Verdad inc¨®moda: el mejor ejemplo arquitect¨®nico de Vigo son sus luces de Navidad
Su iluminaci¨®n festiva la representa tanto como un gol de Iago Aspas en la ¨²ltima jornada de Liga
La arquitectura nace en el Barroco. No todo el mundo lo sabe y, de hecho, la mayor¨ªa de la gente cree que la arquitectura naci¨® con las pir¨¢mides de Egipto o, como mucho, en la era del Imperio Romano, que llen¨® la Europa mediterr¨¢nea de templos, acueductos, coliseos y panteones diversos. Pues no. La mayor¨ªa de la gente se equivoca. La arquitectura nace en el Barroco. M¨¢s o menos a mediados del XVII; o sea, unos cuatro mil a?os despu¨¦s de que se construyesen las pir¨¢mides y 15 siglos despu¨¦s de que Apolodoro de Damasco terminase el Pante¨®n de Agripa.
Antes del Barroco solo exist¨ªa la construcci¨®n. En peor o mejor medida, en algunos casos con resultados felic¨ªsimos como el ya citado Pante¨®n, pero sin ser verdadera arquitectura porque los edificios no estaban pensados para ser recorridos. Se experimentaban de un plumazo, y eso cuando se hubiese contemplado que quienes los ten¨ªan que experimentar eran los seres humanos. Porque, a saber: las catedrales g¨®ticas buscaban establecer un di¨¢logo con Dios, los acueductos serv¨ªan para dar respuesta a problemas civiles (important¨ªsimos, pero civiles), y los coliseos no dejaban de ser pantallas est¨¢ticas donde t¨² te sentabas y pasaban cosas delante.
?Qu¨¦ es lo que cambia en el Barroco? Pues la cosa es sencilla: dice Bruno Zevi en Saber ver la arquitectura que el espacio solo puede ser completamente comprendido mediante un recorrido. Es decir, que el espacio solo se entiende a si circulamos por ¨¦l, si le aplicamos el tiempo. Y eso es exactamente lo que empieza a hacerse en el Barroco: pensar que un espacio debe ser recorrido por los seres humanos. El Barroco entiende que un edificio no es un artefacto ensimismado; es una obra de teatro inmersiva cuya verdadera raz¨®n de ser son las personas que la experimentan. La arquitectura no se construye, la arquitectura se ense?a. Es perfectamente l¨®gico entender, por tanto, que la arquitectura que mejor define a la ciudad de Vigo sean sus luces navide?as.
No me malinterpreten, en la ciudad ol¨ªvica hay unos cuantas obras, digamos convencionales, de enorme calidad. Por ejemplo, el edificio universitario de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue es una amalgama magn¨ªficamente articulada de usos, tr¨¢nsitos y materiales, y el Real Club N¨¢utico, inaugurado en 1945, es una curiosa anomal¨ªa hist¨®rica, pues lo normal en un edificio del franquismo de posguerra es que apelase al espa?olismo rancio en lugar de al racionalismo del que hace gala, y que lo aproxima m¨¢s a los postulados del Movimiento Moderno europeo que al tradicionalismo carpetovet¨®nico.
Tan de Vigo como un gol de Iago Aspas al final de la Liga
Sin embargo, estos edificios (y alguno m¨¢s) no dejan de ser joyas peque?as y ocultas en una ciudad que no es conocida precisamente por su patrimonio arquitect¨®nico. Y eso la coloca en clara desventaja frente sus dos competidoras directas: A Coru?a y Santiago de Compostela. Porque esta competici¨®n intergalaica define tanto a Vigo como la f¨¢brica de Citro?n (hablaremos de esto un poco m¨¢s tarde) o un gol de Iago Aspas en Bala¨ªdos de los que certifican la permanencia en la ¨²ltima jornada de liga.
La competicion territorial, y m¨¢s a¨²n en entornos acotados, no es desde luego exclusiva de Galicia: por cada Madrid-Bar?a hay un Madrid-Atleti, un Betis-Sevilla y un Athletic-Real Sociedad. En el noroeste peninsular es esencialmente lo mismo. S¨ª, claro que existe un Celta-Depor (en par¨¦ntesis moment¨¢neo mientras militan en categor¨ªas distintas), pero aqu¨ª tambi¨¦n hay un Faro de Vigo-La Voz de Galicia y un R¨ªas Baixas-Costa da Morte. Si a ello le sumamos que Vigo es la ciudad m¨¢s poblada de Galicia pero las instituciones est¨¢n en Santiago, y lo salpimentamos con el fen¨®meno de las baron¨ªas socialistas frente a los gobiernos auton¨®micos populares, obtenemos como resultado una figura pr¨¢cticamente irreproducible fuera del ecosistema que la ha generado: Abel Caballero [alcalde de la ciudad desde 2007].
Por supuesto que ni Vigo ni Caballero pueden competir con Santiago o A Coru?a en temas de patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico. Por un lado, Santiago de Compostela es intratable. Tan solo con la catedral ya ser¨ªa inalcanzable pero es que, adem¨¢s, tiene el CGAC, de Siza, y el bell¨ªsimo parque de San Domingos de Bonaval justo al lado (tambi¨¦n est¨¢ ah¨ª la Cidade da Cultura que resta puntos, pero no los suficientes). A Coru?a no es tan potente pero entre el Faro de H¨¦rcules y el Domus del ¨²ltimo Pritzker, Arata Isozaki, ya van sobrados. Mientras, aparte de las ya mencionadas excepciones, el patrimonio social de Vigo es fundamentalmente industrial.
Industrial, posmoderno y para la admiraci¨®n
En realidad, no hay nada malo en que el patrimonio de una ciudad sea industrial. El problema cuando hablamos de arquitectura es que los edificios industriales casi nunca se consideran patrimonio. Casi nunca se consideran merecedores de ser valorados, conservados y mucho menos, protegidos. As¨ª, la arquitectura industrial acaba siendo una colecci¨®n de obras perecederas, modificables, a veces intercambiables. Precisamente por eso, y dure lo que dure, la arquitectura industrial es conceptualmente ef¨ªmera. Nacida sin ambici¨®n de permanencia. Nacida para ser sustituida.
Y si me han acompa?ado hasta aqu¨ª y han seguido los tres hilos que hemos lanzado en el art¨ªculo, muy probablemente hayan llegado a la misma conclusi¨®n: la arquitectura que mejor define a la ciudad de Vigo son sus luces navide?as, porque es la confluencia perfecta de un patrimonio el¨¦ctrico, ef¨ªmero y teatral concebido para ser recorrido y ser admirado desde A Coru?a hasta la ciudad de Nueva York.
Un artefacto industrial que este a?o ha elevado su coste al mill¨®n de euros, al incorporar una enorme noria iluminada, un ¨¢rbol de 32 metros de altura y un total de 10 millones de bombillas LED (con su correspondiente y criticado consumo energ¨¦tico), y que durante unos d¨ªas se convierte cada a?o en la nueva envolvente de la ciudad, en una nueva cara. Como las fachadas-anuncio de Las Vegas. Como la mejor arquitectura posmoderna y barroca. Como la mejor arquitectura.
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