?Crecer y distribuir?
La prioridad deber¨ªa ser tomar medidas que favorezcan el crecimiento y concentrarse en garantizar la capacidad de ascensor social del sistema educativo eliminando la creciente discriminaci¨®n que existe
Hace poco fallec¨ªa Paul Volcker, el presidente de la Fed a quien los pa¨ªses desarrollados le debemos la derrota de la plaga de la inflaci¨®n, tarea que en su d¨ªa parec¨ªa imposible. Volcker defendi¨® tambi¨¦n la necesidad de una fiscalidad responsable y seguro que no se hubiera resignado a los excesos financieros que permiti¨® su sucesor. Fue ejemplar servidor p¨²blico y su conducta nos recuerda la importancia que para los pol¨ªticos tiene contar con el criterio de tecn¨®cratas competentes e independientes sin que ello signifique que sean ¨¦stos quienes establezcan los objetivos pol¨ªticos. Pero la sociedad y los pol¨ªticos necesitan que alguien les recuerde peri¨®dicamente que existen conflictos entre objetivos y que es necesario elegir entre ellos, primando unos y postergando o sacrificando otros.
En el caso de Espa?a no siempre hemos tenido en cuenta las restricciones a las que tiene que ajustarse la pol¨ªtica econ¨®mica. Un ejemplo de ello es lo sucedido con el crecimiento de nuestro endeudamiento como pa¨ªs. Hacia 2008 los d¨¦ficits por cuenta corriente de Espa?a llevaban a?os batiendo r¨¦cords mundiales y el cr¨¦dito crec¨ªa a tasas superiores al 20%, cifra imposible de mantener sostenidamente y que siempre presagia dificultades. El saldo por cuenta corriente de la balanza de pagos muestra c¨®mo varia el endeudamiento de un pa¨ªs con el resto del mundo y es la variable fundamental que mide sus desequilibrios macroecon¨®micos. Espa?a no prest¨® especial atenci¨®n a estos d¨¦ficits, pero el resto del mundo s¨ª lo hizo y cuando consider¨® que nos hab¨ªa prestado demasiado cort¨® de golpe la financiaci¨®n. Ello provoc¨® la consiguiente crisis de cr¨¦dito y el comienzo de un largo periodo de contracci¨®n econ¨®mica. Como le gustaba recordar a Rudi Dornbusch, las crisis financieras comienzan lentamente, pero luego estallan de golpe.
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Hoy existe preocupaci¨®n general por la fragilidad del crecimiento europeo, por las dificultades que tenemos para equilibrar nuestras cuentas p¨²blicas y, en fin, por el riesgo de una nueva crisis o shock que nos sorprender¨ªa en una situaci¨®n muy vulnerable pues nuestro arsenal de instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica es muy escaso (ver En las actuales circunstancias; EL PA?S 17-9-2019). Se dice que no hubo rescate, pero lo que seguro no hubo fue suficiente ajuste.
En la actualidad se barajan diversas propuestas de redistribuci¨®n y mejora social, pero no medidas que tiendan a mejorar el proceso de asignaci¨®n de recursos, a aumentar la productividad del capital y del trabajo y, en definitiva, a potenciar el crecimiento del pa¨ªs y de su renta per c¨¢pita. Los objetivos pueden ser correctos, pero las medidas propuestas equivocadas. Hay propuestas que podr¨ªan funcionar en una econom¨ªa cerrada, pero en absoluto lo har¨¢n en una econom¨ªa abierta.
El desarrollo del Estado del bienestar en los ochenta fue posible por un esfuerzo de modernizaci¨®n econ¨®mic
Convendr¨ªa recordar la experiencia internacional y la nuestra propia. El importante desarrollo del Estado del bienestar en Espa?a a partir de los a?os ochenta, fue posible porque simult¨¢neamente se llev¨® a cabo un notable esfuerzo de modernizaci¨®n de nuestra econom¨ªa, espoleado por los objetivos de entrada en el Mercado Com¨²n, en el Mercado ?nico y, posteriormente, en el euro. Sin la ejecuci¨®n de esas pol¨ªticas de mejora de la estructura productiva no hubiera sido posible financiar el gasto del Estado del bienestar que se construy¨®. Querer redistribuir sin prosperidad, sin crear riqueza, es divisivo socialmente y dif¨ªcilmente sostenible a largo plazo por las resistencias pol¨ªticas y sociales que inevitablemente generar¨¢.
Entre las ideas que hoy se proponen figura la de reformar el sobrediagnosticado mercado de trabajo, pero, entre otras cosas, reduciendo su flexibilidad y la capacidad de las empresas para organizar la producci¨®n. Tampoco las medidas que tienen que ver con el mercado de la vivienda, con las operaciones financieras o con los mercados de capitales, por citar solo algunas, van en la direcci¨®n de fomentar la producci¨®n o la inversi¨®n en una econom¨ªa como la espa?ola, uno de cuyos problemas es un insuficiente stock de capital. En algunos casos las medidas tienen objetivo recaudatorio, pero entorpecen las transacciones econ¨®micas. El caso de la vivienda es un ejemplo de objetivos razonables, pero de propuestas equivocadas. Existe un problema de accesibilidad a la vivienda, pero su encarecimiento se debe al colapso de los tipos de inter¨¦s, que ha tenido el mismo impacto alcista en los precios de todo tipo de activos, acciones, bonos¡ y tambi¨¦n a limitaciones de la oferta, pero el problema no se corrige con los controles en los contratos de alquileres que se barajan. Convendr¨ªa fijarse en los efectos que ya est¨¢n teniendo en Berl¨ªn los controles de renta recientemente introducidos.
Ser¨ªa conveniente evitar las pol¨ªticas de escaparate con medidas que reafirman una identidad ideol¨®gica
En general, las medidas propuestas tienden a aumentar los costes, lo que no es una gran ayuda para competir globalmente, y la ¨²nica forma de compensarlo es mediante aumentos de productividad. Los aumentos de costes son ciertos, c¨®mo mejoraremos la productividad est¨¢ menos claro.
Pueden existir razones pol¨ªticas y sociales para las subidas practicadas del salario m¨ªnimo, pero, si se contin¨²a con subidas agresivas y homog¨¦neas geogr¨¢ficamente, convendr¨ªa no enga?arnos y no creer que ¨¦stas no tendr¨¢n un impacto negativo, y no solo, sobre los niveles de empleo. Lo veremos antes de lo que muchos creen.
Para conciliar las pol¨ªticas sociales con las de reducci¨®n de deuda y d¨¦ficits, los aumentos de impuestos pueden ser inevitables, pero no deber¨ªa subirse la fiscalidad sin antes analizar en detalle qu¨¦ tipo de impuestos elevar, fij¨¢ndose particularmente en los que gravan el gasto, y convendr¨ªa acabar con el socorrido recurso de que aumentar la actual imposici¨®n sobre el capital es siempre algo justo y positivo, sin valorar sus implicaciones negativas, y sin una seria reconsideraci¨®n de la estructura del gasto p¨²blico.
Conviene tambi¨¦n tener en cuenta las posibles contradicciones de algunas de las propuestas fiscales que se barajan pues, por ejemplo, se dice que se quiere apoyar a los emprendedores, pero simult¨¢neamente se olvida que la fiscalidad relevante para estos es la del capital, que se propone aumentar.
En las actuales circunstancias la prioridad deber¨ªa ser reducir la incertidumbre y convencer de la eficiencia del liderazgo de la pol¨ªtica econ¨®mica. Ser¨ªa un error que pol¨ªticas sociales que son justificables y necesarias se mezclaran con otras que conducen a desmontar reformas que han contribuido a mejorar la productividad de nuestra econom¨ªa, o reincidir en pol¨ªticas que repetidamente han mostrado sus efectos perniciosos. Ser¨ªa conveniente evitar pol¨ªticas de escaparate en las que se toman determinadas medidas simplemente por reafirmar una identidad ideol¨®gica o se dejan de tomar otras por la misma raz¨®n.
Si un objetivo es una mejor distribuci¨®n de la renta, la prioridad deber¨ªa ser tomar medidas que favorezcan el crecimiento y concentrarse en garantizar la capacidad de ascensor social del sistema educativo eliminando la creciente discriminaci¨®n que existe en nuestro pa¨ªs entre los ni?os y los j¨®venes de distintos grupos sociales.
Al parecer, a Olof Palme le gustaba insistir en la importancia que ten¨ªa que los jefes de Gobierno apoyaran plenamente a sus ministros de Econom¨ªa, en general y frente al resto del gabinete, aunque, eso s¨ª, solo en un 90%. En las actuales circunstancias tal vez ese 90% podr¨ªa ser escaso.
?scar Fanjul es economista.
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