Tregua comercial
China y EE UU limitan la escalada pero no vuelven a la (mejor) situaci¨®n previa
El reciente acuerdo entre EE?UU y China es m¨¢s bien una tregua en su guerra comercial y un armisticio ¡ªpor el que ambos gigantes se comprometen a reducir algunos de los da?os que ya se han inferido mutuamente y, en todo caso, a no aumentar sus hostilidades¡ª que un verdadero tratado de paz.
Ese car¨¢cter limitado del pacto no implica que no pueda surtir efectos positivos para el comercio mundial, que se ha resentido gravemente de esa guerra en 2019. Y aunque se trata solo de la primera fase de un acuerdo m¨¢s global, que condiciona el inicio de la segunda etapa a su buen fin completo, es poco discutible que contribuir¨¢ de momento a la recuperaci¨®n de los intercambios.
El acuerdo certifica, adem¨¢s, que la teor¨ªa de Donald Trump seg¨²n la cual las guerras comerciales son buenas y es f¨¢cil ganarlas, am¨¦n de estridente, resulta falsa. De un lado, porque la presi¨®n interna le ha obligado a suavizar la ¨²ltima fase de sus nuevos aranceles: la escalada perjudicaba a sus agricultores al cercenar parte de su mercado exportador a China e incrementaba la urgencia de apaciguarlos mediante compras estatales, poco compatibles con la ret¨®rica neoliberal. Da?aba a industrias clave, como las tecnol¨®gicas, al encarecerles la compra de productos intermedios. Y hac¨ªa lo mismo con art¨ªculos de primera necesidad (ropa) a consumidores populares.
Por otro, la no reversi¨®n completa de las barreras comerciales izadas en dos a?os coloca hoy los aranceles en una media del 20% para cada lado, cuando era del 3% sobre los productos chinos y un 8% sobre los estadounidenses. Cierto que Pek¨ªn pierde en ventaja relativa, pero ambos pierden mucha m¨¢s ventaja absoluta de precios.
El acuerdo supone en s¨ªntesis que solo dos tercios del comercio chino se ver¨¢ afectado por los aumentos de la imposici¨®n aduanera, en vez del 100% con que Washington hab¨ªa amenazado en diciembre pasado, y que adem¨¢s son, en bastantes casos, de inferior cuant¨ªa a los anunciados. O sea: la situaci¨®n actual mejora la de 2019, pero sigue siendo peor que la anterior a 2018.
Otros elementos van tambi¨¦n en buena direcci¨®n. Son los compromisos asumidos por China en materia de protecci¨®n de la propiedad intelectual industrial; la compra de productos agr¨ªcolas y la promesa de no manipular la divisa. Aunque se echan en falta avances sobre el fraude digital o las subvenciones p¨²blicas distorsionadoras de la competencia.
M¨¢s inquietud suscita el rudimentario mecanismo adoptado para encauzar los litigios bilaterales. En esencia, consiste en una carta blanca por la que Washington podr¨¢ reanudar la escalada arancelaria si considera que Pek¨ªn incumple sus pactos, lo que indica a sensu contrario que China obtiene bastantes m¨¢s ventajas de las que las explicaciones oficiales de Washington dejan entrever. Si ese esquema se transformase en modelo para otros casos supondr¨ªa un nuevo rev¨¦s para el multilateralismo y la segunda muerte de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC) tras la desaparici¨®n de su mecanismo de resoluci¨®n de disputas, causada en diciembre por Trump.
Toda tregua es buena para la primera y m¨¢s abierta potencia comercial mundial, es decir, para la Uni¨®n Europea, que ha sufrido los recesivos da?os comerciales colaterales del pulso sino-americano. Siempre que Washington no pretenda apalancarse en la contenci¨®n de su flanco al Pac¨ªfico para incrementar la tensi¨®n en el Atl¨¢ntico.
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