Algo huele a podrido en la Puerta del Sol
Con su decidido espa?olismo, Esperanza Aguirre hizo de la Comunidad de Madrid un baluarte contra los nacionalistas y se erigi¨® en contrapeso de los Gobiernos socialistas en La Moncloa. Su herencia sigue viva
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Unos cuantos procesos judiciales llevan camino de demostrar que la Comunidad de Madrid estuvo gobernada, durante a?os, por un pu?ado de filibusteros. Ignacio Gonz¨¢lez, vicepresidente desde 2003 y presidente entre 2012 y 2015, es el centro de la Operaci¨®n Lezo, que analiza el desfalco del Canal de Isabel II. Se llama as¨ª porque Blas de Lezo defendi¨® en el siglo XVIII Cartagena de Indias, donde se vio a Gonz¨¢lez cargado con bultos sospechosos, tal vez regalos de sus c¨®mplices. Francisco Granados, consejero de Presidencia de 2004 a 2011, da su nombre al caso P¨²nica (en lat¨ªn, el granado es punica granatum), sobre una trama que cobraba comisiones a empresas por contratos de la Administraci¨®n. Ambos fueron acusados de organizaci¨®n criminal y pasaron una temporada en la c¨¢rcel, a la espera de otros acontecimientos. Junto a ellos hay decenas de personas investigadas por corrupci¨®n, la mayor¨ªa cargos municipales y auton¨®micos. Algo huele a podrido en la Puerta del Sol, sede de la Comunidad.
Aparte de los ingeniosos apodos que identifican estos procedimientos, las peripecias de semejantes personalidades incluyen otras curiosidades de tebeo, como el espionaje mutuo o el hallazgo de billetes en casa de los suegros de Granados. Pero los dos comparten otro rasgo fundamental: gestionaban el Partido Popular de Madrid, del que fueron secretarios generales, bajo el liderazgo de Esperanza Aguirre, cuando ¡ªhay ya pocas dudas¡ª la financiaci¨®n irregular era la norma. La misma llegada de Aguirre a la presidencia de la Comunidad en 2003 sali¨® de otra escena digna de un vodevil, a¨²n sin aclarar, cuando dos parlamentarios no aparecieron en el pleno de investidura, lo cual abort¨® una coalici¨®n de izquierdas y permiti¨® nuevas elecciones que devolvieron la mayor¨ªa a los populares. De ese curioso modo, la derecha madrile?a no perdi¨® el control de la instituci¨®n, que ejerc¨ªa desde ocho a?os atr¨¢s. Aguirre se erigi¨® en contrapeso de los Gobiernos nacionales socialistas, pudo competir con los sectores moderados de su partido y marc¨® el rumbo del poder regional hasta nuestros d¨ªas.
La expresidenta popular conjug¨® el verbo privatizar, a menudo con pr¨¢cticas turbias y nada thatcherianas
Esperanza Aguirre merece una buena biograf¨ªa pol¨ªtica. Porque, m¨¢s all¨¢ de los puestos que ocup¨® (ministra de Educaci¨®n, presidenta del Senado), disfrut¨® de una enorme popularidad y encabez¨® el ala liberal del Partido Popular, una organizaci¨®n heterog¨¦nea que abarcaba desde la extrema derecha posfranquista hasta el centro socialcristiano. De una simpat¨ªa desbordante, su desparpajo castizo y su acento sainetero, su afici¨®n al tuteo y al desplante, recuerdan el majismo aplebeyado del que presum¨ªa la nobleza espa?ola desde fines del Antiguo R¨¦gimen. Hija de la alta burgues¨ªa y arist¨®crata por familia y matrimonio, se?ora de un viejo palacete en el barrio de Malasa?a, daba la impresi¨®n de tratar a sus colaboradores como al servicio de casa, un servicio que ¡ªcomo ella misma ha dicho¡ª le sali¨® rana. Pese a ser funcionaria, en sus actitudes se transparentaba, m¨¢s que la vocaci¨®n de atender a la ciudadan¨ªa, el sentido patrimonial de las ¨¦lites acostumbradas a mandar durante generaciones.
Pero Aguirre no se conform¨® con el ¨¦xito profesional y con una carrera pol¨ªtica al uso, quiso adem¨¢s impartir doctrina. Milit¨® desde sus inicios en grupos liberales, luego integrados en el Partido Popular, y abog¨® por reducir el peso del Estado para liberar energ¨ªas individuales. Conquist¨® con ello al escritor Mario Vargas Llosa, quien la defini¨® como una Juana de Arco liberal capaz de soltar verdades a la cara de sus enemigos colectivistas. Encarnaba en realidad una pobre versi¨®n del liberalismo, centrada en lo econ¨®mico y con escaso aprecio por algunos de sus principios b¨¢sicos, como la tolerancia, la libertad de prensa y la igualdad ante la ley. No obstante, Aguirre dec¨ªa enlazar con algunas tradiciones del Partido Conservador brit¨¢nico, la de Winston Churchill y sobre todo la de Margaret Thatcher, a cuyo entierro acudi¨®. Su anglofilia le vali¨® notables reconocimientos en Inglaterra, donde lleg¨® a intervenir en el congreso de los tories para darles lecciones de buen hacer. No en vano la llamaban la Thatcher espa?ola.
El ideario de Aguirre, a pesar de las luchas faccionales internas, ha guiado la longeva gesti¨®n popular de la Comunidad de Madrid. Pero no para adoptar una visi¨®n churchilliana y compasiva, sino para conjugar el verbo privatizar, a menudo con pr¨¢cticas turbias y nada thatcherianas. Su modelo sanitario ha recortado las prestaciones y ha alimentado los negocios paralelos, en una deriva que consigui¨® frenar la marea blanca de los hospitales. En educaci¨®n, la presidenta menospreciaba a los profesores, a quienes acus¨® de trabajar pocas horas. Los colegios biling¨¹es ¡ªun empe?o aguirrista con resultados ambivalentes¡ª han convivido con una apuesta decidida por la ense?anza concertada, fruto de la alianza entre los sedicentes liberales y los intereses de la Iglesia cat¨®lica. Cuando Luc¨ªa Figar, consejera de Educaci¨®n y disc¨ªpula de Aguirre, prometi¨® a Comuni¨®n y Liberaci¨®n multiplicar sus escuelas, hac¨ªa expl¨ªcita esa pol¨ªtica. Para cerrar el c¨ªrculo, parece que Granados percib¨ªa coimas al ceder terrenos a centros concertados.
Muchos madrile?os parecen estar a gusto con la prosperidad, aunque crezca el descuido de lo p¨²blico
A este c¨®ctel ideol¨®gico y tentacular habr¨ªa que a?adir un decidido espa?olismo que ha hecho de la Comunidad un baluarte contra los nacionalistas catalanes y vascos. Aguirre promovi¨® la celebraci¨®n por todo lo alto del bicentenario del 2 de Mayo de 1808, exaltado como una manifestaci¨®n inequ¨ªvoca de patriotismo en defensa de la integridad de Espa?a. Tuvo gestos, eso s¨ª, con la pluralidad cultural del pa¨ªs, como la promesa de abrir un colegio en lengua catalana. Antes de la fundaci¨®n de Vox, Aguirre protegi¨® a Santiago Abascal con un empleo de dudosa utilidad en la burocracia madrile?a, y despu¨¦s no ha ocultado su afinidad con las posiciones nacionalistas y el programa econ¨®mico neoliberal del partido derechista. En los ¨²ltimos tiempos, la mayor¨ªa conservadora de la Asamblea de Madrid ha aprobado una proposici¨®n de Vox que exige la ilegalizaci¨®n de los partidos separatistas.
La herencia de Aguirre, que no tuvo m¨¢s remedio que retirarse, sigue viva en la Puerta del Sol. Pese a los esc¨¢ndalos, el Partido Popular mantiene el poder en su feudo, ahora gracias a Ciudadanos, cuyo compromiso con medidas regeneradoras no les ha llevado a buscar otras posibilidades, y al apoyo externo de Vox. La izquierda, m¨¢s dividida que nunca, se muestra incapaz de aprovechar sus oportunidades. Y de la cantera de Aguirre, cazatalentos de fama, ha surgido mientras tanto la nueva presidenta de la regi¨®n, de m¨¦ritos discutibles. Madrid se convierte as¨ª en un caso aparte, pues otras comunidades minadas por las corruptelas, como la Valenciana o Andaluc¨ªa, han cambiado el color de sus Gobiernos. Salvando las distancias, algo solo comparable a la Catalu?a dirigida por los pupilos de Jordi Pujol. El grueso de los madrile?os parece a gusto con la evidente prosperidad, aunque crezcan las desigualdades y el descuido de lo p¨²blico, y con los arrebatos espa?olistas de sus l¨ªderes. Como si los cambios sociales propiciados por el aguirrismo hubieran moldeado a la opini¨®n a su imagen y semejanza. As¨ª que, sin respuesta c¨ªvica a la vista, resulta f¨¢cil caer en el des¨¢nimo. La imputaci¨®n en el caso P¨²nica de la lideresa, que hasta ahora se hab¨ªa librado de los tribunales, nos recuerda que al menos queda la justicia.
Javier Moreno Luz¨®n es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad Complutense de Madrid.
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