¡®Vocaci¨®n de repartidor¡¯
Es un libro ilustrado y empieza as¨ª: ¡°Robertito ten¨ªa seis a?os, el pelo colorado, un jersey a franjas, dos hermanas m¨¢s peque?as que ¨¦l y una ilimitada vocaci¨®n de repartidor de leche¡±
Ha aparecido en casa de mis padres, entre cartas de cuando ten¨ªa 11 a?os (aquel F5, bajar al buz¨®n del portal cada media hora para ver si hab¨ªa llegado algo), el primer libro que le¨ª en mi vida. Mejor decir el primer libro del que tengo recuerdo, pero cu¨¢l es la verdad: ?la que recordamos o la que fue? Lo curioso es que el libro aparece cada cierto n¨²mero de a?os por casa, como un cometa. Ya no me extra?a verlo; lo que me extra?a es qu¨¦ hace durante el tiempo en que no est¨¢ a la vista.
Se llama Vocaci¨®n de repartidor, es un libro ilustrado y empieza as¨ª: ¡°Robertito ten¨ªa seis a?os, el pelo colorado, un jersey a franjas, dos hermanas m¨¢s peque?as que ¨¦l y una ilimitada vocaci¨®n de repartidor de leche¡±. Sigue en la p¨¢gina siguiente: ¡°El misterioso planeta de las vocaciones est¨¢ por explorar. El misterioso planeta de las vocaciones es un mundo herm¨¦tico, rec¨®ndito, clausurado, plet¨®rico de una vida imprevista, saturado de las m¨¢s insospechadas ense?anzas. ¡®Ni?o, ?qu¨¦ vas a ser?¡¯. ¡®General, pap¨¢¡¯. El d¨ªa estaba espl¨¦ndido, radiante, y las golondrinas volaban veloces, al claro y c¨¢lido sol. ¡®Ni?o, ?qu¨¦ vas a ser?¡¯. El d¨ªa est¨¢ nublado y fr¨ªo, desapacible y gris. El ni?o rompe a llorar con un amargo desconsuelo. ¡®Nada, yo no quiero ser nada¡±.
Las ilustraciones son de Montse Ginesta. Veo ahora que a todos los personajes les dibuj¨¦ a l¨¢piz un moco debajo de la nariz picuda. El ni?o repipi quiere ser repartidor de leche como los dos randas del barrio, Luisito y C¨¢ndido, de nueve y diez a?os, que no le permiten ni acercarse a ellos. ¡°Porque no¡±, le dicen, ¡°porque eres un pelma, porque no queremos nada contigo, porque no queremos ser amigos tuyos¡±. Pero Robertito se humilla persigui¨¦ndoles y llega a colarse en un edificio tras ellos, hasta que rompe a llorar ¡°cada vez m¨¢s desaforadamente¡±, tras ser insultado de nuevo. Aparece un se?or dibujado con pantalones de arlequ¨ªn que pregunta a Luisito y a C¨¢ndido qu¨¦ pasa: ¡°Es que no queremos hablarle¡±. Y dirigi¨¦ndose a Robertito, ya con el sombrero en la mano, el hombre le pregunta por qu¨¦ est¨¢ detr¨¢s de ellos: ¡°Es que es lo que m¨¢s me gusta¡±. A la colecci¨®n le da nombre unos versos de Maiakovski: ¡°Si esto es lo que quer¨¦is,?/ ser¨¦ intachablemente delicado:?/ no ser¨¦ un hombre,?/ sino?/ una nube en pantalones¡±. La nube en pantalones, se llama.
Siempre me llam¨® la atenci¨®n el punto extraordinario de crueldad de ese libro infantil. De adulto no entend¨ªa esa versi¨®n de la vida descarnada y cruel de un libro para ni?os de seis a?os. No hab¨ªa principio feliz, desarrollo feliz ni final feliz; era un cr¨ªo simplemente humill¨¢ndose una y otra vez ante dos tipos que pasaban de ¨¦l porque lo consideraban un imb¨¦cil. Me quise recordar como Luisito y C¨¢ndido, los macarras, ni?os repartidores de leche envidiados por otro, pero en realidad siempre hubo m¨¢s de Robertito repipi que de otra cosa; alguien detr¨¢s de algo con sonrisa de p¨¢nfilo.
Hace un tiempo descubr¨ª el secreto de Vocaci¨®n de repartidor. Hice una cosa que no se me hab¨ªa ocurrido antes: ver el nombre del autor para ponerlo en Google a ver qu¨¦ le pasaba en la cabeza. Y le¨ª: ¡°Camilo Jos¨¦ Cela¡±. O sea, que se trataba de aprender a leer al mismo tiempo que aprender a vivir, una especie de mancha al nacer que te recuerde que no vas a tener respiro ni en la primera palabra escrita que leas. Me pareci¨® bien.
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