Ideas de naci¨®n
La premisa de que la naci¨®n es ¡°natural¡± y anterior al Estado es falsa. La historia ha demostrado hasta qu¨¦ grado la m¨ªstica nacional, como divinidad laica, pod¨ªa generar guerras viles
"Naci¨®n¡± es un vocablo pol¨ªtico de fines del siglo XVIII derivado del participio latino de nascor (nacer), que ten¨ªa en origen el sentido biol¨®gico de ¡°lugar o linaje de nacimiento¡±. En la Edad Media fue usado con sentido antropol¨®gico para denotar grupos idiom¨¢ticos afines (las nationes de estudiantes en las universidades). Con la Ilustraci¨®n, cobr¨® sentido pol¨ªtico designando poblaciones heterog¨¦neas (ni familias, ni etnias) articuladas por un Estado labrado por un proceso b¨¦lico (la identidad propia forjada contra la alteridad ajena: nosotros versus ellos).
Esa ¡°comunidad imaginada¡± de una poblaci¨®n identificada como ¡°naci¨®n¡± devino el sujeto supremo de acci¨®n pol¨ªtica como garante de la legitimidad del Estado y depositario de la soberan¨ªa popular. As¨ª surgi¨® la naci¨®n ¡°pol¨ªtica¡± en la Revoluci¨®n Francesa de 1789 como construcci¨®n voluntaria asumida por los ciudadanos. El nacionalismo c¨ªvico gestado en torno al Estado franc¨¦s ahora constitucionalizado dotaba de sentido de pertenencia (el individuo atomizado era parte de un grupo ¡°natural¡±) y era fuente de legitimidad estatal (la patria: objeto de afecto como el de un hijo a su madre).
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Apenas constituida esa idea francesa de ¡°naci¨®n¡±, en las tierras de habla alemana fue forj¨¢ndose otra idea similar en formato, pero no en contenido. En plenas guerras napole¨®nicas, all¨ª cristaliz¨® el nacionalismo ¨¦tnico, a tenor del cual la ¡°naci¨®n¡± era un ser ¡°cultural¡±, org¨¢nico y ajeno al capricho de la voluntad del individuo, puesto que este era solo un eslab¨®n en la cadena colectiva de las generaciones ¡°nacionales¡±. Superaba as¨ª la dificultad de fundar la naci¨®n alemana sobre un precedente estatal o religioso unificado porque no hab¨ªa tal que pudiera servir de catalizador de la conciencia ¡°alemana¡±. Pero s¨ª cab¨ªa recurrir a la identidad idiom¨¢tica sobre la fusi¨®n de dialectos germ¨¢nicos en un nuevo ¡°alem¨¢n¡± tallado contra el franc¨¦s.
Desde entonces, ambas ideas de ¡°naci¨®n¡± fueron cruciales para la constituci¨®n de movimientos nacionalistas que iban a dominar la escena contempor¨¢nea, todos inspirados por la m¨¢xima: ¡°A cada naci¨®n un Estado; a cada Estado, una naci¨®n¡±. Unos movimientos que apelaban a esa entidad ¡°natural¡± previa y superior a cualquier Estado vulnerador de sus derechos (ya por absorci¨®n de la naci¨®n en otro ¡°artificio¡± estatal ¡ªcaso de Irlanda¡ª; ya por fragmentaci¨®n de la naci¨®n ¡ªcaso de Alemania).
El Estado, seg¨²n Arendt, es?el?protector supremo que garantiza los derechos del hombre y de los ciudadanos
El proceso de construcci¨®n de naciones recurri¨® seg¨²n las circunstancias a varios criterios catalizadores de la din¨¢mica identitaria: 1) el lenguaje que une a hablantes diferentes; 2) el territorio conocido desde siempre; 3) la libre voluntad de individuos o pueblos; 4) La etnia-raza de pertenencia visible; 5) la religi¨®n distinta del vecino; 6) La ¡°cultura¡± en sentido etnogr¨¢fico. Y pronto se apreci¨® que la aplicaci¨®n de cada criterio creaba problemas de armonizaci¨®n porque cada uno hab¨ªa sufrido su evoluci¨®n diferente y no eran esencias intemporales.
Por ejemplo, en 1800, el alem¨¢n normalizado era desconocido por la inmensa mayor¨ªa de una poblaci¨®n analfabeta que segu¨ªa hablando variantes dialectales. Y en ese a?o ya hab¨ªa nacionalismos que elud¨ªan la unidad idiom¨¢tica en favor de la soberan¨ªa del territorio o el compromiso con formas pol¨ªticas liberales: los Estados Unidos de Am¨¦rica se hab¨ªan independizado en una guerra contra Gran Breta?a usando el mismo idioma que sus enemigos y parientes por mera ascendencia migratoria.
La historia posterior muestra procesos de nacionalizaci¨®n que lograron completar su programa. Tambi¨¦n ofrece ejemplos de procesos iniciados, pero truncados, algunos en crisis permanente y muchos apenas esbozados. Demostraci¨®n de que la premisa de que la naci¨®n es ¡°natural¡± y anterior al Estado es falsa: no es una familia crecida, ni un clan de familias emparentadas, ni la institucionalizaci¨®n de tribus con ascendencia com¨²n.
Las ideas de naci¨®n y los nacionalismos fueron consecuencia de la crisis del Antiguo R¨¦gimen y del periodo revolucionario abierto con la independencia de los EE UU en 1776 y apenas cerrado con el final de las guerras napole¨®nicas en 1815. Disuelto en el fragor de la revoluci¨®n y de la guerra el viejo orden din¨¢stico, fronterizo y estamental, su reemplazo por la igualdad civil y la soberan¨ªa popular encontr¨® su epicentro en la ¡°naci¨®n¡±. Los hombres pasaron a ser iguales como hijos de la patria y el Estado se convirti¨® en la articulaci¨®n institucional de esa hermandad de ciudadanos. O desearon y lucharon para que pasaran ambas cosas. La naci¨®n devino instancia suprema de mediaci¨®n entre el individuo y la colectividad. Y a ella se acced¨ªa por voluntad (naci¨®n pol¨ªtica: querer ser) o por fuerza (naci¨®n cultural: ser).
El dispuesto a morir por la patria tambi¨¦n est¨¢ dispuesto a matar por ella, preferentemente
La construcci¨®n de las naciones tuvo lugar en la intersecci¨®n de esos procesos que abrieron la v¨ªa a la contemporaneidad: transformaciones demogr¨¢ficas (crecimiento de poblaci¨®n, aumento de longevidad media), cambios sociales (expansi¨®n de ciudades, paso de estamentos a clases), alteraciones pol¨ªticas (Estados representativos, ciudadan¨ªa), transformaciones econ¨®micas (revoluci¨®n industrial, expansi¨®n comercial) y convulsiones culturales (secularizaci¨®n, alfabetizaci¨®n).
Las ideas de naci¨®n respond¨ªan a la necesidad de conformar un sentido de comunidad para poblaciones heterog¨¦neas, pero agrupadas por grandes cambios hist¨®ricos, que demandaban mecanismos de integraci¨®n simb¨®licos y operativos para mantener su cohesi¨®n como sociedades. La naci¨®n subi¨® al altar como divinidad laica y el nacionalismo devino la nueva religi¨®n secular que dotaba de legitimidad al Estado y de sujeto activo a la soberan¨ªa. Y la patria podr¨ªa exigir su tributo de muerte sacrificial: el honor de ¡°entregar la sangre que corre por nuestras venas por la patria que sufre¡±. Con su corolario: el dispuesto a morir por la patria tambi¨¦n est¨¢ dispuesto a matar por ella, preferentemente.
La historia posterior revel¨® hasta qu¨¦ grado la m¨ªstica nacional pod¨ªa generar guerras viles. Porque la construcci¨®n de naciones no ser¨ªa un proceso pac¨ªfico. Superado 1945, Hannah Arendt negaba que la ¡°deificaci¨®n del Estado¡± fuera causa de las recientes convulsiones porque hab¨ªa sido la naci¨®n la usurpadora ¡°del lugar tradicional de Dios¡±. Y subrayaba la diferencia entre ambos conceptos eclipsada por el embrujo del nacionalismo hasta la hecatombe de las Guerras Mundiales. Convendr¨ªa recordar su mensaje: ¡°El Estado, lejos de ser id¨¦ntico a la naci¨®n, es el protector supremo de una ley que garantiza al hombre sus derechos como hombre, sus derechos como ciudadano y sus derechos como nacional. (¡) De estos derechos, solo los derechos del hombre y del ciudadano son derechos primarios, mientras que los derechos de los nacionales se derivan de y est¨¢n implicados en aquellos. (¡) Despu¨¦s de todo, ser franc¨¦s, espa?ol o ingl¨¦s no es un medio de llegar a ser hombre, es un modo de ser hombre¡±.
Enrique Moradiellos es historiador.
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