroescepticismo judicial
El coste que se paga por desobedecer decisiones del TJUE es la idea misma de integraci¨®n europea
Resulta sorprendente la celeridad con la que ciertas narrativas euroesc¨¦pticas se han instalado en el debate pol¨ªtico espa?ol. A cuenta de la decisi¨®n del Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea sobre Junqueras, Abascal, l¨ªder de Vox, propon¨ªa la idea de que Espa?a deber¨ªa desobedecer las decisiones del m¨¢ximo ¨®rgano judicial de la Uni¨®n Europea. Dicha propuesta es claramente nacionalista, pero se trata de un nacionalismo importado. Es una de las paradojas de la pol¨ªtica europea: los euroesc¨¦pticos de todo el continente parecen adoptar din¨¢micas de observaci¨®n y aprendizaje transnacional. La idea de no acatar las decisiones del TJUE ya se ha escuchado antes en la Polonia iliberal de Kaczynski. Bienvenidos a la estrategia del euroescepticismo judicial.
El polit¨®logo David Easton acu?¨® unos conceptos, apoyo espec¨ªfico y apoyo difuso, que nos pueden servir para entender en qu¨¦ consiste dicha estrategia. El apoyo espec¨ªfico es la aceptaci¨®n o legitimidad sociol¨®gica de una decisi¨®n concreta de una instituci¨®n. El apoyo difuso, la aceptaci¨®n de la instituci¨®n en s¨ª, con independencia del apoyo a tal o cual decisi¨®n espec¨ªfica. La estrategia del euroescepticismo judicial consiste en reciclar la falta de apoyo espec¨ªfico a una decisi¨®n concreta, en este caso la decisi¨®n sobre Junqueras, para erosionar el apoyo difuso al TJUE y, de paso, a la Uni¨®n Europea.
Para ello, en un primer paso, se utilizan enmarcados nacionalistas de la decisi¨®n judicial, como la idea de que Europa no respeta a Espa?a. Una decisi¨®n t¨¦cnica de interpretaci¨®n del derecho es convenientemente reconvertida en una humillaci¨®n a la patria. Orgullo nacional herido. De pronto, se olvidan todas las responsables apelaciones a respetar las decisiones judiciales y el estado de derecho. El victimismo, tan frecuente en el imaginario nacionalista, se abre paso. Una vez dibujado el diagn¨®stico del problema en estos t¨¦rminos, la soluci¨®n cae por su propio peso: Espa?a debe hacerse respetar, incluso a costa de no acatar la decisi¨®n del TJUE.
Lo interesante de esta estrategia del euroescepticismo judicial es que esconde una cierta sutileza. Quienes la defienden no son tan torpes como para proponer de forma abierta un Spaxit, la salida de Espa?a de la Uni¨®n Europea. No lo hacen, probablemente, porque saben que dicha propuesta no contar¨ªa con suficiente apoyo ciudadano. Espa?a es un pa¨ªs europe¨ªsta, y el continente se encuentra a¨²n traumatizado por un Brexit que ni siquiera, al momento de escribir estas l¨ªneas, ha terminado de ocurrir. Pero al proponer la desobediencia a las sentencias del TJUE los euroesc¨¦pticos buscan, de forma t¨¢cita, erosionar a la Uni¨®n Europea desde dentro.
Esto es as¨ª porque sin respeto al derecho de la Uni¨®n Europea, a su primac¨ªa, y a las sentencias del TJUE, no hay integraci¨®n europea. La Uni¨®n Europea es una comunidad de derecho. Si cada pa¨ªs pudiera elegir a la carta qu¨¦ parte del derecho europeo obedece y qu¨¦ parte no, la Uni¨®n Europea no podr¨ªa funcionar. El mercado interior desaparecer¨ªa, sepultado entre regulaciones jur¨ªdicas crecientemente dispares e inseguridad jur¨ªdica. Los ciudadanos de la Uni¨®n perder¨ªan sus derechos, como la libre circulaci¨®n, restringidos de forma caprichosa en tal o cual pa¨ªs. El progreso alcanzado en estas d¨¦cadas de integraci¨®n europea se deshar¨ªa como un azucarillo en un caf¨¦ caliente. No habr¨ªa que declarar muerta la Uni¨®n. Desarticulados los principios sobre los que se asienta, se convertir¨ªa en una organizaci¨®n regional zombi y vac¨ªa de contenido.
En el fondo, la estrategia del euroescepticismo judicial esconde la misma trampa que el euroescepticismo en general. Durante la campa?a del Brexit, en Reino Unido, los partidarios de la salida de la Uni¨®n promet¨ªan ¡°recuperar el control¡±. Es decir, tomar todas las decisiones de forma unilateral, sin contar con los puntos de vista de conciudadanos europeos de otros pa¨ªses. Este nacionalismo, disfrazado de ret¨®rica democr¨¢tica, escond¨ªa sin embargo una renuncia. Cuanto m¨¢s tomamos decisiones de forma unilateral, menor es nuestra capacidad para cooperar con otros pa¨ªses, con otras comunidades pol¨ªticas en resolver problemas comunes. ¡°Recuperar el control¡± significa por tanto renunciar a formas profundas de cooperaci¨®n supranacional, aislarse y romper puentes.
La propuesta de desobediencia a las decisiones del TJUE no es una excepci¨®n. Al contrario. El Tribunal de Luxemburgo y su jurisprudencia son piezas centrales del proceso de integraci¨®n europeo. Sin ellos, no hay Uni¨®n Europea. Los estrategas del euroescepticismo judicial no lo cuentan, pero probablemente lo saben: la desobediencia a las decisiones del TJUE, que se presenta con una fr¨ªvola liviandad, ser¨ªa en la pr¨¢ctica una herida de muerte a la Uni¨®n Europea. Lo que importa, ahora, es que lo sepa tambi¨¦n la ciudadan¨ªa. Desobedecer decisiones del TJUE no es gratis. El coste, que pagamos todos, es la idea misma de integraci¨®n europea tal y como la hemos concebido.
Pablo Jos¨¦ Castillo Ortiz es doctor en Derecho y Ciencia Pol¨ªtica y profesor de Derecho en University of Sheffield (Reino Unido).
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