El d¨ªa en que Teruel existi¨®
La agrupaci¨®n de electores surgida de aquella reivindicaci¨®n ha decidido el Gobierno de un pa¨ªs que siempre ningune¨® y margin¨® a su provincia
A?os y a?os de abandono y olvido, de discriminaci¨®n, de desprecio incluso por parte del Estado, llevaron a los turolenses a salir a la calle detr¨¢s de una pancarta que dec¨ªa: ¡°Teruel existe¡±. La cosa se tom¨® a broma como se suelen tomar en las grandes ciudades y en los c¨ªrculos del poder nacional las reivindicaciones de las provincias pobres, pero cal¨® en la poblaci¨®n local hasta el punto de convertirse en un eslogan pol¨ªtico que pronto ser¨ªa imitado por las de otras provincias con id¨¦ntico problema: la inexistencia. El resultado de todo ello se ha visto esta semana en el Congreso: la agrupaci¨®n de electores surgida de aquella reivindicaci¨®n primitiva de los turolenses ha decidido el Gobierno de un pa¨ªs que siempre ningune¨® y margin¨® a su provincia, la ¨²nica, por poner solo un ejemplo entre los mil posibles, sin conexi¨®n directa por tren con Madrid de todo el territorio nacional, salvedad hecha, l¨®gicamente, del insular.
La repentina existencia de Teruel, que sorprendi¨® la noche de las elecciones a los partidos pol¨ªticos, ninguno de cuyos l¨ªderes hab¨ªa pasado a hacer campa?a por ella como de costumbre, se hizo m¨¢s evidente a medida que todos se posicionaron ante la tesitura de investir a un presidente y se comprob¨® con asombro que el diputado de la provincia que no exist¨ªa (hay m¨¢s, pero esa era la que hab¨ªa patentado el nombre) ten¨ªa la llave de la gobernaci¨®n de Espa?a. De repente, el asombro se volvi¨® estupefacci¨®n; el ninguneo, inter¨¦s por las necesidades de los turolenses, y su diputado electo, codiciado objeto de deseo por parte de unos y otros, que de la noche a la ma?ana pasaron a aprenderse de memoria el nombre de Tom¨¢s Guitarte, al que hasta entonces hab¨ªan tomado por un espont¨¢neo, un maletilla de la pol¨ªtica que ocupar¨ªa un puesto en el gallinero del Congreso y pasar¨ªa la legislatura sin hablar, en concordancia con la inexistencia de su demarcaci¨®n electoral. Lo dem¨¢s ya lo saben ustedes: acercamientos, promesas, hasta intentos de soborno y amenazas ha vivido esta semana el diputado de Teruel Existe por atreverse a existir y por, adem¨¢s de ello, tener la capacidad por vez primera en la historia de la provincia a la que representa de decidir el destino de un pa¨ªs que siempre la ningune¨®. La lecci¨®n a extraer se cae de la mano: no desprecies a nadie y nunca te despreciar¨¢n a ti.
Cuando yo comenc¨¦ a estudiar el bachillerato, en mi colegio hab¨ªa un profesor que cada a?o empezaba el curso dici¨¦ndonos a los alumnos que Huesca no exist¨ªa. En el remoto pueblo en el que viv¨ªamos y en aquel tiempo ¡ªmediados de los a?os sesenta¡ª, no es que no existiera Huesca, es que ni siquiera exist¨ªa Le¨®n, la capital de nuestra provincia. Aun as¨ª, el profesor se empe?aba en demostrar la inexistencia de Huesca y lo lograba con tres preguntas: ?alguno de ustedes ha estado alguna vez en Huesca?; ?alguno de ustedes conoce a alguien de Huesca?; ?alguno de ustedes ha visto Huesca en la televisi¨®n? Ante nuestro significativo silencio, el profesor conclu¨ªa ufano que, en efecto, Huesca no exist¨ªa y que lo que los Gobiernos de Franco invert¨ªan en ella se lo quedaban los ministros. Ante la indignaci¨®n que la existencia de Teruel ha provocado en la derecha espa?ola estos d¨ªas, empiezo a pensar que aquel profesor que los alumnos pens¨¢bamos que estaba loco no iba tan desencaminado.
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