La fiscal

Cuatro d¨ªas despu¨¦s de la exhumaci¨®n del General¨ªsimo, present¨¦ con Almudena Grandes, Luisg¨¦ Mart¨ªn y la librera y editora Mili Hern¨¢ndez un concienzudo estudio sobre el Derecho Penal franquista en lo tocante a la represi¨®n de los ¡°estados sexuales peligrosos¡±, obra del catedr¨¢tico Guillermo Portilla. En primera fila del p¨²blico se sentaba Dolores Delgado, en funciones entonces de titular del Ministerio de Justicia, impulsor del libro. Acabado el acto, la ministra se acerc¨® a saludar, y creo no haber sido el ¨²nico que se mor¨ªa de ganas de o¨ªrle el relato en vivo de su rol destacado en Cuelgamuros y en el helic¨®ptero mudo. Delgado fue muy discreta, aunque s¨ª se refiri¨® a algo visto por quienes seguimos la transmisi¨®n en directo aquel 24 de octubre: sus esfuerzos, a mi modo de ver logrados, por mantener en la salida del monasterio un semblante serio pero no apenado, propio de quien, como tantos millones de espa?oles, ve¨ªa cumplido el traslado de un usurpador desde un sitial de honra a un lugar de reposo.

Me faltan conocimientos para dudar de los jueces opuestos a su designaci¨®n de Fiscal del Estado, pero recelo de los hirientes ataques de los pol¨ªticos, antes incluso de que la se?ora Delgado haya tomado posesi¨®n; por sus decisiones habr¨¢ que juzgarla si incurre en dolo. De momento, lo propio es confiar en un curr¨ªculum que parece adecuado y en iniciativas como la del compendio del profesor Portilla, que escarba y saca a la luz, compar¨¢ndolas hist¨®ricamente con las del nazismo, las persecuciones y condenas brutales llevadas a cabo por algunos magistrados de la dictadura de Franco, narradas con una h¨¢bil mezcla de cuento de terror y esperpento grotesco. No vaya a resultar a la postre que lo que a Delgado no se le perdone sea, m¨¢s que su cargo de fiscal, su papel de notaria de uno de los hechos m¨¢s dignos y justos de la democracia espa?ola.