Blindar la esperanza
Hay que tender puentes en todos los ¨¢mbitos. Lo que est¨¢ en juego es la convivencia democr¨¢tica

Se ha hecho realidad la investidura de Pedro S¨¢nchez. Podr¨¢ conformarse, pues, un Gobierno de progreso en que cifraban sus esperanzas amplios sectores de la sociedad, en Catalu?a y en toda Espa?a. Esperanzas de desbloqueo para abordar desaf¨ªos insoslayables: combatir desigualdades sociales y de g¨¦nero, revertir el deterioro del Estado del bienestar, emprender la transici¨®n ecol¨®gica, lograr una incorporaci¨®n humanista del modelo productivo a la era digital¡ Y ¡ª?c¨®mo no!¡ª expectativas de iniciar, tras a?os de est¨¦ril confrontaci¨®n, un tiempo de di¨¢logo en el conflicto catal¨¢n. Sin embargo, el contexto augura las mayores dificultades. Quienes apostamos por este Gobierno sabemos que el ¨¦xito de sus prop¨®sitos requerir¨¢ de muchas y activas complicidades: en el mundo del trabajo, en los ¨¢mbitos acad¨¦micos y culturales... En todos aquellos espacios de encuentro donde nunca hemos dejado de propugnar el retorno de la pol¨ªtica.
La virulencia mostrada en el Congreso por la derecha y la extrema derecha ha alcanzado niveles in¨¦ditos: insultos y descalificaciones, llamadas al transfuguismo, acusaciones de ¡°traici¨®n¡± y sobre todo el no reconocimiento de la legitimidad de una mayor¨ªa tejida mediante acuerdos pol¨ªticos entre fuerzas parlamentarias. Lenguaje de guerra civil, amenazas de llevar la contestaci¨®n a las calles y de transformar los tribunales en campo de batalla contra el nuevo Ejecutivo. La sospechosa retirada de la condici¨®n de diputado al president Torra por parte de una exigua mayor¨ªa de la JEC en v¨ªsperas de la sesi¨®n de investidura, muestra el potencial de dicha amenaza, no s¨®lo para la estabilidad de un Gobierno que llega al poder mediante una delicada aritm¨¦tica, sino para la independencia y la credibilidad de las instituciones y, por ende, de la propia democracia.
He aqu¨ª el primer Gobierno de coalici¨®n desde la Segunda Rep¨²blica, agrupando a la socialdemocracia y a fuerzas que se sit¨²an a su izquierda: fin de un tab¨² y cambio cultural sustantivo. A nadie se le oculta que las reformas anunciadas chocar¨¢n con resistencias corporativas y limitaciones en el gasto impuestas por el rigor fiscal de la UE. Sin olvidar un posible desfase entre los ingresos tributarios previstos y una econom¨ªa afectada por numerosas incertidumbres internacionales y por la intensidad del impacto del periodo de austeridad sobre los servicios p¨²blicos y las condiciones de vida de la gente. En este terreno, el ¨¦xito gubernamental depender¨¢ tanto o m¨¢s que de sus propios aciertos de la concertaci¨®n entre agentes sociales y especialmente de los sindicatos. Su papel ser¨¢ fundamental. Para alentar los cambios necesarios y para brindar, junto con movimientos y entidades, cauces adecuados a las demandas sociales. La explotaci¨®n de la desaz¨®n de las clases medias y populares por quienes izan banderas de odio y repliegue tribal, se extiende de modo inquietante por los pa¨ªses de nuestro entorno.
La virulencia mostrada en el Congreso por la derecha y la extrema derecha ha alcanzado niveles in¨¦ditos
Por todo ello, la gesti¨®n del asunto territorial ser¨¢ la gran prueba de fuego. El acuerdo con ERC, necesariamente gen¨¦rico, esboza un camino transitable para el conflicto catal¨¢n. Se trata de empezar por reconocer su naturaleza eminentemente pol¨ªtica, buscar soluciones en ese ¨¢mbito y dejar atr¨¢s el tiempo de las togas. Al mismo tiempo, las propuestas surgidas de la negociaci¨®n deber¨¢n encontrar un encaje en el ordenamiento jur¨ªdico para hacerlas viables. Es justo reconocer el esfuerzo de quienes, a¨²n desde la c¨¢rcel, como Oriol Junqueras, han apostado por ese camino. Lo que nos recuerda otra vez cu¨¢n dif¨ªcilmente avanzaremos sin una salida adecuada a la situaci¨®n penal de unos interlocutores necesarios, cuyo prolongado encarcelamiento no hace sino agravar las cosas.
Pero los enemigos del di¨¢logo est¨¢n ya en marcha. En Madrid, el griter¨ªo es ensordecedor y pretende desacreditar cualquier paso en esa direcci¨®n. En Barcelona, los partidarios de ¡°cuanto peor, mejor¡± temen tambi¨¦n que un proceso de distensi¨®n merme la influencia que les procura la polarizaci¨®n. Y es que el conflicto no s¨®lo tiene que ver con un pleno reconocimiento nacional o con el reparto territorial del poder en Espa?a. Estos a?os han abierto una profunda herida en la sociedad catalana y una ¨¢spera disputa por su liderazgo. Aliment¨¢ndose mutuamente, los radicalismos nacionalistas de uno y otro signo se esfuerzan por ahondar esa divisi¨®n, blandiendo las t¨¦tricas im¨¢genes de una Espa?a monol¨ªtica y de una Catalu?a irredenta. M¨¢s que una enso?aci¨®n, ambas son una pesadilla.
El reto consiste en hacer progresar el di¨¢logo en medio de ese fuego cruzado. No ser¨¢ posible si los esfuerzos se limitan al ¨¢mbito institucional, a las mesas previstas, a las iniciativas parlamentarias o a los dispositivos auton¨®micos. La sociedad ¡ªen Madrid, en Barcelona y en toda Espa?a¡ª debe multiplicar foros, debates, encuentros; contrarrestar la crispaci¨®n con ideas y propuestas; propiciar por todos los medios un clima constructivo. Hay que tender puentes en todos los ¨¢mbitos, empujar desde abajo, blindar los acuerdos que se vayan alcanzando. Todo se antoja extremadamente fr¨¢gil en este camino, plagado de amenazas. Est¨¢ en juego la convivencia democr¨¢tica. La llegada del nuevo Gobierno abre una puerta a la esperanza. Pero urge afianzarla. Tal es nuestro compromiso.
Josep M. Vall¨¨s, Llu¨ªs Rabell y Victoria Camps forman parte del Grup PR?LEG. Adem¨¢s, firman esta tribuna: Raimon Obiols, Marina Subirats, Jordi Amat, Joan Coscubiela y Joan Subirats.
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