El coronavirus no tiene ideolog¨ªa, quienes lo han ocultado, s¨ª
Ninguna dictadura soporta las malas noticias y trata de ocultarlas el mayor tiempo posible
A los virus mortales y a la radiaci¨®n ¨Cpor poner dos ejemplos de agentes que amenazan la vida de las personas¨C las cuestiones pol¨ªticas no les importan mucho. Pueden ser igual de letales en una democracia, en una dictadura o en una guerra civil de resultado incierto. Retorciendo un poco el argumento podr¨ªamos decir que encarnan el ideal m¨¢ximo de igualdad, pero, claro, este es un concepto que ni les ata?e. En cambio para quienes sufren los efectos de ambos, s¨ª que resulta muy importante el contexto pol¨ªtico en los que act¨²an ambos y no solo por c¨®mo es su vida hasta el momento en que resultan infectados o afectados, sino por todo lo que viene inmediatamente despu¨¦s, tanto a nivel individual como respecto a lo que sucede en la sociedad en la que viven.
Se est¨¢n realizando comparaciones entre la cat¨¢strofe de Chernobyl y lo que sucede estos d¨ªas en China. Con bastante raz¨®n se podr¨ªa argumentar que es como comparar piedras con plantas. Pero hay un punto com¨²n e importante: la actitud de las autoridades ante lo que se ve¨ªa como una amenaza no para la vida humana sino para el sistema pol¨ªtico.
Las democracias se pueden permitir el lujo de ser bastante ineficaces en muchas cosas y de recibir una lluvia de cr¨ªticas constantes de sus ciudadanos porque estos, en el fondo, son conscientes de que es mejor una mala democracia que una buena dictadura. Es verdad que tal vez esto est¨¦ cambiando y eso deber¨ªa alarmarnos m¨¢s que el coronavirus mismo. Pero los sistemas dictatoriales no solo no pueden permitir la cr¨ªtica sino que deben proyectar una imagen constante de progreso imparable. La propaganda de Corea del Norte, por ejemplo, cuenta que en Estados Unidos la gente muere de hambre y vive miserablemente. Y claro que hay estadounidenses que llevan una vida miserable, como en cualquier democracia occidental, pero se trata de un aspecto muy limitado de una realidad much¨ªsimo m¨¢s amplia.
Para una dictadura cualquier circunstancia que vaya contra el discurso del triunfo permanente es peligrosa per se. Es l¨®gico, porque va contra la misma autojustificaci¨®n de un r¨¦gimen que priva a sus ciudadanos de un derecho fundamental ¨Celegir c¨®mo quiere ser gobernado y por qui¨¦n¨C con el argumento de que lo hace por el bien de todos y, especialmente, de que los resultados avalan este planteamiento. A las dictaduras les duelen las piernas de subir al podio a ponerse la medalla de oro. ?Qu¨¦ se hace entonces con quienes se oponen a este discurso? Se les persigue y se les silencia. China tiene sobrados ejemplos de ello. Pero ?y si no es una persona sino una circunstancia? Si se puede, se oculta. Con un poco de suerte hasta mucho tiempo despu¨¦s. Si no es as¨ª, el m¨¢ximo tiempo posible.
Y eso es lo que ha sucedido en China ¨Cy probablemente sigue sucediendo¨C con el asunto del coronavirus. El virus es peligroso ¨Cquienes entienden determinar¨¢n cu¨¢nto¨C pero la desinformaci¨®n, el ocultamiento, la persecuci¨®n y la mentira flagrante no lo son menos. Y gran parte de la alarma que se ha generado ¨Cy ojal¨¢ no tengamos que ver cosas peores¨C se deben m¨¢s a esto que a la infecci¨®n en s¨ª misma.
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