El jard¨ªn en transformaci¨®n
El objetivo de cualquier jard¨ªn permanente es cumplir su nombre. Pero los jardines no son permanentes sino cambiantes. El autor de 'El jard¨ªn en movimiento', Gilles Cl¨¦ment, lista en su ¨²ltimo libro, 'Una breve historia del jard¨ªn', lo que ha aprendido en medio siglo de estudio, construcci¨®n y cultivo de los jardines
Los n¨®madas no hacen jardines. Sin embargo, el primer jard¨ªn de la historia no es el de los libros de historia ¡°sino el de la historia de los pueblos que, a lo largo de los tiempos, dejaron su actividad n¨®mada para establecerse en alg¨²n punto de su territorio¡±. Lo explica Gilles Cl¨¦ment (1943) en su nuevo libro, Una breve historia del jard¨ªn (Gustavo Gili). Esa historia es la suya: su relaci¨®n con los jardines. Cl¨¦ment es y ha sido jardinero, paisajista, bot¨¢nico, profesor en la Escuela Superior de Paisaje de Versalles y ensayista. Suyos son los jardines del Mus¨¦e du Quai Branly o el parque de Andr¨¦ Citro?n, ambos en Par¨ªs. Tambi¨¦n los que afloraron como mero paso del tiempo en las bases de submarinos de Saint Nazaire, los Jardins du Tiers-Paysage. En este nuevo ensayo, Cl¨¦ment recuerda que el jard¨ªn m¨¢s primigenio y pobre que vio en su vida era tambi¨¦n el m¨¢s fuerte.
Sucedi¨® en 1974. Cl¨¦ment estaba en la frontera entre Camer¨²n y Gab¨®n. Buscaba encontrar una hembra de Papilio antimachus. Hab¨ªa observado que la selva tarda poco en recuperar sus derechos cuando desparece un campamento n¨®mada. Tambi¨¦n que ¡°los medios para conseguir la sedentarizaci¨®n son conocidos en todo el mundo: alcohol, drogas y supermercados¡±. Y se top¨® con un campamento pigmeo a orillas del r¨ªo Dja.
?l y sus compa?eros de expedici¨®n les mostraron fotograf¨ªas de la mariposa y, en lugar de responder, se fueron a buscar un instrumento hecho de cuerdas que recordaba un xil¨®fono. ¡°Puesto que hablamos de mariposas hace falta m¨²sica¡±. Ese fue su razonamiento. ?Qu¨¦ podemos darles a cambio? ¨Cse pregunt¨® Cl¨¦ment. Y m¨¢s: ?Por qu¨¦ estamos tan a menudo con las manos vac¨ªas nosotros que hemos venido a saquear el mundo?¡±.
Al final no vieron la mariposa. No era la ¨¦poca de las Papilio antimachus, pero les mostraron un jard¨ªn. Ese jard¨ªn con tres plantas de cacahuete, cinco de mandioca y un banano, era un huerto alimentario y cercado, como el primer jard¨ªn. Jard¨ªn viene de Garten, cercado. Y para¨ªso del persa pairi, (peri en griego) y daeza, muralla. El para¨ªso es un lugar de protecci¨®n. Y est¨¢ vallado.
En 2012 Cl¨¦ment acu?¨® el t¨¦rmino ¡°Jard¨ªn en movimiento¡± para descubrir la verdadera naturaleza, viva, cambiante y en contacto ¨Cen oposici¨®n a aislada- de los jardines. En este nuevo ensayo, en el que defiende la legitimidad del huerto como primer jard¨ªn, concluye: ¡°la ecolog¨ªa aplicada al jard¨ªn estar¨ªa relegando la dimensi¨®n arquitect¨®nica de la obra a un lugar que nunca antes ocup¨®: a un segundo plano¡±. ?La raz¨®n? Lo vivo no permanece en las formas fijas. Adopta formas que enseguida abandona, se transforma y transforma el espacio. El jard¨ªn ecol¨®gico solo puede ser un jard¨ªn de transformaci¨®n.
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