No a la guerra
Trump desprecia la diplomacia y opta por intimidar a sus aliados
Donald Trump lleva toda la raz¨®n al menos en dos cuestiones. Qasem Soleimani ten¨ªa las manos manchadas de sangre y no es cuesti¨®n ahora de apiadarse de su desaparici¨®n. E Ir¨¢n no debe hacerse con el arma at¨®mica, pues constituye un peligro para la regi¨®n y un p¨¦simo ejemplo de proliferaci¨®n nuclear. No la tiene, en cambio, ni en la orden de asesinar al general iran¨ª, en contravenci¨®n no tan solo de la legislaci¨®n internacional, sino incluso de una prohibici¨®n presidencial de los asesinatos de enemigos pol¨ªticos, firmada hace d¨¦cadas por Ronald Reagan, ni tampoco en el m¨¦todo unilateral elegido para evitar que Teher¨¢n consiga convertirse en poder nuclear. Tampoco le asiste raz¨®n alguna en su grosera conminaci¨®n ayer, ajena a los buenos usos y costumbres en las relaciones internacionales, para que la Alianza Atl¨¢ntica, los principales pa¨ªses europeos e incluso China y Rusia se rindan a su desaforada estrategia de acoso y asedio a Ir¨¢n y abandonen el Plan de Acci¨®n Conjunta que ha posibilitado hasta ahora la paralizaci¨®n del programa nuclear iran¨ª.
Soleimani era el n¨²mero dos?de un r¨¦gimen dictatorial y peligroso, pero no el jefe de una banda terrorista tal como lo describi¨® ayer Trump en su solemne y sombr¨ªa intervenci¨®n en la Casa Blanca. Acabar con su vida es un acto de guerra que solo tiene como antecedente el abatimiento en plena Segunda Guerra Mundial del avi¨®n en el que viajaba el almirante Yamamoto, responsable de la destrucci¨®n de la toda flota estadounidense del Pac¨ªfico en un ataque a¨¦reo por sorpresa en Pearl Harbor. No cabe acogerse tampoco a la dudosa legalidad de los asesinatos selectivos practicados por George W. Bush y Barack Obama como parte de la guerra global contra el terror para terminar con la vida de dirigentes de fuerzas definidas precisamente como no estatales.
Nada puede justificar la escalada. Ni de un lado, ni del otro. Ni del iran¨ª, con sus ataques con misiles en Irak y en el golfo P¨¦rsico. Ni del estadounidense, con este asesinato de un mandatario iran¨ª en respuesta al asalto a las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos en Bagdad, a todas luces excesiva y sin suficientes consultas previas a los organismos de seguridad de Washington y menos todav¨ªa a los aliados europeos. En buena correspondencia, la Uni¨®n Europea, y con ella los pa¨ªses firmantes del acuerdo nuclear con Ir¨¢n, en vez de seguir las ¨®rdenes impropias y abusivas de Donald Trump, deben pedir a las dos partes que cesen en la escalada y den por cerrado este grav¨ªsimo encontronazo, antes de que se convierta en una guerra abierta y sin control.
Dos son las cuestiones que producen especial desaz¨®n en Europa. La primera es la reanudaci¨®n del programa nuclear iran¨ª, no tan solo por el peligro que significa en s¨ª mismo, sino porque la demolici¨®n del acuerdo tan dif¨ªcilmente construido constituye una derrota del multilateralismo y un retroceso en las pol¨ªticas de no proliferaci¨®n en el mundo. La segunda es la progresi¨®n que pueda hacer el terrorismo del autodenominado Estado Isl¨¢mico, contra el que Ir¨¢n, e incluso el asesinado Soleimani, hab¨ªan hecho no pocos esfuerzos. De ah¨ª que la UE deba dedicar sus energ¨ªas tanto al mantenimiento de la alianza para combatir el Estado Isl¨¢mico como a convencer a Teher¨¢n de que no entierre el acuerdo multilateral de no proliferaci¨®n.
La Casa Blanca, orientada exactamente en direcci¨®n contraria, ha acompa?ado la declaraci¨®n presidencial de una medida injustificable e impropia de sus compromisos internacionales, como es denegar el visado al ministro de Exteriores iran¨ª, Javad Zarif, para evitar que acuda a la reuni¨®n del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en Nueva York. Esta decisi¨®n limita precisamente el ¨²nico instrumento capaz de revertir el conflicto, como es la acci¨®n diplom¨¢tica, y constituye un indicio adicional del p¨¦simo rumbo tomado por Trump ante esta crisis. La deriva unilateral y ajena al derecho internacional emprendida por la Casa Blanca, a espaldas incluso de la diplomacia y de la inteligencia militar de Estados Unidos, constituye un peligro para la paz en Oriente Pr¨®ximo que apela especialmente a la acci¨®n urgente y al protagonismo de la Uni¨®n Europea.
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